Aunque el proceso electoral del año 2012 también se vio ensombrecido por evidentes manejos turbios, los ciudadanos se conformaron con el hecho de que regresara al poder el Partido Revolucionario Institucional (PRI) después de los pésimos resultados del Partido Acción Nacional (PAN) y en especial por la absurda guerra contra el fantasma del narcotráfico que impusieron los dos ineptos presidentes de este último partido, particularmente Felipe Calderón, quien en su afán por quedar bien con el gobierno estadounidense para imponernos el modelo colombiano, abrió la caja de Pandora que desató la violencia generalizada en el país.
El hecho es que Calderón nos colocó de lleno el disfraz de gendarme de Estados Unidos para hacerla de escudo al juego perverso de su gobierno que nos está utilizando para, supuestamente, proteger a su población del daño de las drogas que también hipócritamente “prohibió” -porque las más mortíferas, que son el cigarrillo y el alcohol se venden libremente- cuando lo que realmente hace es cuidar que prospere ese que, con el pérfido daño que hace a su propia población, es el mayor negocio de su historia. Y es su mayor negocio porque nuestros muertos, ya sean civiles (tanto policías como ciudadanos comunes y corrientes e incluso delincuentes, que también son mexicanos) o militares (cuyo histórico prestigio desdibuja cada vez más la errada política presidencial por utilizarlos en actividades que no son de su competencia), encarecen al máximo el producto porque siendo mayor el riesgo, más imaginación, más esfuerzo y más dinero hay que agregar para que de todos modos las drogas “prohibidas” lleguen a los ávidos consumidores que representan el mayor mercado de drogadictos que hay en el planeta. Y digo que esa política del gobierno estadounidense es hipócrita, porque no quiero imaginar lo que pasaría si un buen día dejara de ingresar a su territorio la fabulosa cantidad de drogas que son introducidas actualmente y de cuyas rutas, distribución y venta son del exacto y puntual conocimiento de sus órganos de seguridad; de no ser así, el prestigio del FBI, de la CIA y de la DEA caería por los suelos.
A mi juicio ese es el problema más grave al que prometió enfrentarse el presidente Peña Nieto, pues el combate contra un fantasma sin nombre ni domicilio pero con severas pérdidas humanas y materiales nada imaginarias ni fantasmagóricas sino absolutamente reales, desquiciaron la paz de que disfrutábamos impidiendo el desarrollo normal del país.
Ese desquiciamiento -necesario recalcarlo- fue provocada por el presidente Felipe Calderón que si no supo cómo la provocó mucho menos podía saber cómo ponerle fin; yo no sé si podrá dormir con ese peso sobre su conciencia de más de 150 mil afectados durante su gobierno entre muertos, desaparecidos, mutilados, desposeídos, desplazados, viudas, huérfanos, etc., etc.; pero como la caducidad del sexenio lo salvó, él hizo mutis aquí para ir a salvar a su partido donde, después de dejarlo en ruinas, ya no lo toleran pero tampoco saben qué hacer con él.
Muchos creímos que el cambio de partido traería también cambios favorables en cuanto a la estrategia para acabar o por lo menos buscar la manera de atacar con seriedad las causas de la violencia, pero no fue así, a pesar de ser una promesa formal hecha por el candidato Enrique Peña Nieto durante su campaña que, de haberla cumplido, la historia lo habría distinguido y honrado, pero lo que hizo fue todo lo contrario: no solo continuó con la absurda “guerra”, sino que la atizó de tal manera que si en algo se distinguió su sexenio fue en ser el más violento de todos.
Y sucede que en esto, así como en todo lo demás, el PRI y PAN obedecieron, a pié juntillas, las instrucciones del imperio estadounidense, como lo veremos más adelante.
Por ahora concluiremos con dos tareas contradictorias que se impuso: la explotación máxima de nuestros yacimientos petrolíferos del Golfo y la lucha contra el cambio climático.
Por lo que toca al cambio climático, nuestros compromisos internacionales nos obligaban a hacer lo posible por reducir las emisiones de gases contaminantes, que son los que están activando el cambio climático; esto exigía, por una parte, un esfuerzo por producir energía no contaminante supliendo la generación de energía eléctrica a base de derivados del petróleo, por energía eléctrica limpia a base de energía solar o eólica; por la otra, desanimar la producción de máquinas que funcionan con base en motores de combustión interna.
Al contrario de ello, su gobierno realizó una actividad frenética por entregar la perforación y extracción de nuestro petróleo a precios de regalo a las grandes empresas internacionales a las que ahora tenemos que comprarles nuestros propios combustibles cuya refinación fuimos abandonando, mientras nuestra empresa nacional Pemex ha sido salvajemente saqueada.
Por la otra parte, mientras incumplimos nuestro compromiso internacional de reducir la contaminación ambiental de nuestro país, además estamos contribuyendo a contaminar más la atmósfera del mundo entero con los combustibles que con base en nuestro petróleo producen las empresas internacionales, en lugar de haberlo utilizado nosotros para obtener productos necesarios no contaminantes. (Continuará).
“Por la unidad en la diversidad”
Aguascalientes, México, América Latina