Esta ha sido una de las semanas más impredecibles en Washington desde el comienzo de la presidencia de Trump; cuestión que llama la atención pues la vara estaba bastante alta luego de episodios como el llamar “perro” a Omarosa Manigault, una exempleada de su administración y un sinfín de eventos de similar calibre. En la misma semana, Trump fue golpeado por el anuncio del libro Miedo: Trump en la Casa Blanca, del periodista Bob Woodward. Woodward fue quien reveló piezas clave del escándalo de Watergate, que terminó en la renuncia de Richard Nixon, mientras se daban los procedimientos para llevarlo a juicio y destituirlo.
En el libro, se reveló que miembros de la Casa Blanca no están del todo cómodos con su jefe. Por nombrar un par de anécdotas, el libro señala que James Mattis dijo a gente cercana que Trump tenía la capacidad mental de uno niño de “sexto o quinto año”, luego de explicarle por 15 minutos a Trump porque no podían retirarse las tropas americanas de Corea del Sur. Esto es brutal viniendo de un secretario de la defensa. Presuntamente, la explicación terminó con un “Lo hacemos para evitar la Tercera Guerra Mundial”. Además, se cita a oficiales llamando a Washington “Ciudad de Locura” y diciendo tiernamente (incluso siendo warhawks asesinos) que ese era “el peor trabajo” que habían tenido. No cabe duda de que el dinero no compra la felicidad.
Causando un estruendo, el New York Times publicó una editorial anónima escrita por alguien que dice ser un “alto mando de la administración”. En este texto se habla de una resistencia dentro de la administración y se utiliza la siguiente frase, que me parece particularmente hiriente: “Hay adultos a cargo”. Se dice que mucha gente que trabaja con Trump no sigue sus órdenes cuando éstas van en contra de lo que ellos consideran, son los intereses de Estados Unidos. En cuanto a este punto ha habido una discusión interesante: esta gente no fue elegida, y Trump sí. Al no obedecerlo, vulneran la democracia americana, a la vez que defienden su visión del interés nacional.
La reacción del presidente es lo más relevante, exigiendo (por la vía cuasi oficial de su twitter) que el New York Times “entregue” a la persona que escribió la carta. Esto, por supuesto, amenaza los principios más básicos de la libertad de expresión.
Por otro lado, días antes el presidente atacaba a su propio fiscal general, Jeff Sessions, por las acusaciones formales en contra de dos congresistas republicanos. Se trata del último episodio de una serie de enfrentamientos entre ambos, comenzando cuando Sessions se declaró no apto para conducir las investigaciones sobre la colusión entre Rusia y la campaña de Trump en la elección de 2016. Fue este hecho el que llevó a que iniciará la investigación de Robert Mueller, que seguramente dará sus resultados finales en un par de semanas o después de las elecciones intermedias de noviembre. Tanto el resultado de la investigación como las elecciones tienen posibilidades fuertes de encaminar a Trump hacia una destitución.
La respuesta no se ha hecho esperar y los presentadores de Fox News gesticulan salvajemente mientras hablan de cómo todos están mal menos el presidente. Por otro lado, sus aliados políticos han viajado al estudio de Fox, en lugar de aparecer por videollamada. Los reporteros dicen que en la Casa Blanca se vive un ambiente de desconfianza y persecución. Si el río suena, agua lleva, y el Potomac está rugiendo.
En otras noticias: Washington declaró la semana pasada que no dará financiamiento a la UNWRA, oficina de Naciones Unidas que se encarga de brindar asistencia médica, educativa, económica y alimenticia a refugiados palestinos, dejando a millones de palestinos con un futuro aun más incierto.
@joseemuzquiz