A todos nos han horrorizado las escenas de niños destrozados por las bombas, mutilados en los hospitales por la minas, ahogados en las playas del mediterráneo porque se han caído de las balsas de emigrantes. Son los niños de las guerras en Siria o Afganistán, o en cualquier otro lugar del Medio Oriente, total son muchos. Pero no tenemos que ir muy lejos para sobrecogernos ya que aquí mismo en nuestra Tierra de la Gente Buena encontramos a los niños de nuestras propias guerras, las del narco, las de la delincuencia común, las de la violencia de pareja y las de la violencia en general. Hace solo unos días un narcotraficante asesinó a su esposa y dejó a su bebé en un jardín público, poco después un hombre salió de la cárcel y se dedicó a golpear a una niña de 5 años hasta matarla, porque sospechaba que no era su hija. Y la madre no hizo nada para defenderla. Una niña de 11 años y su hermanito de 7 escaparon de su casa porque su padrastro los golpeaba. Tomaron un taxi y una combi, sin que los conductores hicieran nada para denunciar el hecho. Una persona se dirige a un domicilio para buscar a un cliente para que le pague y se encuentra a una niña de 8 años encadenada y cuidando a una bebé de 9 meses. En la colonia Cumbres, unos niños tienen una clásica pelea de chamacos, pero el padre de uno de ellos sale iracundo de su domicilio, amenaza al otro pequeño con una pistola y hace disparos al aire. No hay hecho penal que perseguir, nadie salió lastimado. Nadie hace nada. ¿Se da cuenta? Aquí tenemos a ocho niños víctimas de los conflictos de los adultos. Sin contar la larga lista de infanticidios de los que lamentablemente tenemos ya una historia que contar. Resulta fácil imaginar lo que ocurrirá con estos niños si no son debidamente protegidos. Ya está lesionados física y psicológicamente y las heridas no sanan ni fácil, ni tempranamente. Se requiere un tratamiento que debe incluir los elementos básicos de la nutrición infantil, amor, seguridad y confianza. El drama se acentúa cuando las personas que deben dar éstos nutrientes elementales, son precisamente quienes los agreden como padres, padrastros y madres tolerantes y cómplices. ¿Cómo podrán estas criaturas vivir en protección y felicidad, si su propia madre es víctima del maltrato de la pareja y ni tan siquiera puede defenderse a ella misma? ¿Entonces quién debe hacerlo? Afortunadamente existen los recursos. Estamos mal, pero no tanto. Además del DIF estatal y municipal que hacen una gran labor, nuestra sociedad cuenta ahora con dos servicios nuevos, la Unidad de Psicoterapia Infantil Cielo Claro dedicada exclusivamente a la terapia de niños con problemas emocionales resultado de la violencia y otros factores. Está atendida por psicoterapeutas con experiencia y gran calidad humana. Recibe a todos los niños sin excepción y se asiste también a los padres y familias de ellos, para ayudarles a crear una verdadera red de apoyo. Es una dependencia del Issea de manera que el costo es mínimo. También se cuenta con un innovador sistema de atención psicológica en línea, el programa VIVE dedicado a la prevención del suicidio. Es único en el país. Aún así no faltan los críticos de oficio que sin base profesionales ni humanistas se dedican a comentar y descalificar estas nobles tareas que por supuesto no conocen. Pero en fin, ya lo dijo Wolfgang Von Goethe en 1808 “Quisieran los perros del potrero, por siempre acompañarnos, pero sus estridentes ladridos, sólo son señal de que cabalgamos…”