El filósofo alemán Max Scheler, en su obra centenaria sobre el resentimiento en la moral, fue consciente, del peligro amenazante de la concentración del poder, advirtiendo, desde hace un siglo, sobre el advenimiento de un poderío gigantesco y la no correspondencia del mismo con valores como la responsabilidad, la honradez el derecho y la libertad. En contraste con este poderío material, pronostica un debilitamiento del espíritu social, que pudiendo engendra una barbarie, se vacía de sus mejores asideros culturales.
El resentimiento -afirma Scheler- es una autointoxicación psíquica que surge al reprimir sistemáticamente la descarga de ciertas emociones y afectos, los cuales son en sí normales y pertenecen al fondo de la naturaleza humana. De ahí que cercanos al resentimiento estén la venganza, el rencor, la envidia, la ojeriza, hasta la perfidia.
Según Scheler, hay en el resentimiento una impotencia que refrena la exteriorización. Por esto, la condición necesaria para que éste surja, se da tan sólo allí donde una especial vehemencia de estos afectos va acompañada por el sentimiento de la impotencia para traducirlos en actividad, y el resentimiento termina dando forma a una personalidad amarga y resentida.
El resentimiento es siempre un fenómeno de vida descendente porque no puede desarrollarse sin un sentimiento de impotencia. Los auténticos juicios de valor, nunca deben basarse en el resentimiento, porque pueden formularse juicios falsos, y tomarse por ello decisiones erróneas.
El resentimiento es una de las causas que derrocan al orden en la conciencia humana. Es una fuente de error en la aprehensión del orden y su realización en la vida.
Muchas son las preguntas que surgen en torno al resentimiento
- ¿Qué situaciones lo generan?,
- ¿En qué medida los antecedentes, las circunstancias existenciales de cada individuo contribuyen o favorecen la aparición del resentimiento?,
- ¿Es el resentimiento un estado permanente o sólo un fenómeno pasajero en la dinámica psicológica de los individuos?,
- ¿Cómo se forma y cuán intenso puede ser en personas normales y en individuos con trastornos psicológicos?,
- ¿Hay resentimientos específicos (“resentimiento social”, resentimiento económico”, “resentimiento político”, etc),
- ¿Es el resentimiento un fenómeno que, más bien, matiza toda la conducta del ser humano y cuyos efectos se manifiestan en todos los aspectos de su vida?
Bernstein y Crosby (1980) dan la siguiente definición: Resentimiento es “un sentimiento permanente de haber sido maltratado o postergado (por alguien, un grupo de personas, una institución, o por la vida o el destino en general) en el logro de determinados bienes materiales o espirituales, a los que se creía tener derecho, por lo que el sujeto considera que lo que él ve como principios elementales de justicia y equidad han sido violados en perjuicio suyo y, además, que otros poseen algo (material o espiritual) que él también tendría derecho a poseer y que le ha sido negado sin razón valedera”.
Tomando el término del francés, Nietzsche introdujo en filosofía el concepto de ressentiment; lo hizo uno de los pilares de la moral de los esclavos, de los sometidos, de quienes son incapaces de actuar por su iniciativa sino que sólo reaccionan, si lo hacen, después de guardar y cultivar dolor y rencor por su impotencia.
Si el ofendido o maltratado puede desahogarse, no guarda resentimiento. Si no puede hacerlo, se convierte en amargado o envenenado. Entre ofendido y ofensor debe haber una cierta igualdad de nivel que le permita a aquel compararse con éste, como en una justa deportiva o una contienda electoral.
El resentimiento, al menos el social, sería escaso en una democracia política que tendiera a la igualdad económica. En cambio, habrá un alto grado de resentimiento en aquella sociedad en la que como la nuestra, los derechos y la igualdad social constitucional, coexisten con diferencias muy notables en el ámbito del poder, de la riqueza y la educación verdaderamente efectivos. Esto es, en una sociedad en la que cualquier persona puede compararse con cualquier otra en cuanto a sus derechos, pero no puede compararse en su situación de hecho.
El aporte de Scheler nos parece muy relevante para comprender la dinámica del resentimiento activo que se revela en muchas sociedades actuales. El igualitarismo proclamado por las democracias modernas está lejos, y pareciera que cada vez más lejos, de garantizar igualdad real a todos los ciudadanos y sus hijos. El papel degradado de las elites -gobernantes, productivas, intelectuales, culturales- las muestra como desprovistas de valores o distorsionándolos. En muchos casos, cobran en efectivo y en corto tiempo sus antiguos resentimientos.
Aquí y allá los brotes de violencia colectiva, la inseguridad creciente en los núcleos urbanos -incluso en los pequeños-, el odio de o hacia minorías, socialmente relegadas o no, incluso las guerras de las últimas décadas, parecen claras manifestaciones de resentimientos reactivados. Se culpa con frecuencia -muchas veces con razón- a las élites, pero las explosiones de los sustratos sociales más bajos suelen ser impredecibles, incontrolables, no sujetas a reglas.
Al interior de nuestro país, como en países de la región, se impone un compromiso de todos por lograr mejores oportunidades para la igualdad: luchar contra la corrupción, mejor y de manera más transparente mejorar la distribución del presupuesto en los servicios sociales básicos, mejores medios para la expresión de todos. Evitar cuidadosamente los “relatos” que destruyen la imagen y la voz de los otros. Y, sin duda, exigir, difundir y consolidar las prácticas de respeto, buen trato y solidaridad entre las personas para hacer más pacífica la convivencia, promover la cohesión social y favorecer la promoción personal de cada ciudadano.