Después de una semana de intenso trabajo, de descubrir el talento de muchos jóvenes participantes del festival, pero sobre todo de realizar el honroso trabajo de que los mismos muchachos descubran sus verdaderas posibilidades, la XIV edición del Festival de Música de Cámara llegó a su fin ayer domingo 22 de julio en un gran concierto, fue un gran concierto no por ser el de clausura, sino sencillamente porque lo fue.
Solemos decir lo mismo de un concierto de inauguración o de clausura con sus respectivos protocolos, como que el periodismo ya está predeterminado a escribir eso de eventos de este tamaño, de señalarlos de grandiosos, de monumentales y otros calificativos que se nos puedan ocurrir, llego a la conclusión de que hacemos un uso cotidiano, incluso, si me lo permites, hasta irresponsable de los superlativos, y cuando realmente nos encontramos ante un concierto, o una exposición, o una puesta en escena o cualquier cosa que realmente lo merezca, me estoy refiriendo estrictamente al ambiente de las artes y la cultura en donde patéticamente el periodismos es nulo o casi nulo y en el mejor de los casos se llega a publicar el boletín de prensa sin hacer un análisis a conciencia del evento en cuestión, entonces ya no sabemos qué decir, hemos agotado todas las posibilidades que nos da el lenguaje, de por sí corto por la alarmante falta de lectura.
Pero dejemos mis frustraciones e impotencia respecto a la nulidad del ejercicio del periodismo cultural, a lo que voy es a platicarte sobre el concierto de clausura del Festival de Música de Cámara Aguascalientes 2018, lo que sucede es que de repente se me vinieron a la mente todos esos elogios que me distrajeron del objetivo central de las líneas que gentilmente estás ahora leyendo.
El concierto de clausura, conforme a lo anunciado originalmente, estuvo a cargo de la orquesta de cámara del festival, formado por poco más de una treintena de participantes del evento con la inclusión de algunos músicos profesionales, supongo que cubriendo las necesidades que plantea la partitura interpretada y que no era posible solventar con los estudiantes inscritos, por ejemplo, los dos bajos son músicos de trayectoria y profesionales, uno de ellos de la Orquesta Sinfónica de Aguascalientes, el otro integrante de la sección correspondiente de la Orquesta Filarmónica de UAA, además, el maestro Rafael Machado como concertino y director artístico del festival. El solista fue el maestro Gilles Apap, un fuera de serie que se encargó de ofrecernos una versión nada ortodoxa y mucho menos purista del Concierto para violín y orquesta en la mayor, No.5 K. 219 de Wolfgang Amadeus Mozart.
Mi primera impresión fue poner esa cara que llamamos de What?, lo menciono pretendiendo ser más explícito en mi reacción, la cadenza del tercer movimiento del concierto fue utilizada para hacer una serie de cosas fuera de presupuesto, es decir, nadie en el Teatro Morelos esperábamos lo que estábamos escuchando. Cierto es que algunos compositores dejan alguna cadenza, o cadencia si lo prefieres, otros dejan libertad al intérprete de hacer algo ahí a su entera voluntad o bien, algún afamado intérprete escribe su propia cadencia, de tal suerte que hay conciertos con varias cadencias ya escritas y que quien este en el instrumento solista podrá elegir una de su preferencia, pero en este caso esperábamos cualquier cosa, menos esto. Lo sorprendente fue la puntualidad de estos treinta y tantos jóvenes que integraron la Orquesta de Cámara del Festival para responder a lo que el maestro Apap les pedía, que por supuesto fungió como director además de ser el solista, y claro, todo arropados por la experiencia y la sapiencia musical del maestro Machado. Él es muy sobrio y muy ortodoxo en su impecable trabajo como violinista, cuando fue el concertino de la OSA siempre mostró una actitud muy reservada, pero eso sí, de gran solvencia en su violín, sin embargo, ahora lucía diferente, se divirtió, se contagió del entusiasmo de los participantes del festival y estoy seguro que sacó lo mejor de él, como músico y como persona. La verdad es que hay que felicitar al maestro Rafael Machado, él fue artífice para la creación de este festival y sigue siendo artífice en la continuidad del mismo, él y el Cuarteto en Residencia, el José White, estoy seguro, llevan en su corazón perfectamente tatuado el Festival de Música de Cámara Aguascalientes.
Por otro lado, la gratísima presencia del maestro Jorge Torres Sáenz, compositor en residencia del festival, además de sus sorprendentes y a veces incluso, alucinantes creaciones musicales, sus pláticas fueron un verdadero placer. Yo le comentaba a una persona conocida con quien coincidí más de una vez en el Teatro Morelos que era la primera ocasión que algo que no fuera música me entusiasmaba tanto para asistir al festival, aunque claro, de alguna manera era música, hablar de música.
El festival fue un éxito, el Premio Manuel M. Ponce aumentó el monto, se entregaron este año 60 mil pesos al ensamble ganador, que en este caso fue el trío de Monterrey Siqueiros que sin duda habrán de emplear para continuar su formación musical.
Pero la actividad musical continúa en Aguascalientes, todavía no terminaba el Festival de Música de Cámara cuando ya había iniciado la cuarta edición del Encuentro Violoncellístico de Aguascalientes EVA que arrancó con un increíble recital del violoncelista español Ixaqui Etxepare con dos suites para violoncello solo del compositor mexicano Samuel Maynez Vidal. El EVA continuará toda la semana y si me lo permites, comentaré contigo algunos aspectos del Encuentro.