Por definición, un asueto es un descanso o suspensión de la actividad habitual de una persona durante un periodo breve, su etimología proviene del latín assuetum de la expresión festum assuetum “fiesta acostumbrada”, así el adjetivo assuetum pasó a funcionar como nombre y lo utilizamos para referirnos coloquialmente a un día de descanso.
En días pasados me tocaron un par de asuetos, primeramente el Día del Estudiante 21 de septiembre e inicio de estación “qué más quisiera que pasar la vida entera como estudiante el Día de la Primavera, siempre viajando en un asiento de primera, el carpintero de tu balsa de madera”, entonaría el argentino Andrés Calamaro. El segundo asueto vendría por el Aniversario de Santa Cruz, referente a conmemorar la Batalla del 24 de septiembre de 1810, en Bolivia, también conocida como la Revolución de Santa Cruz que marcó uno de los primeros levantamientos independentistas de la región contra la Monarquía Española. Los días de asueto no podrían haber estado mejor sincronizados este año ya que el fin de semana quedó entremedio sumando cuatro días para descansar, festejar o suspender lo habitual, según la definición y etimología de asueto.
Tomé estas fechas para visitar el hermoso pueblito de Samaipata que se encuentra ubicado en las primeras montañas andinas, es un punto turístico típico de la región donde artesanía, gastronomía y ecoturismo son sus principales atractivos, los cuales han hecho que aloje a cientos de extranjeros que buscan su lugar en el mundo en un pequeño pueblo en el corazón de Bolivia. Durante estos días meneé algunas ideas en la hamaca; la esclavitud del trabajo, el descanso, el sistema capital, el consumo. Los anteriores conceptos están exquisitamente desarrollados en el ensayo Le droit a la paresse –El Derecho a la Pereza (1880) – de Paul Lafargue importante teórico-político y revolucionario franco español de origen cubano, yerno de Karl Marx el cual sería vital para su obra intelectual. Lafargue en este gran ensayo con una crítica penetrante y precisa pone en discusión del entonces naciente modelo capitalista, temas agudizados hasta nuestros días, escribe de manera visionaria y profética que el capitalismo desmedido generara explotación, miseria y crisis sociales profundas edificadas bajo el armado de la ilusión intencionada del trabajo como actividad que todo solucionaría. En contraparte propone una revolución del mismo con jornadas reducidas de hasta tres horas diarias, aprovechamiento de las máquinas al servicio de la sociedad y generar estadios de derechos de bienestar, las anteriores ideas contraponen la proclama capitalista que toda actividad debe tener como fin la producción y su traducción económica, que el tiempo del hombre puede comprarse, dividirse en jornadas exactas y puntuales, y que a cambio de ello se podrá controlar a la sociedad bajo la quimera aspiracional de bienestar material superfluo y el consumo como sinónimo libertad.
Lafargue plantea una liberación del trabajador -cualquiera que este sea, pero sobre todo del obrero- de la liberación del hombre al yugo del trabajo y la opresión de la jornada laboral, devela la trampa planificada del sistema de abastecer de trabajo a la clase obrera a cambio de una retribución económica para consumir lo que ellos mismos producen, arenga a luchar por una revolución social en donde el tiempo se pueda consagrar al arte, la música, la comida, las ciencias, la convivencia social y la espiritualidad, al ocio como derecho. El ocio, la pereza y la revolución del trabajo enmarcados en el “sueño de la abundancia y el goce de la liberación de la esclavitud del trabajo”, así nos propone trabajar lo menos posible para disfrutar intelectual y físicamente lo más posible.
Entre vaivén y vaivén en la hamaca, me llevó a recordar al querido uruguayo José Mujica cuando expresa “No vinimos al mundo solo a trabajar y comprar”, y ante su discurso humanista y anticapital debió casi defenderse expresando “No soy pobre, soy sobrio, liviano de equipaje, vivir con lo justo para que las cosas no me roben la libertad”.
En mitad del inesperado ocio de estos días se vivió una fiesta épica en Samaipata, miles de estudiantes congregados para disfrutar la entrada de la primavera, el calor, el vino y la comida del lugar, celebrando junto a los revolucionarios de 1810 la gesta heroica para emancipar a un pueblo del yugo imperialista, mientras Paul Lafargue y Pepito Mujica hablan al lado de la churrasquera apasionadamente de la revolución, el sistema y la vida, comparan las brasas chispeantes del carbón con las ideas que son capaces de encender conciencias y edificar revoluciones de pensamiento, de fondo se encuentra Calamaro tocando algo de rock&roll y ahí estamos todos en el AsuetoFest, reivindicando el derecho al descanso, a la pereza y la suspensión de la rutina para vivir el día como una celebración. Un aire cadencioso me despertó en la hamaca mientras la tarde cae y las ideas se van a descansar después del festín del asueto.