Aldeario / La escuela de los opiliones - LJA Aguascalientes
24/11/2024

Último tuit: “¿a dónde llevará ese camino bordeado de árboles?”. El camión se detiene. Abandonas tu asiento, el trayecto. ¿Será un jardín secreto? ¿El último secreto verdadero del mundo? (algunos dirían que esta es una obsesión mía, bueno, no algunos, yo me lo digo, pero es simple negación a mirar una realidad: jamás lo sabrás todo; el mundo, tanto el real como sus duplicados imaginarios, mundos contenidos adentro de este mundo, está lleno de secretos. Si son verdaderos o no, es la decisión de dioses arbitrarios). Atraviesas el baldío como un hombre desesperado, pero no del todo, no del todo. Una víbora rodea tus tobillos pero te deja ir, no eres él. El viento ayuda a murmurar a los árboles. Entras al camino, los pájaros desaparecen en las sombras. Mañana nadie sabrá de ti. 

Letrero en medio de un baldío: “encontrará la puerta oculta en algún lugar de la tierra”. Giras a tu alrededor. La hierba ha ocultado el paso de los otros. Haces cálculos mentales, pero no sirven de mucho, no sólo porque son absurdos, el disfraz racional de una neurosis contenida, pero también porque no sabes dónde empezar, cómo vas a determinar una esquina, y la niebla ha ocultado las montañas. ¿Cuando Sísifo empuja la piedra en realidad está buscando una puerta oculta en la hierba de los confines del mundo? En todos los cuentos del diablo siempre hay truco, truco que suele revelar el diablo para deleite de los oyentes; no tienes qué buscar una puerta cuando puedes anticipar la solución boba del enigma. Andas en el baldío. Tienes fe: los pies o la cabeza encontrarán la solución. 

Epitafio: “no sentía las moscas en la piel”. ¿Estará muerto o las moscas lo disminuyeron a base de tenacidad? 

El espíritu de la escalera: ya sé que es ingenio, pero me gusta más espíritu. Novelas, ejercicios de imaginación, respuestas ingeniosas que llegaron demasiado tarde. Uno se dice que tiene que practicar estos ejercicios imaginativos y estar preparado para la próxima vez que sea humillado por una serie de circunstancias azarosas, extraordinarias. Subes el piano, bajas el piano y miles de pequeños duendes, opiliones quizás, te vigilan con un poco de ternura, expectantes al tropiezo, al riegue o la definitiva victoria del hombre sobre las circunstancias. Un mudancero es todos los mudancero es todos los hombres es todos los hombres y todas las mujeres. Los animales y los espíritus, en cambio, se saben predestinados a la muerte. Qué van a discutir ellos cuando el fin de todas las preguntas está muy cerca. Espera, creo que se me ha ocurrido algo que decir. 

Carta: el diablo, cuando está aburrido, escribe cartas para dejarlas en los buzones de las gentes. Digo gentes porque escribe para diversos sectores de la población y no sólo eso, a veces hasta se da una vuelta por muchas de las naciones del mundo. Escribe cosas como: “hoy mereces todo el amor”, “nadie te quiso tanto como yo”, “este es el momento de abandonarlo todo”, “¿vives en el mundo o en una jaula de oro?”, “el día es espléndido, ¿estás segura de estar donde debes estar?”. Practica su caligrafía, sus garigoleados satánicos son muy negros y muy elegantes. Vaya, en apariencia escribe como una tentación irresistible. Ojo: cuando el diablo escribe sus piensos no piensa en ti, o en uno solo, pero piensa en legión; legión es el diablo, es natural que piense en masas. Distribuye y anota murmullos y ruidos, los disfraza de verdades secretas y últimas del mundo, los hace ver como senderos entre los árboles que se abren para revelarte los propósitos, los mecanismos soñados, los designios maestros.

Abres una puerta: un indigente se encuentra frente a otro. Reflejo y contrarreflejo. “He recorrido un sendero de árboles y esperaba otra cosa, menos encontrarte a ti”. “Descubrí una puerta oculta en un matorral, un letrero me dijo que debía venir aquí”. Hablan como dos pájaros, quizás dos cuervos. Uno comparte sus botones al otro, el otro presume sus agujas y las monedas capturadas. Hablan acerca de cómo abrir puertas para entrar a las casas y robarse el pan de la mesa. Se picotean el uno al otro, se abrazan, platican durante largas horas. Tiene tiempo que superaron que a los ojos de los demás son virtualmente idénticos, encontrados en una casa diseñada para ser vigilados, apreciados. El diablo, por supuesto, no sólo está satisfecho de su truco pero también está sorprendido.


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