Neil deGrasse Tyson siempre me ha parecido un divulgador formidable. No es casual que le hayan confiado la nueva edición de Cosmos (que, para sorpresa de muchos, no queda tan lejos de la versión de Sagan como podría pensarse a priori). Como buen divulgador, además, suele tener anécdotas fascinantes y respuestas de lo más ingeniosas en sus entrevistas. Una de ellas, que recuerdo ahora mientras escribo esto, es en la que comparte que tuvo la oportunidad de comentar con Cameron que le sorprendió mucho el cuidado de los detalles históricos en su histórica Titanic, pero había visto un error que a él le inquietó: el cielo nocturno de la hora, la latitud y la fecha exacta en que se hundió el barco era el incorrecto. En serio deben buscar el vídeo porque la gracia y el ritmo con que lo cuenta deGrasse Tyson son imperdibles. Más de una década después de su estreno, en el lanzamiento de su versión en 3D, el cielo se cambió para que correspondiera exactamente con el de la noche del 12 de abril de 1912 a las 4:20 am.
Esta semana vi otra de sus charlas, interactuando con otro James, el genial Corden. En ella platica el approach que él y su esposa decidieron tener con su hija cuando llegó el momento en que perdió su primer diente: el comentario que “habían escuchado hablar acerca del hada de los dientes” y que “si ponía su pieza dental bajo la almohada podría encontrar dinero a la mañana siguiente”. Cuando la hija les dijo “miren, vino el hada de los dientes” él y su esposa preguntaron “¿cómo sabes que fue el hada de los dientes?” así que ella se quedó con la inquietud. Después de eso ideó varias “trampas” para atrapar al hada en sus visitas nocturnas. Cuando esto no tuvo resultados lo comentó con sus compañeras y compañeros de escuela. Comenzaron a hacer hipótesis. Una de ellas: padres y madres se encargaban de la fantástica transacción. Idearon un método de control: si perdían un diente en la escuela no lo comunicarían en casa, lo pondrían secretamente bajo la almohada y verían si a la mañana siguiente había dinero o no. Evidentemente, en las ocasiones en que no dieron aviso a padre o madre, a la mañana siguiente lo único que había bajo la almohada era el diente perdido.
Me parece un gesto absolutamente hermoso: pletórico de didáctica, de amor parental y un regalo de infancia maravilloso: educar para la duda. Muchas y muchos de nosotros crecimos en tradiciones que incluían este tipo de “fantasías”, pero que sólo pasaron a ser desveladas como una “mentira piadosa” o algo por el estilo, dejando pasar la oportunidad de permitirnos explorar el mundo a través de la duda. No me refiero a una sospecha gratuita, sino a una curiosidad que siempre es importante. Hay muchas niñas y niños que incluso se ven frustrados directamente por su padre o madre para seguir respondiendo a sus dudas, ya sea por desinterés, ignorancia o llana pereza. Preguntas que terminan con un “pues así es y punto” como lapidaria respuesta.
Pienso que no sólo en el terreno de estas fantasías como el ratón de los dientes, o los reyes magos, sino en muchos otros casos perdimos como niñas y niños una oportunidad de ser retados intelectualmente y antes que generar más preguntas, antes que invitarnos a reflexionar, fuimos orilladas y orillados a rendirnos ante las cosas simplemente “porque así eran”. El sistema de educación pública no hace una gran mejoría al respecto. Recuerdo incluso haberme topado con maestras o maestros que calificaban mal una respuesta correcta por no haber llegado a ella por el procedimiento “correcto”: evidentemente el enseñado en clase. Eso es menos inocuo de lo que parece. Repetimos patrones que nos fueron heredados, y a su vez heredados a nuestras madres y nuestros padres a veces sin tener mayor oportunidad de cuestionarlos. Esto no funciona sólo en el plano epistémico -harto valioso en sí mismo- sino en otros planos, como el ético: ¿qué tanto fuimos educados como niñas y niños para cuestionar nuestras tradiciones y nuestras costumbres? ¿qué tanto se nos enseñó a revisar de manera permanente las creencias transmitidas de generación en generación? ¿qué tanto se nos alentó a suspender las “verdades” que nos fueron dadas con esa etiqueta y que seguimos arrastrando años, décadas, generaciones después?
Tal vez muchos de nuestros juicios más profundos sobre el mundo, sobre los derechos humanos, sobre lo que se debe y no se debe hacer, sobre lo que es “normal” o no, tiene simplemente que ver con que pocas veces nos detuvimos a cuestionar lo que nos fue entregado como una verdad incuestionable. Ya sea en la política, en la religión o en la moral. Evidentemente hay una edad en que la verdad sobre el ratón de los dientes o los reyes magos nos fue revelada. Pero también creo que hay muchos temas que por generaciones se han entregado como una estafeta sagrada. Tal vez deberíamos recordarnos que por más que algo parezca estar en orden siempre puede ser corregido, con datos más precisos, con una revisión y descartes exhaustivos de lo que “conocemos”, que la verdad está mucho más allá de lo que nos contaron nuestra madre o padre, y mucho más allá, acaso de lo que a su vez les fue contado en su propia infancia.
/aguascalientesplural | @alexvzuniga