No puedo saber cuál fue el resultado de la jornada de ayer para cuando escribo esto. No se trata pues mi columna de celebrar el triunfo de algún candidato o lamentarme del resultado electoral. Se trata de hablar sobre el fenómeno que vivimos este domingo 1 de julio. Probablemente parecido al idealizado cambio del 2000, pero magnificado por las redes sociales, la jornada de ayer verdaderamente significó una efervescencia de la ciudadanía. Salir temprano, ansiosas y ansiosos, a emitir voto. Compartirlo con esperanza, con orgullo, cualquiera que haya sido el recuadro tachado, es algo que debe festejarse y de lo que debemos aprender.
A partir de hoy, lo que venga, depende de quienes nos gobernarán y de la exigencia y el involucramiento que tengamos. Seis años después de la llamada “primavera mexicana” parecen verse las primeras flores, y no lo digo por el resultado de la elección (que insisto, ignoro a estas horas) sino por el entusiasmo con que salimos a votar. Sí, en las redes sociales, como es costumbre, hubo sórdidas peleas, ofensas, descalificaciones fáciles, defensa a ultranza y casi sectaria de ciertos candidatos, pero también, como nunca, un esfuerzo por informarnos. Yo sí vi un cambio. Me sorprendió ver muchas publicaciones llamando a la cordura sobre los lápices del INE, comentando que las y los ciudadanos estaban al cargo de las elecciones, pidiendo que votáramos por quien fuera nuestra voluntad pero que lo hiciéramos. Ayer, por un instante (espero no equivocarme para estas horas) sentí que fue más importante el voto mismo que los candidatos (y en el panorama actual eso no es necesariamente malo).
No es seguramente la clase política la que ha traído estos cambios, sino la ciudadanía. Dejando de lado que debemos aprender a polarizar menos y a defender a nuestros gallos como si se tratara de fútbol, verdaderamente creo que hubo un cambio para nuestra democracia. Las iniciativas civiles han demostrado que pueden, verdadera y virtuosamente, volverse el cuarto poder. Iniciativas para mejor la transparencia, para ser responsables con lo que compartimos, para llamar a la cordialidad después de las elecciones, son pasos importantes que, aunque aún se hayan hecho a veces con torpeza, debemos celebrar.
Vivimos un proceso electoral larguísimo, violento, lleno de descalificaciones, pero al menos por ayer, pareció que todas y todos, vestidos estrictamente de ciudadanos, podemos estar por encima de esas tragedias y aspirar a transformarlas. No quiero caer en el cliché de que el cambio está en nuestras manos porque suele hacerse énfasis en lo individual y ciertamente ésa es una falacia cursi. Pero el cambio sí está en nuestras manos en el sentido de comunidad: no sólo salir a votar sino comprometernos a vigilar los resultados de nuestras elecciones. Preocuparnos por lo que pasa en nuestros congresos, denunciar los actos de corrupción, exigir resultados que no están en la clase política por sí misma, sino en el compromiso que hagamos para involucrarnos y regularla efectivamente. Y creo que es posible. Quien haya ganado prometió eso y más nos valdría asegurarnos de que sea cumplido.
Mención especial a todas las ciudadanas y todos los ciudadanos que participaron en la organización de la elección: que pase lo que pase, recordemos que son nuestras vecinas y vecinos, la gente que trabaja con nosotros, la gente que este domingo cerró su changarro, que se malpasó con una comida improvisada, quienes nos regalaron esta robusta estructura electoral. Lo digo sin atisbo de duda. Nos falta caminar hacia la democracia más virtuosa, a la deliberativa, a la participativa, pero nuestra estructura electoral es un portento. Gracias a todos los héroes y heroínas que desde el anonimato soportaron ayer la larga, larguísima jornada para darnos certezas este día. Ojalá que no ofendamos ese esfuerzo con suspicacias insensatas. De la misma forma a todas y todos los comunicadores que vivieron una jornada maratónica para dar información sobre la elección.
Creo que el paso de ayer fue importante. Si la percepción que tengo es correcta (y creo que compartida por muchas y muchos) debió ser una jornada histórica en participación. Hoy debemos olvidar el color que tuvo nuestras porras o nuestras críticas. Debemos recordar que ese proceso ha terminado y que lo que sigue es el más alto grado de exigencia a quienes hayan resultado electas y electos. A partir de hoy todos formamos parte de un mismo equipo, del lado de quien gobierna cuando sea meritorio y del lado de su oposición cuando sea justo. La historia de un nuevo país puede comenzar hoy. Porque siempre podemos reinventarnos. Por que esa es la milagrosa capacidad humana. Somos un proyecto y hoy ese proyecto tiene un nuevo rostro. A partir de hoy debemos unirnos en la transformación y comprometernos en la acérrima exigencia. No sé quién ganó, pero ayer soñé con un cambio en nuestra manera de vivir la democracia. Que las flores de nuestra primavera sigan creciendo, que nadie y menos aún los ganadores se atrevan a pisotearlas, que nosotras y nosotros lucharemos porque no se marchiten. Por lo pronto, me dieron ganas de escuchar la voz de Lennon: power to the people.
/Aguascalientesplural
@alexvzuniga