Estaba como a unos tres o cuatro metros del Piatti, célebre violoncello Stradivarius construido en 1721, si no me equivoco, y que debe su nombre a que entre sus diferentes dueños, perteneció al violoncellista Carlo Alfredo Piatti, pero el maestro Carlos Prieto lo llama cariñosamente Chelo Prieto, de hecho, según leí en el libro que el maestro generosamente me obsequió hace unos tres años Las aventuras de un violoncello, este instrumento ya ha acumulado suficientes millas en los viajes aéreos que Chelo Prieto –como suele registrarla en los vuelos- para viajar gratis en varias ocasiones, y es que es comprensible, ¿no crees? Un Stradivarius original no podría viajar entre el equipaje de un avión, sin duda hay mucho riesgo, y el celo, perfectamente comprensible del maestro Prieto por su cello, lo hacen ocupar un asiento en el avión para que no corra el menor riesgo.
Pues te decía que estaba sentado a unos pocos metros del escenario del Teatro Morelos en donde el maestro Carlos Prieto ejecutaría dos conciertos para violoncello. Una noche antes tuve un problema en mi tobillo derecho, lo tengo muy sensible por una fractura que sufrí hace 11 años y desde entonces con facilidad me lastimo, te lo cuento porque para la hora del concierto, 20:00 horas, el dolor era muy fuerte y la inflamación del tobillo era aparatosa, difícilmente podía caminar, pero dejar de ir al concierto no era una opción, me acordé de aquel episodio en la vida de Johann Sebastian Bach cuando tuvo que caminar no sé cuántos kilómetros para ver a su admirado Dietrich Buxtehude, no le importó al llamado padre de la música. Escuchar el Piatti ejecutado por el maestro Carlos Prieto era motivo suficiente para doblegar la rebeldía del tobillo y asistir al concierto.
De acuerdo a lo planeado por el maestro José Areán todo el mes de septiembre nos ocuparíamos de compositores mexicanos. El diseño de este tercer concierto de temporada nos presentó inicialmente la obra Thánatos de Alexis Aranda, un poema sinfónico en donde el compositor representa en argumentos musicales su muy personal idea de la muerte, no es ese rostro lúgubre y tenebroso con el que la solemos asociar, en este caso es algo muy diferente, quizás la presencia de la muerte sea algo majestuoso, imponente, la obra es de un poderoso juego rítmico pero irregular, como una arritmia bien planeada.
Después el maestro Carlos Prieto se presentó en el escenario del Teatro Morelos para ejecutar dos conciertos, inicialmente el de Samuel Zyman, un compositor mexicano contemporáneo, de hecho, todo el programa fue compuesto con compositores contemporáneos, que suele escribir mucho para el maestro Prieto, por ejemplo, recuerdo en este momento, la Suite para dos violoncello, originalmente presentada para ser ejecutada por Carlos Prieto y Yo Yo Ma, yo tengo una grabación extraordinaria que es interpretada por Carlos Prieto y el cellista peruano Jesús Castro Balbi que si no me equivoco, se presentó en Aguascalientes en la primera edición del Festival de Música de Cámara con el cuarteto de cuerdas José White interpretando el quinteto con violoncello de Franz Schubert, una de las grandes joyitas de la música de cámara. Con este comentario solo quiero indicar que la asociación musical entre Carlos Prieto y Samuel Zyman es muy sólida y extremadamente solvente.
Después el maestro Prieto interpretó el concierto de Federico Ibarra con una solvencia técnica impecable, bueno, estamos hablando del maestro Carlos Prieto, hasta me siento ridículo hablando ingenuamente de sus interpretaciones.
Al terminar su presentación y para agradecer el emotivo aplauso del público y de la misma orquesta, el maestro nos obsequió un encore, para respetar el formato de compositores mexicanos, nos ofreció una Bachriación basada en el primer movimiento de la Suite para violoncello solo No.1 de Johann Sebastian Bach de Eugenio Toussaint, y de acuerdo al perfil del maestro Toussaint, recientemente fallecido, con evocaciones muy elocuentes del be bop, desparramando jazz en cada compás.
Después del intermedio disfrutamos de una obra de la compositora Gabriela Ortiz, ella es, sin dudarlo, uno de los grandes pilares del trabajo creativo contemporáneo, en este caso se trató del Concierto para orquesta Hominum que se divide, de acuerdo a la estructura del lenguaje sinfónico, en cuatro partes, pero en este caso, en lugar de indicar el carácter del movimiento tiene cada uno de ellos nombres que nos llevan a pensar en música programática, cada una de estas partes son: I) Negro. II) Luz. III) En agua y IV) Rojo, de hecho, antes de ejecutar la tercera parte En agua, el maestro Areán solicitó que se apagara el aire acondicionado del teatro porque el ruido era un factor de distracción en este movimiento con tantos contrastes y para su justo disfrute se requería de absoluto silencio. Aunque Hominun se presenta como Concierto para orquesta, y aunque el nombre está por demás justificado, yo lo entiendo más como un poema sinfónico de gran formato, pero finalmente, el nombre que le pongamos es lo de menos, se trata de una partitura rebosante de ingenio, con una pingüe orquestación y que exige del director un trabajo puntual e irreprochable para que el resultado final sea el que esperamos, y de hecho lo fue, un trabajo impecable, a la altura de las exigencias de esta soberbia partitura de la maestra Gabriela Ortiz de parte del maestro José Areán.
La próxima semana tenemos un gran concierto, una selección de la música utilizada por Stanley Kubrick en sus películas con la participación como narrador del maestro Juan Arturo Brennan. Este cuarto concierto será en Foro 13 a las 20:00 horas el viernes 5 de octubre en el marco de la Feria del Libro más antigua de México, la de Aguascalientes.