Se dice que México está polarizado. Los resultados de la reciente elección parecen confirmar el diagnóstico. De la parte del electorado que salió el domingo 1 de julio a ejercer su voto, la mitad eligió una opción y la otra mitad repartió su voto entre los candidatos restantes. Pero esto no indica por sí mismo que exista polarización en la ciudadanía. Se requiere la presencia de distintas condiciones para que la polarización, ese gran enemigo de los gobiernos democráticos, amenace con seriedad la gobernabilidad de un territorio.
Una primera condición, y quizá en la que más reparan algunos analistas políticos, tiene que ver con la distancia. Si pensamos en dos grupos de personas, estos estarán más distantes en tanto que las creencias de los individuos que los componen se encuentren más lejanas entre sí. Piensa por ejemplo en el grupo de los creyentes y de los ateos. Entre ellos la distancia es amplia con respecto a conjuntos de creencias relevantes que tienen que ver con sus igualmente distantes concepciones del mundo. Mientras que miembros del primer grupo consideran que el origen de nuestro universo requiere de manera necesaria una inteligencia creadora, miembros del segundo grupo consideran que el universo no requiere una causa de ese tipo. No obstante, también puede ser el caso que muchas otras creencias de cada individuo del primer y segundo grupo se traslapen: aunque miembros del primer grupo pueden considerar que un feto es una persona con derechos, mientras que miembros del segundo lo niegan, pueden algunos (o muchos) miembros de ambos grupos creer que el aborto no debe ser penalizado. De este modo, la presencia de algunas creencias lejanas, o bien la presencia de algunos individuos que defienden un extremo ideológico del grupo al que pertenecen, no hace que una sociedad necesariamente se polarice. Puede haber algunos extremistas y algunas creencias muy distantes entre los polos sociales, no obstante, mientras extinta una amplia meseta de creencias y metas compartidas, una sociedad no estará polarizada.
Por esta razón necesitamos una segunda condición: la homogeneidad. Está condición se introduce para excluir el caso de los pocos extremistas ideológicos que pertenecen a algún grupo de los polos sociales. Mientras más homogéneas sean las creencias de un grupo social, y a esto se le sume la distancia de estas creencias con las de otro grupo ideológico, más lejanos estarán los individuos de ambos grupos entre sus concepciones del mundo. Así, distancia más homogeneidad genera mayor polarización.
No obstante, existen otras condiciones que generan polarizaciones más difíciles de tratar socialmente. Pensemos en la condición del antagonismo. Considerando esta condición, dos grupos sociales están más polarizados mientras más emociones negativas y de mayor intensidad jueguen un papel en nuestras consideraciones sobre el grupo rival. Cerca de esta condición, y alimentándola, está la de incivilidad. Desde esta condición, habría que entender la polarización a partir del tipo de discurso que suele escucharse a los miembros de un grupo con respecto a los miembros del grupo opuesto. Mientras más ofensivo sea, generará mayor antagonismo, y esto generará mayor polarización.
Una penúltima condición es la de rigidez. Existirá mayor polarización mientras los individuos pertenecientes a los grupos de los polos sociales traten a sus valores y a sus creencias de manera mucho más dogmática. La rigidez del dogmatismo será la causante de una menor disposición a la mutua comprensión y al diálogo, por ende, a perpetuar que los individuos sigan distanciándose.
Por último, podemos considerar la condición del estancamiento. Esto sucede cuando los miembros de los grupos sociales opuestos son incapaces de cooperar y trabajar juntos para resolver los problemas públicos y comunes. Este estancamiento no sólo incrementa la polarización, sino que impide la vida social y democrática.
Mi impresión, teniendo en cuenta estas condiciones de la polarización, es que en México ni hay suficiente distancia entre los grupos sociales, ni suficiente homogeneidad entre los individuos que pertenecen a cada grupo. Nuestra percepción de polarización se da debido al antagonismo e incivilidad del discurso público. Estas condiciones, además, pueden también generar una sensación de estancamiento. Somos un país menos heterogéneo de lo que pensamos, pero nuestra forma de hablar públicamente está haciendo un flaco favor a nuestra joven democracia. Más que atender a los síntomas de una aparente polarización, debemos atender las causas de nuestra incapacidad de dialogar públicamente.