Uno de los términos que la ciencia política utiliza, y que es uno de los más fascinantes para su estudio al menos en lo que concierne a un servidor, es el de lame duck. No existe un término equivalente en español que sea una traducción fiel, aunque se utilizan “pato rengo” o “pato herido”; lo que sí resulta muy claro, es el concepto al que se quiere hacer mención.
Los patos, que se agrupan en bandadas, deben seguir su ritmo al volar, so pena de ser blanco de depredadores, lo que le puede suceder al pato que, herido, se vea incapacitado para desplazarse. Ha trascendido a la política cuando una persona en el cargo, tras pasar las elecciones y sabiendo el resultado, conoce por lo tanto a su sucesor. Durante el periodo en el que conviven el servidor público en funciones y el electo (a veces llamado virtual) es el periodo del pato herido.
Investigando en la red, se dice que dicha analogía surge en términos económicos, específicamente en la Bolsa de Valores. En el siglo XVIII, a una persona que se hacía de opciones de compra a las cuales no podría hacerles frente, ya no podía seguir al ritmo del grupo de especuladores y caía víctima de sus acreedores. Pasa a la política, sobre todo ante la posibilidad de la reelección limitada que tiene el presidente de los Estados Unidos: es pato herido al conocer a su sucesor tras no poder presentarse a las elecciones para un nuevo periodo, o bien, perdiendo el proceso de reelección. Es decir, el periodo entre las elecciones tradicionalmente en noviembre y la toma de posesión en enero, es el periodo en el que el presidente saliente ve minado sensiblemente su poder.
De hecho, la ceremonia de investidura como presidente en el vecino país del norte, se llevaba a cabo en marzo del año siguiente al de la elección, lo que hacía este periodo de transición muy largo, siendo recorrido al mes de enero, precisamente para desgastar lo menos posible a la figura del saliente, con el beneplácito del entrante, por supuesto, pues es inevitable que tome el poder.
Este escenario no es privativo de los presidentes americanos, en realidad ese escenario se puede presentar en el orden nacional o local, cuando quien se encuentra en el cargo ya conoce a su sucesor, y para los efectos ni siquiera es necesario que tanto entrante como saliente pertenezcan a diferentes partidos, el punto es que la opinión pública percibe una disminución del poder de quien se va, y la agenda la marca el que va a llegar.
Justo en la etapa de transición que estamos viviendo actualmente, en lo que toca a la presidencia de la República, ha sido fácil de percibir que, desde el día de la elección el ahora presidente electo ha tenido una presencia mediática que ha sobrepasado por mucho a la de quien es el presidente en funciones. Durante los meses de julio y lo que va de agosto, los medios, redes sociales, moneros, las charlas de café y, en general, el tema de conversación política ha sido el del presidente que aún no es, pero que ya va a ser.
Con la calificación de la elección presidencial, concluyó el proceso que permite la renovación del poder ejecutivo. A partir de ese momento y hasta la toma de posesión inicia esa transición que, volviendo al ejemplo actual, ha transcurrido tersa y sin sobresaltos. El presidente entrante ha tratado de definir su plan de acción muy a su estilo (el estilo personal de gobernar, diría Cosío Villegas), periodo en el que ya se ha entrevistado con el saliente, e incluso, al haber ya adelantado algunos nombramientos, en la semana se formalizaron los trabajos administrativos de entrega-recepción.
La reflexión que nos deja esta elección, es en el sentido de imaginar otros tipos de escenario. Las instituciones, todas las partícipes, deben de considerar si el andamiaje legal con el que cuentan actualmente es suficiente para un contexto en el que la transición se ve desgastada por una cadena impugnativa, por el no reconocimiento de triunfos o derrotas, o incluso por el simple hecho del largo tiempo que media entre la certeza del triunfo y la toma de posesión, en donde el pato vulnerable, resulte serlo no tanto, y termine, como en el otro dicho, disparándole a las escopetas.
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