Colegio de Estudios Estratégicos y Geopolíticos de Aguascalientes, A.C.
Singapur. 2 de junio de 2018. Durante la Cumbre de Seguridad de Asia, mejor conocida como el Diálogo Shangri-La, el secretario de Defensa de los Estados Unidos, James Mattis, ilustre por su inconfundible expresión de sabueso con almorranas, comenta: “No se equivoquen: los Estados Unidos están en el Indo-Pacífico para quedarse. Este es nuestro teatro prioritario”.
Ese mismo día, pero a cuatro mil kilómetros de distancia, el secretario de Comercio de los Estados Unidos, Wilbur Ross, y el vice primer ministro de China, Liu He, conducen, en un ambiente de falsa cordialidad que mal esconde las tensiones comerciales y geoestratégicas entre los dos colosos, conversaciones comerciales y económicas de alto impacto.
Las escenas arriba descritas se relacionan con el presente artículo, el cual tiene por objetivo explicar por qué la posible guerra comercial entre los Estados Unidos y varias naciones del orbe, tiene incrustado un trasfondo geoestratégico.
Para nadie es un secreto que Donald Trump es un escéptico de la globalización de los mercados. Por lo tanto, durante su campaña presidencial capitalizó el sentimiento del estadounidense común –el little guy-, quien siente que la apertura comercial poco o nada lo ha beneficiado. Por ello, el entonces candidato Trump prometió a sus simpatizantes: retirar a su país del Acuerdo de Asociación Transpacífico; renegociar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN); y aplicar aranceles a China.
Una vez en la Casa Blanca, Trump armó un equipo conformado por escépticos del libre comercio: el secretario de Comercio, Wilbur Ross; el representante comercial, Robert Lighthizer; y su asesor en política comercial internacional, Peter Navarro.
Para tal efecto, Trump y sus acólitos decidieron: retirarse del Acuerdo Transpacífico; renegociar el TLCAN (un acuerdo que, de acuerdo al neoyorquino, sólo ha beneficiado a Canadá y México); y reducir el déficit comercial con China –el cual ascendió a 375 mil millones de dólares en 2017).
Al mismo tiempo, el magnate inmobiliario seleccionó como secretario de Defensa a James “perro rabioso” Mattis, un áspero infante de Marina, con fama de ser “lo más cercano que tenemos al general George Patton” (Donald Trump dixit). Mattis tendría como objetivo diseñar estrategias para neutralizar a los rivales estratégicos de su país: China y Rusia.
Por todo lo arriba mencionado, las tensiones comerciales de Estados Unidos con China y los aliados propios han sido el pan nuestro de cada día durante el casi año y medio que Trump lleva despachando en la Casa Blanca. Sin embargo, la semana del 28 de mayo al 3 de junio de 2018 presenció una serie de hechos que, concatenados, presagian una guerra comercial global y el aumento de la tensión geoestratégica entre la Unión Americana y sus adversarios, China y Rusia.
La primera andana ocurrió con el anuncio del posible establecimiento de una base estadounidense en Polonia. De ser así, el precitado puesto militar tendría un doble propósito: cortar el avance de la Iniciativa de la Franja y la Ruta –la unión de Eurasia mediante la creación de seis corredores económicos- y provocar a Rusia.
El miércoles 30 de mayo, durante el cambio de nombre (Ahora Indo-Pacífico) y de mando del Comando Pacífico, el almirante Harry Harris advirtió que China “podría realizar su sueño de hegemonía en Asia” si los Estados Unidos y sus aliados no la detenían.
El jueves 31, el secretario de Comercio, Wilbur Ross, anunció que, a partir del 1 de junio, los Estados Unidos aplicarían un arancel del 25 por ciento a las importaciones de acero y un gravamen del 10 por ciento a las importaciones de aluminio provenientes de Canadá, México y la Unión Europea. Mientras tanto, el director del Estado Mayor Conjunto, teniente general Kenneth F. McKenzie, amenazó a China, pues afirmó que los militares estadounidenses “tenían mucha experiencia en el Pacífico Occidental en la toma de pequeñas islas”. Esto en referencia a las ínsulas artificiales creadas por China en el mar de la China meridional.
Para demostrar que no están ni tuertos ni mancos, los países afectados por EUA establecieron aranceles a productos estadounidenses, los cuales van desde: arándanos, manzanas, motocicletas, pantalones vaqueros, patas de puerco, y whisky de Kentucky.
Con los mensajes comerciales y geoestratégicos, Trump y sus adláteres, en los días previos a la visita de Ross a Beijing, trataban de ablandar a China; chantajear a Canadá y México, con respecto a la supervivencia del TLCAN; y castigar a la Unión Europea, por aplicar aranceles a los automóviles estadounidenses y preferir el gas ruso al estadounidense.
A juicio del escribano, Trump ha fracasado: ni Canadá ni México resultaron ser unos “flanes” y llevarán el caso ante la Organización Mundial de Comercio; los europeos se indignaron, reclamaron el comportamiento de Estados Unidos durante la reunión del G-7 y tomarán represalias. Hasta el Reino Unido, otrora el perrito faldero del Tío Sam calificó de “injustificados” los gravámenes.
Mientras tanto, China informó que “si los Estados Unidos introducen medidas comerciales, incluyendo el incremento de aranceles, todos los resultados comerciales y económicos negociados por las dos partes no tendrán efecto”.
Para el amanuense, la guerra comercial desatada por Donald Trump es una repetición de los errores cometidos por los republicanos en la década de 1930: en aquellos años se aplicó la Ley Hawley-Smoot, la cual elevó unilateralmente los aranceles estadounidenses a los productos importados. El resultado: una caída de las exportaciones e importaciones estadounidenses.
En el frente geoestratégico: las tensiones estratégicas entre China y los Estados Unidos probablemente afirman que los chinos controlan el mar de la China meridional, lo cual abre un boquete en la estructura de defensa estadounidense en la región Asia-Pacífico. Asimismo, Rusia es el actor foráneo más influyente en el Medio Oriente.
Mr Trump: a trade war is bad business, don´t you get it?
Aide-Mémoire. Colombia como socio global de la Organización para el Atlántico Norte (OTAN) significa que los Estados Unidos buscan detener la creciente influencia de China y Rusia en América Latina.