La ciencia goza de amplia aceptación en nuestra sociedad por razones tanto teóricas como prácticas. En el plano teórico, queremos aceptar sólo aquello para lo que hay buena razón para creer que es verdadero; y consideramos que la ciencia es la única buena manera de llegar a creencias razonables acerca de lo que es verdadero. Por esta razón, muchas personas intentan avalar sus prácticas y productos llamándolos científicos, con lo que buscan que las demás consideren su trabajo similar a la especial y fiable fuente de conocimiento que la ciencia dice brindarnos. Para algunas personas, la ciencia tiene una autoridad especial. Si la ciencia tiene esta autoridad privilegiada, debida en parte a la fiabilidad de sus métodos para la obtención de conocimiento, algunas personas creen que también posee autoridad práctica en los contextos donde dicho conocimiento juega un papel preponderante. Así, por consideraciones prácticas, buscamos y requerimos conocimiento fiable en áreas como la salud, el testimonio experto, las políticas medioambientales, la educación y formación científica, y el periodismo. Deseamos diseñar, construir y aplicar políticas sociales, currículos escolares y veredictos en las cortes a partir de nuestras creencias mejor justificadas. Tendemos a atribuirle a la ciencia un papel especial en éstas y otras tareas. De esta manera, por razones prácticas, el viejo problema de la demarcación entre la ciencia y la pseudociencia ha sido rehabilitado.
No obstante, la ciencia ha sido también cuestionada. Muestra de ello son los debates en torno a las dos culturas (la científica y la artística y humanística), y las más recientes disputas dentro de las llamadas “guerras de la ciencia”. Los críticos de la ciencia disponen también de razones tanto teóricas como prácticas para sus invectivas. A partir de enfoque práctico e ideológico, los críticos de la ciencia en la era postcolonial afirman que es opresiva, y que uno no puede justificar moralmente el subyugar a personas soberanas en favor de la difusión del conocimiento, pues no existe algo así como un conocimiento superior, sólo diferentes conocimientos, cada uno apropiado para su situación particular. La tolerancia epistémica es la moraleja fruto de sus reflexiones. Aunque las motivaciones ideológicas tienen un papel para los críticos de la ciencia, algunos de ellos usan razones teóricas para respaldar sus afirmaciones. Un viejo tufo a relativismo es percibido por algunos científicos al interior de los argumentos contra la pretendida objetividad científica. Los argumentos que cuestionan la autoridad de la ciencia revisten distintas formas, pero a menudo lo que ponen en tela de juicio es la objetividad de la investigación científica.
Si la objetividad es un ideal científico, dejarla de lado puede distorsionar y tergiversar la naturaleza y objetivos de la ciencia. Esta objetividad usualmente se interpreta como una característica de los métodos, resultados y afirmaciones científicas, las cuales -se piensa- pueden sustraerse de perspectivas particulares, compromisos valor, sesgos comunitarios e intereses personales. No obstante, algunos críticos de la ciencia afirman que los científicos son incapaces de reunir evidencia y evaluar teorías o modelos científicos sin realizar juicios de valor contextuales; también consideran problemático su intento de alcanzar intersubjetividad plena al interior de la comunidad científica debido a sus preferencias personales y experiencias idiosincrásicas. Más importante es el hecho de que algunos críticos de la ciencia afirman que ésta es sólo un punto de vista entre muchos otros, sin algún privilegio y autoridad especial. Algunos críticos de la ciencia han dejado de considerar al conocimiento como una reflexión neutral y transparente acerca de una realidad que existe independientemente de nosotros. Por el contrario, la mayoría acepta que todo el conocimiento es conocimiento situado, el cual refleja la posición del productor de conocimiento.
Resulta necesario ofrecer un balance de un aspecto importante de este último debate. La discusión a este respecto ya no es sólo un problema teórico, uno que aqueja sólo a personas reflexivas, sino uno público de inmensa importancia. Debemos averiguar si la concepción de la investigación científica que afirma que ésta necesariamente involucra una perspectiva o punto de vista impone o no una restricción severa a su ideal de objetividad y a su autoridad. No obstante, los defensores de la ciencia trataremos de defender que ésta es objetiva y es un punto de vista privilegiado para obtener conocimiento del mundo. En otras palabras, aunque la ciencia sea un punto de vista, no es sólo un punto de vista entre otros.
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