Después de dos semanas intensas de proclamas por la unidad, la concordia y la conquista de la paz nacional, aparejadas con el triunfo del Lic. Andrés Manuel López Obrador; el domingo pasado, fue enseñoreado en el ámbito global por la cumbre de Helsinki, Finlandia entre el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump y el presidente de la Federación de Rusia, Vladimir Putin, enseguida entramos a una pausa que trajo la turbulencia en ambos frentes.
En el nacional, el acto punitivo del INE contra Morena por el supuesto fraude del monto recabado para auxilio de los damnificados de los sismos del 19 de septiembre pasado, 2017, y que por el Instituto Nacional Electoral (INE) aprobó multar con 197 millones de pesos a Morena por la constitución del Fideicomiso ‘Por los demás’, para obtener recursos con un mecanismo de financiamiento alterno a las reglas establecidas respecto al financiamiento privado en la ley. A lo que responde airadamente López Obrador: “Es una medida draconiana y totalmente injusta”, se quejó el tabasqueño (Fuente: Excélsior. Fabiola Xicoténcatl 20 de julio 2018 https://bit.ly/2LpemJS ).
En el frente internacional, el malhadado evento de prensa protagonizado por Donald Trump, en que ostensiblemente, frente a cámaras y en vivo, se alinea a la supuestamente fuerte postura de Vladimir Putin en que niega la intromisión (meddling) de su gobierno en las elecciones presidenciales 2016 de los Estados Unidos y, por otro lado, fustiga a sus propias instituciones y personal de inteligencia, recriminando su impulso a la investigación de la fiscalía especial que está en plena vigencia. La que, por cierto emite una última resolución el 13 de julio, 2018 por el Departamento de Justicia, en que anuncia acusaciones contra 12 miembros de la agencia de Inteligencia Rusa, GRU, como parte de la investigación actuante de Mueller. La acusación argumenta que los rusos señalados se involucraron en un esfuerzo sostenido para hackear los correos y la red de cómputo asociados al Partido Demócrata, durante la campaña presidencial de 2016. Esta turbulencia no cesa aún, a pesar de los esfuerzos del mismo Donald Trump y la Casa Blanca, para remediar el grave deterioro de su credibilidad y confiabilidad. (CNN. 2016 Presidential Election Investigation Fast Facts. CNN Library. Updated 2132 GMT (0532 HKT) July 17, 2018).
Pues bien, esta pausa antecedida por dichas turbulencias en el ambiente mediático y político, nos lleva a repensar la importancia del proceso negociador, a manera de vía inevitable para zanjar los diferendos.
En efecto, hemos de recordar que, aun entre filibusteros existía el dulce arte de “parlamentar”: “La maldición de la Perla Negra” de la popular saga Los Piratas del Caribe (01/09/2003) nos evocó de chispeante manera el fundamento del código pirata sobre el recurso -en última instancia- de invocar el “derecho a parlamentar”; evidencia de ello se muestra cuando la bella Elizabeth prisionera del Capitán Barbossa, para no revelar que ella es hija del Gobernador Weatherby Swann, negocia con los piratas su libertad, bajo el poderoso derecho de “parlamentar”, para ofrecerles a cambio la entrega de un medallón de oro que, al parecer, concentraba el hechizo de la maldición sobre la tripulación del barco La Perla Negra.
El argumento del “derecho a parlamentar”, que de manera picaresca y cínica rige desde antiguo el mundo de la piratería, evoca aunque sea distorsionadamente el valor superior de la negociación, máxime cuando se trata de la negociación política. Dado que el “sine qua non” de un tal parlamento es lograr acuerdos, porque en ello está la esencia de la cosa pública; de modo que todas las evasiones, tergiversaciones, ocultamientos, evasiones y vacuas excusas ponen en entredicho el bien superior y el interés público de una Nación, de un estado, de un municipio o de una localidad.
En el drama como en la vida real, nuestro papel es estar dispuestos a intercambiar un “quid pro quo”, gracias al cual enajenamos algo y nos apropiamos de algo. La promesa empeñada en campaña, de un político que aspira a un cargo por elección popular, es el quid que está sujeto a ser honrado, una vez que se está en el cumplimiento del deber; y el “pro quo” es tu voto otorgado en aceptación a su oferta, como manifestación unilateral de voluntad expresada públicamente. Entenderlo así significa estar en la frecuencia correcta capaz de producir la resonancia requerida en el sistema democrático, a la hora del relevo constitucional de Gobierno.
¿Qué me motiva a votar? Existe un principio fundamental que define la motivación como “automotivación”; es decir, nada ni nadie en sentido estricto te va a motivar, si tú no te automotivas. Es algo que sale desde dentro de tus emociones, brota de tu convicción inteligente para actuar, nace de tus valores y cariños de fondo, responde a tu intención consciente de cambiar la realidad, tu entorno social.
Por ello es importante negociar. Nadie te motivará, si tú no te motivas a optar y actuar. Los acicates para pedir y emitir el voto los constituyen los objetivos respectivos que se proponen conseguir votantes y votados. Si éstos son difusos, imprecisos u obscuros; la negociación resultante será exactamente igual difusa, imprecisa y oculta. Necesidades claras y bien planteadas, serán satisfechas; si no, no.
Los estilos de negociación pueden ser diversos, pero el objeto esencial de negociar no. En los pueblos latinos de cultura hispana, predominó un esquema autoritario, en donde pesaba gravemente la autoridad paterna/materna, y con un estilo de influencia fuertemente razonador. Te mando esto, porque…, yo así lo entiendo. En los pueblos de ascendencia anglo-sajona fue predominante un esquema liberal y más permisivo, sobresaliendo un estilo de influencia asertivo: dime tú qué quieres y acepta las consecuencias. El primer estilo lleva al paternalismo en la toma de decisiones, y el segundo implica el aprendizaje bajo ensayo y error, sujeto a márgenes de riesgo. Una tercer esquema evolucionó más en los países orientales, que también pertenece al campo de la persuasión, pero bajo una propuesta: yo te ofrezco esto, pero a cambio quiero esto otro. La diferencia entre uno u otro no puede sujetarse a la calificación genérica de “buena” o “mala”; sino que nos remite a otra especie de consecuencias: la eficacia o la ineficacia en la resolución de nuestras situaciones de conflicto. Este es el punto correcto para su valoración.
De manera que el caso actual tanto de López Obrador, al recibir su reciente mandato, como el caso de Donald Trump pasan por la criba de una negociación justa, equitativa y ante todo positiva.
¿Existe alguna salida a los conflictos, más allá de las pautas culturales dominantes? Sí, definitivamente. La solución está en el recurso flexible a un manejo habilidoso para influir positivamente en los demás. El punto de resolución no necesariamente está en la fuerza lógica o razonada de nuestras posiciones, sino en el manejo eficaz de la energía emocional capaz de influir en el sentido de un cambio en la posición del otro, y al final ambos quedar satisfechos del acuerdo encontrado. Este punto de quiebra de los conflictos reside primordialmente en los estilos de influencia asociados a la asertividad.
Lo que no aceptable ni negociable es obtener una franquicia imbatible para ejercer con impunidad el reparto del botín del erario público; en términos sociológicos se le denomina: “spoils system”, al sistema de reparto del botín político. “Quae cum ita sint…”, estando así las cosas -decía el clásico estribillo de César en sus partes de guerra al Senado Romano, SPQR (Senatus populusque Romanus)-, no se trata de ponernos muy exigentes -aunque debiéramos- tenemos el imperativo perentorio de exigir a nuestros representantes ciudadanos, el dominio y diestro manejo de tres asignaturas fundamentales para la vida parlamentaria: la Ética Política, la Retórica Política y la Negociación.
Desde luego que este gran recurso de la persuasión inteligente y energética en la negociación, no exime del dominio y correcta gerencia del proceso negociador, que requiere del conocimiento y dominio de los contenidos del tema que se debate; como trascendental es aprender que se negocia para “satisfacer necesidades” y no para conseguir objetivos ocultos o no negociables; o manejar hábilmente los objetos de intercambio como si fueran “divisas” -con valores relativos cada una” y valiosas de acuerdo a la percepción de cada una de las partes involucradas. En efecto, la negociación es el intercambio de divisas, no necesariamente equivalentes comparadas una a una; puesto que su verdadero poder como valores o medios de intercambio es más la “percepción valoral” que mi contraparte asume, que el valor intrínseco como un bien intercambiable en cuanto que tal.
En suma, la Influencia positiva y estructuración correcta de las partes de la negociación, en un todo, garantizan acuerdos exitosos y benéficos, aun para partidos contradictorios. Si ellos ganan, nosotros –ciudadanos del mundo- ganamos; si ellos pierden, todos nosotros perdemos.
Wrap it up! ¡Envuélvelo! ¡Concluye! ¡Ciérralo! Una expresión de la máxima importancia para dar por concluido un asunto. En el proceso de una negociación es la condición definitiva sine qua non, hay o no hay acuerdo. La conclusión de la realización de un proyecto está condicionada por este factor, empaquetarlo, envolverlo. Tan es el punto culminante de un pacto o de un contrato que a los buenos y eficaces negociadores se les califica de: “He-She is a closer” (cerrador-a). Y ¿cómo hacemos el wrap it up? Yo opino que no ciertamente seguir tachando ciegamente en los renglones torcidos de las boletas electorales en cuanto que tales. Tenemos que abrir, desde aquí y ahora, vías alternas de evaluación, valoración, selección y elección de candidatos. Las iniciativas inéditas de la sociedad dictarán las nuevas reglas de representatividad auténtica que lleven a buen término sus proyectos estratégicos.