Algunos destacados miembros de la poderosa oligarquía mexicana –el país con el ingreso más desigual de Iberoamérica después de Chile, y uno de los más desiguales del mundo, según la CEPAL- están “llamando” a sus trabajadores, accionistas y a la ciudadanía a votar en contra de “ya sabes quién”, deslizando la amenaza de que el triunfo “populista” podría desencadenar una tremenda “crisis” –como si no la tuviésemos ya encima desde hace décadas- empezando por una fuerte devaluación del peso. Pero en realidad el peso ya está muy devaluado, porque un dólar gringo costaba $12.85 al inicio del sexenio, y estos días pasados ha subido a más de 20 pesos. Lo que significa, redondeando, una depreciación mayor al 50 por ciento. Indicadores parecidos o peores podemos observar en el precio de insumos básicos como gas, gasolinas y diésel o tarifas de luz a lo largo de los pasados años. Y qué decir de la seguridad pública, la salud o de otros muchos indicadores relevantes para el bienestar de la población. ¿Miedo a qué entonces?
Soy totalmente palacio
Lo cierto es que grandes oligarcas como Germán Feliciano Larrea, J. Ramón Elizondo, Hernández Pons, Vallina Laguera, J. Antonio Fernández Carvajal, Claudio X González y Bailleres, están muy preocupados por su dinero, pero nada les importan más de la mitad de empobrecidos de México, porque les aterra la idea de perder privilegios, pagar impuestos de acuerdo a sus ingresos, y ser desalojados del poder fáctico (Véase al respecto a Dolia Estévez: “Último Acto: campaña de terror” en Sinembargo, junio 1 de 2018).
Concretamente, ahí está el caso del ilustre barón Bailleres, a quien el C. presidente de la República propuso para la medalla Belisario Domínguez que el obsecuente Senado le concedió sin que sepamos todavía cuáles son sus méritos cívicos, y quien está en contra de los cambios que proponen alternativas a la grave crisis nacional. Al contrario, amenazan con expatriar sus capitales y salir del país.
Es claro entonces que esta plutocracia decadente y profundamente reaccionaria formada al abrigo del poder corrupto, está más que cómoda como estamos, siempre privilegiada por el mal gobierno.
Así sí
Pero para los empresarios que no forman parte de dicha oligarquía una gran mayoría que sí paga impuestos, que contribuyen al crecimiento económico y a la creación de riqueza, no están pensando en sacar su dinero del país. A ellas y ellos, también les conviene un cambio que genere condiciones de crecimiento justo y en paz.
La Marca sí importa
Dice mi admirado Mardonio, y yo con él, que “a Bimbo se le conjura con tortillas. A Vasconia con ollas de barro. A Hérdez y sus chiles enlatados con chiltepin y habanero fresco. En serio ¿por qué estas empresas nos piensan necesitados de tutela y nos creen imposibilitados de discernir el destino de nuestro voto?” Agrego que también conjuremos al Palacio con La Puri, a Femsa con cervezas artesanas y red cola o dejando de comprar en ciertas tienditas de conveniencia de esas que pululan en cada esquina como si fueran una plaga bíblica. Así que votemos, y votemos libres.
COLA. Allá en la península hermana, cayeron Rajoy y su corrupto gobierno en el segundo episodio de una deseable regeneración democrática (el primero lo constituye sin duda la efectiva división de poderes, traducida en un poder judicial autónomo e independiente ante las abrumadoras pruebas de fraude, tráfico de influencia y corrupción escandalosa, traducida en cientos de años de condenas de cárcel de en contra casi todo el entorno corrupto del presidente de Gobierno en funciones hasta el viernes pasado por la noche). Y Rajoy cae echado vergonzosamente del gobierno ante su soberbia decisión de no renunciar antes. Anecdóticamente, además de una larga estela de escandalosa corrupción, dicho señor tiene otra cosa en común con el favorito pentasecretario candidato de tres colores: Él, como Pepetoño, fue cinco veces ministro (equivalente entre nosotros al cargo de secretario de Estado) en los gobiernos del impresentable Aznar. Es decir, lo que en México podríamos decir de Meade y su padrino Videgaray: destacados hombres “del sistema”. Sistema que después de 11 años y medio de desastroso gobierno, tiene a España con algunos de los peores indicadores sociales y económicos de Europa. Pero no se puede explicar la moción de censura parlamentaria -la primera exitosa en la corta vida de la democracia ibérica- sin la fundamental participación de las fuerzas progresistas en el Congreso de los Diputados, aglutinadas en torno a Podemos e Izquierda Unida. Para una bien documentada perspectiva del futuro, véase a: M. Roitman, “Después de Rajoy, ¿qué?”, La Jornada, sábado 2 de junio de 2018.
@efpasillas