Era un hecho, una victoria cantada desde el inicio del proceso electoral, entonces por qué a algunos les asombró el triunfo de Andrés Manuel, fue la crónica de una victoria anunciada so pretexto de no creer en las instituciones y la democracia en México. No hay nada de qué sorprenderse, los resultados eran obvios, o qué, a poco pensó, estimado lector, que los de la mafia del poder se iban a arriesgar a aplicar el ya conocido fraude institucional, claro que no, el pueblo hubiera incendiado Palacio Nacional, para muestra un botón, el laboratorio poblano donde la esposa de Rafael Moreno Valle, Martha Erika Alonso, aventaja a Miguel Barbosa, los hechos violentos del martes en Puebla por lo menos a mí me dejaron ver un ejemplo claro de lo que Morena y sus simpatizantes hubieran hecho si Andrés Manuel estuviera metido en un proceso cerrado y con Ricardo a la delantera. Pero y qué pasó con los no revoltosos, los no simpatizantes del presidente electo que nunca actuarán de manera beligerante contra nada, los que no estamos de acuerdo con la decisión del resto de los nuestros, o por ser minoría no figuramos en la escala de agresión a la que está acostumbrada nuestra “democracia”.
Del análisis que hago basado exclusivamente en la observación de conductas de personas que conozco y que no votaron por Andrés Manuel, sin pretender llegar a identificar muestras representativas ni estudios formales, escucho por ejemplo el malestar de una abogada que dice estar de luto por el triunfo de Morena pues a ella le constan los malos manejos de recursos financieros en la Ciudad de México durante el gobierno del futuro presidente de la nación. Ella está frente a grupo en una institución de educación superior, acaso pudiera ser un foco detractor para el nuevo régimen. Una colega y amiga de la península de Yucatán, Lulú Pérez el mismo domingo en redes sacó todo lo que traía en contra del proceso, del sistema y del ganador, válido, completamente válido, con una redacción exquisita pone sobre el escritorio cibernético su visión. Carlos Pliego me compartió un escrito donde un anónimo, o por lo menos para mí así fue, plantea la posibilidad de una teoría de la conspiración donde el gobierno desde la más alta esfera está coludido con el actual presidente electo, pero desde 2012 para hacerlo ganar y cambiar el nombre del partido en el poder, pero no los titiriteros; un acuerdo para seguir con lo mismo, el nuevo PRI es Morena, audaz sin duda, pero con un fundamento endeble por el momento. El fenómeno no es nuevo para nosotros, ya lo habíamos vivido en 2000 con el triunfo de Vicente Fox y la primera caída del PRI, en esa ocasión la historia terminó mal para el panista, la luna de miel fue corta y después apareció la decepción nacional. Acá la cosa está interesante, si bien Andrés Manuel no se comprometió a terminar con un conflicto armado en tres minutos si pretende gestar una cuarta transformación de México sin poner fechas, más ambicioso creo yo.
¿De verdad estamos estrenando democracia?
Ahí le va, revisando el significado de esta palabra que ahora parece estar de moda, porque por fin somos una nación demócrata, la UNAM en su página archivos.jurídicas.unam.mx dice que la democracia es una forma de gobierno del Estado donde el poder lo ejerce el pueblo a través de mecanismos fundamentales de participación, el más importante de ellos es el sufragio universal, libre, directo y secreto con el cual se elige a representantes para un periodo determinado. Entonces eso quiere decir que en 2000 y ahora en 2018 fuimos un país que probó las mieles de la democracia después de tantos años de dictadura disfrazada de institucionalidad. Los gobiernos en turno no pusieron en marcha la maquinaria del fraude electoral y dejaron que el pueblo decidiera en serio. En esta historia moderna de México partiendo del fatídico 2000 los golpes de decepción fueron duros, cuando creíamos que el PAN era la mejor y única opción el señor de las bota vaqueras hecho todo a perder, después Felipe, la historia le carga el santito de haber declarado la guerra al crimen organizado, y finalmente don Quique que no da una en ninguno de los rubros que miden su desempeño como líder supremo. Obviamente la presión social subió a niveles nunca antes vistos, si bien somos una nación bipolar, a veces sumisos, luego solidarios, bravos en pocos momentos, ingenuos en muchos, llegó el momento que nunca espero la mafia del poder pudiera suceder, sancionar al sistema, el voto de castigo; con la víscera en la mano y no con el corazón como lo pidió el amoroso de Andrés Manuel salimos a sufragar, el voto de castigo para los amigos del Quique, por el que quieras menos por el PRI decían por ahí, Por Anaya no, va a ser lo mismo y ni modo de votar por el mocha manos, entonces qué opción quedaba, Morena, con toda la comunicación implícita de las encuestas, de los sondeos y de los comentarios. Fue el momento preciso, el golpe a la cabeza y la confusión de muchos, la división del país, aunque parezca que estamos unidos con Andrés Manuel, los mensajes inéditos de los candidatos derrotados creo yo que prematuros, el México de los memes y las bromas, la jocosidad que, por momentos harta, fastidia, la hipocresía y la bipolaridad que le comentaba.
Este hombre tiene un paquete del tamaño del territorio nacional, nosotros tendremos que compartir esa responsabilidad porque de lo contrario esto no va a funcionar, yo no vote por el ni comulgo con su filosofía, no aprobaré lo que considere esté fuera de contexto, pero apoyaré todo lo que haga que México salga del tobogán en el que está subido. Qué ansias cuando un elemento no querido regresa a un equipo de trabajo pretendiendo ganar espacios a como dé lugar, ¿para qué?, para saciar su ego, para demostrar músculo, para acabar con los demás o simplemente para manifestar que todos estamos equivocados. Que vengan los cambios en todos, urge dejar de estar jugando a la democracia y pretendiendo ser el ungido por los dioses ocultos.
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