Alguien tuvo que limpiar la sangre sobre las baldosas, a alguien tuvieron que pagarle para limpiar la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco después de la masacre. Una explanada teñida de sangre. A pesar eso, a cincuenta años de distancia, nadie olvida, casi todos recordamos con indignación la represión y asesinato a los estudiantes del 2 de octubre de 1968. Todos estamos indignados todavía, hasta los que militan en el partido que entonces gobernaba con mano represora y que ahora gobierna sus últimos días con un país convertido en una enorme fosa común.
“Por esos muertos, nuestros muertos, / pido castigo.
Para los que de sangre salpicaron la patria, / pido castigo.
Para el verdugo que mandó esta muerte, / pido castigo.
Para el traidor que ascendió sobre el crimen, / pido castigo.
Para el que dio la orden de agonía, / pido castigo.
Para los que defendieron este crimen, / pido castigo.
No quiero que me den la mano / empapada con nuestra sangre. / Pido castigo.
No los quiero de embajadores, / tampoco en su casa tranquilos, / los quiero ver aquí juzgados / en esta plaza, en este sitio. / Quiero castigo”, escribe Pablo Neruda en su poema “Los enemigos” y ese texto me trae a la memoria lo mucho que se dijo desde el murmullo hasta el grito en medio de la censura gubernamental priista en todos esos años. A pesar de haber lavado la sangre de la plaza, todos recordamos.
En esos días de decirlo a pesar de que el régimen autoritario no lo permitía hubo esfuerzos como el disco en vinil que no tiene fecha ni lugar de producción “De Tlatelolco a Tlatelolco. México 68” realizado por el colectivo de Mascarones, en el que reproducen testimonios de carteles, consignas y canciones del movimiento estudiantil a través de poesía coral, así como canciones como “Un lugar” de Javier Sánchez con un arreglo del grupo “Los Nakos”, así como el tema “2 de octubre” de Víctor Sanem en los que se menciona a varios de los entonces presos políticos.
El mismo disco cuenta con la reproducción del texto indígena “Matanza Templo Mayor (1521)” con música prehispánica, recordando la masacre realizada en ese lugar por los conquistadores españoles, mezclándolo con los testimonios de los sobrevivientes del 2 de octubre de 1968.
La producción cierra con la interpretación de la canción “Homenaje a los estudiantes mexicanos” en voz de su autor, el compositor chileno Ángel Parra. En la portada del disco se aprecia uno de los dibujos realizados por los estudiantes en los carteles de difusión del entonces Consejo Nacional de Huelga como también fotografías de estudiantes asesinados en esa manifestación y de las movilizaciones previas a ese acontecimiento. En la contraportada de ese disco puede observarse un par de fotos de las manifestaciones y una del colectivo Mascarones que realizó este trabajo artístico de denuncia política.
Por supuesto hay libros fundamentales y necesarios como “La noche de Tlatelolco” de Elena Poniatowska o el documental “El Grito, México 1968” de Leobardo López Arretche con guión de la periodista italiana Oriana Fallaci y el Consejo Nacional de Huelga. Este documental hecho en 1968 es un testimonio importante al ser realizado por estudiantes del Centro Universitario de Estudios Cinematográficos (CUEC) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) quienes decidieron hacer un testimonio fílmico del movimiento truncado por la represión gubernamental. Esa película me recuerda en mucho la imperdible cinta “La batalla de Chile” de Patricio Guzmán quien comenzó realizando un modesto testimonio del clima social del gobierno socialista de Unidad Popular de Salvador Allende y con ello se convirtió en un importante retrato de los hechos previos al golpe militar de Augusto Pinochet en 1973, esto gracias a que pudieron sacar los rollos de Chile y culminarlo en 1975 para denunciar esos acontecimientos.
Un ejercicio interesante luego de los cincuenta años del movimiento estudiantil es revisar la memoria gráfica de lo producido por los estudiantes en carteles y mantas y en las pintas donde se puede apreciar no solamente la creatividad, sino también las exigencias, angustias y enojo de los jóvenes involucrados.
Otros documentos infaltables y más recientes son por ejemplo el disco doble realizado en 1994 por Óscar Chávez con el título “México 68” con poemas, canciones, testimonios y consignas surgidas del movimiento así como la película “Rojo amanecer” de realizada por Jorge Fons en 1989, todavía bajo el riesgo inminente de censura por parte del gobierno represor de Carlos Salinas de Gortari.
Más allá de los libros, discos y películas, la memoria popular no olvida este acontecimiento que sin duda abrió el boquete al régimen que lentamente lo fue hundiendo, gracias al esfuerzo posterior de muchas luchas populares y batallas electorales.
Cierto que el pliego petitorio de los estudiantes no buscaba un cambio de régimen, las exigencias eran libertad de todos los presos políticos, derogación del artículo 145 del Código Penal Federal, el cual regulaba los delitos de disolución social, que se entendían como la difusión de ideas que perturben el orden público o afecten la soberanía nacional, desaparición del cuerpo de granaderos, grupo policial participó en varios actos de represión estudiantil previos al 2 de octubre, destitución de los jefes policiacos Luis Cueto y Raúl Mendiolea, quienes fungían como el jefe y el subjefe de la policía capitalina respectivamente y habían tenido roces con los estudiantes en varias ocasiones y posteriormente el castigo a los responsables de los hechos represivos, sin embargo, en el fondo el deseo mayor era un cambio hacia un gobierno democrático y más justo en México.
Después de ese movimiento hubo otros muchos más y así de pronto, parecía que nunca caerían los que entonces gobernaban y que no dejaron el poder, entre fraude y fraude electoral, represión, saqueo y censura. Luego muchos tuvimos la ilusión de una alternancia democrática que terminó en una alianza de los que pensábamos opositores de derecha con ese régimen ya neoliberal y fue como volver a empezar.
Ahora en julio pasado, los mexicanos decidimos una transformación verdadera, un cambio que de alguna manera anhelaron esos jóvenes de 1968. Su lucha, como también la de muchos otros movimientos sociales y nuestra memoria son el mejor legado en este momento.
Vuelve a mi memoria, como ese legado de compromiso que nos dejaron los jóvenes de ese movimiento estudiantil un fragmento del poema “No consta en actas” de Juan Bañuelos en el que dice “A ti que me hiciste hablar / sin haberte conocido, / ¿de qué materia fuiste, que las balas / no destruyeron tu belleza”.
Refill: No puedo callarlo, este próximo martes además del cincuenta aniversario de la masacre del 2 de octubre de 1968, es también mi cumpleaños número cincuenta, ya estaré en el quinto piso, así la vida.