Tú me enamoraste a base de mentiras,
tú me alimentaste siempre de mentiras.
Que estúpida, que siempre te creí.
Mentiras que me queman como fuego,
mentiras que se clavan en mi pecho,
mentiras que me matan, que se ríen de mí….
Mentiras – Lupita D’Alessio
Frida Sofía fue una niña ficticia que acaparó (desvió) la atención de un pueblo doliente en medio de la catástrofe del sismo que ocurrió el 19 de septiembre de 2017 en la Ciudad de México y otras localidades del país. La forma en la que se fraguó este engaño mediático obedece a varios factores, desde la falta de ética y rigor periodístico, hasta la necesidad de la población por asirse a un símbolo de unidad en medio de la tragedia. La historia va más o menos así: rescatistas voluntarios reportaron a la marina que había una niña, llamada Frida, bajo los escombros del colegio Rebsamen. El nombre -refieren- lo dijo la propia alumna, y los cuerpos de rescate se afanaron por sacar. La Marina reportó esto a Televisa, quien organizó una enorme cobertura del rescate, misma que fue -incluso- amplificada por medios como Aristegui Noticias. Luego, lo previsible. La Marina no encontró evidencia de la existencia de la niña y Televisa quedó como la caja engañabobos que ha solido ser para el imaginario colectivo nacional. Sin embargo, en torno al caso mediático, se creó un símbolo de unidad masiva que -al desencanto- se volvió de crítica amarga. Alrededor de todo este desaseo, una buena parte de la ciudadanía mostró su capacidad de movilización y de entrega a una causa.
En más de las secuelas del temblor del 19 de septiembre de 2017, Morena auspició un fideicomiso de forma cuestionable para colectar recursos en favor de los damnificados. Este movimiento, a todas luces incorrecto en un proceso electoral, se llevó adelante y, al tiempo, hubo los elementos suficientes para -al menos- sospechar que los recursos de ese fideicomiso no beneficiaron a los damnificados, sino a la campaña de AMLO. El mismo Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación que consintió la ilegítima (e ilegal) aparición de Jaime El Bronco Rodríguez en la boleta electoral, fue el mismo tribunal que indultó a Morena por el cochinero del fideicomiso. En más de Morenamlo, su indiscutible triunfo electoral estuvo basado -por mucho- en sus propuestas de campaña; mismas que, al tiempo, comienzan a ser desmentidas por el propio presidente electo y su equipo, antes aún de tomar posesión en el ejecutivo. Entre las más destacables: bajar los precios de combustibles, la protección del Estado Mayor Presidencial, la homologación en la rebaja de salarios a funcionarios públicos, la situación de Marcelo Ebrard en el gabinete, el crecimiento económico del 4% anual, entre muchas otras que motivaron a la gente a votar por su proyecto, y que -ahora- termina por desdecir. Alrededor de todo este desaseo, una buena parte de la ciudadanía mostró su capacidad de movilización y de entrega a una causa.
En un panorama relacionado, la ultraderecha organizada en torno a las confesiones judeocristianas ha emprendido otra vez su rancia y boba cruzada contra el matrimonio igualitario, la interrupción legal del embarazo, y la educación sexual a niñas y niños de nivel básico. Paralelamente guarda un silencio cómplice acerca del abuso sexual de sacerdotes contra niñas, niños y adolescentes. Varias legislaturas locales (y amplios espectros del legislativo federal), organizaciones de padres de familia, grupos “pro vida” y -en general- la bárbara militancia agrupada en el llamado Frente Nacional por la Familia, han caído en los engaños de la iglesia para manipular una agenda pública que tiene que ver con educación, libertades civiles, derechos humanos, y acceso universal a la salud sexual y reproductiva, en un clima turbio, con un evidente sesgo de manipulación, y con una carencia brutal de empatía desde un modo con pretensiones hegemónicas de concebir la existencia (con sus valores, su moral, su confesión y sus prácticas), en detrimento de una población plural, diversa, e integrada por caracteres disímbolos, y en franca amenaza a la laicidad del Estado. Alrededor de todo este desaseo, una buena parte de la ciudadanía mostró su capacidad de movilización y de entrega a una causa.
En la misma tónica, desde hace algunas semanas han cundido las fake news sobre robo de infantes. Videos en internet tomados en sitios y fechas imprecisas, notas falsas de fuentes cuestionables, alertas Amber sin confirmar, el dime y el direte de alguien que conoce a alguien a quien le robaron al chamaco. Si a esto le sumamos la irresponsabilidad de varios comunicadores en medios masivos, que han acopiado audiencia con el tremendismo amarillista, y a la masa congregada en Fuenteovejuna, con más rabia acumulada que sentido común, el resultado es un polvorín previsible: a la fecha han ocurrido ya varios linchamientos contra gente inocente, en distintas partes del país, que hacen ver a la película Canoa, de Felipe Cazals, como una comedia de enredos. La tragedia y la muerte rondan donde pulula la ignorancia. Alrededor de todo este desaseo, una buena parte de la ciudadanía mostró su capacidad de movilización y de entrega a una causa.
¿Qué tienen en común estos sucesos? Básicamente obedecen al mismo campo semántico del engaño. Nuestra realidad ha sido tan atroz que somos capaces de apoyar causas de humo, basadas en cimientos falaces, que -si bien, pueden brindar esperanza, catarsis, o desahogo- son a todas luces un timo. Nuestro país ha errado históricamente en reducir la divulgación científica, el pensamiento crítico, el sano escepticismo, a costa de mantenernos con cierta docilidad inocente. Pero esta carencia de pensamiento crítico ya se ha vuelto un peligro enorme, que puede ir desde el desvío de la atención pública en una tragedia que involucra corrupción gubernamental en el otorgamiento de permisos para construcción en terrenos sísmicos, pasando por los engaños y timos en una campaña electoral, los embustes de la iglesia en la manipulación de la agenda pública, hasta el linchamiento y asesinato a personas inocentes.
Estas son señales de alarma que nos deberían a impulsar a fortalecer nuestro sistema educativo, con urgencia. No sólo eso, a fortalecer a las asociaciones civiles que pugnan por el pensamiento crítico, por la divulgación de la ciencia, por la educación sexual, o la laicidad del estado. De lo contrario, esta estolidez bien intencionada con la que una buena parte de la ciudadanía muestra su capacidad de movilización y de entrega a una causa, habrá de decantar en decisiones colectivas irracionales, socialmente suicidas, y -a todas luces- irresponsables. Nuestra responsabilidad para con el pensamiento crítico es ahora, y es tarde.
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