Ernesto Guevara y la Poesía / Café Fausto - LJA Aguascalientes
22/11/2024

De una grabación en una cinta de carrete abierto se escucha la voz de Ernesto “Che” Guevara, en ella lee con voz lenta y pausada el poema “Los Heraldos Negros” de César Vallejo.

“Esto es lo único íntimamente mío e íntimamente conocido de los dos que puedo dejarte ahora” introduce en su voz Ernesto Guevara de la Serna antes de leer el poema del escritor peruano en esa grabación que le dejó a su esposa Aleida March antes de partir a la lucha revolucionaria en el Congo en 1965.

La grabación fue hecha pública hasta 2011 como parte del material del documental “Che, un hombre nuevo”, dirigido por Tristán Bauer, sin embargo ese es solo un pequeño ejemplo del profundo vínculo de Guevara de la Serna con la poesía.

El pasado 14 de junio de este año fue el noventa aniversario del nacimiento de Ernesto Guevara, en esa fecha recordé su amor por la poesía, recordé a los que seguramente eran sus poetas predilectos e incluso esa inspiración que de vez en vez le llegó para escribir un poema que honestamente no eran muy buenos. Sabemos que varios escritores como Nicolás Guillén, Julio Cortázar y Mario Benedetti escribieron poemas como homenaje a Guevara, pero de su cercanía con la poesía poco se le conoce.

De hecho, el Che que era un lector voraz se reconocía como un “poeta frustrado” y en una carta que le escribió a Ernesto Sábato desde La Habana el 31 de mayo de 1963 define al título de escritor como “lo más sagrado del mundo”.

Con una narrativa ágil y sencilla, Guevara demostró desde su primer viaje en motocicleta por Latinoamérica en 1951 una vocación literaria materializada en su diario de la travesía que luego se convertiría en el libro Mi primer gran viaje. De la Argentina a Venezuela en motocicleta. Luego vendrían los diarios del segundo viaje por Latinoamérica en 1953 que derivó en el libro Otra vez. Diario inédito del segundo viaje por Latinoamérica, sus diarios durante la lucha guerrillera en Cuba de 1956 a 1957 que llevó al libro La conquista de la esperanza. Diarios inéditos de la guerrilla cubana, su diario durante su labor revolucionaria en el Congo en África en 1965 del que surgió el libro El año que estuvimos en ninguna parte y Pasajes de la guerra revolucionaria: Congo y por supuesto el legendario Diario del Che en Bolivia. Sin embargo otros textos como su obra Pasajes de la guerra revolucionaria, su manual La guerra de guerrillas y por supuesto el libro El socialismo y el Hombre Nuevo junto con el compendio de nueve tomos de sus Escritos y discursos en el que reúnen ensayos, cartas y discursos dan cuenta de ese talento para escribir.

Sin embargo, de su cercanía con la poesía poco se sabe, sin embargo en 2007 se publicó El cuaderno verde del Che con un prólogo de Paco Ignacio Taibo II en el que se reproduce el contenido de un cuaderno color verde que Guevara de la Serna llevaba en su mochila durante su acción revolucionaria en Bolivia.

En ese cuaderno confiscado por oficiales con uniforme de rangers y un agente de la Central de Inteligencia Americana (CIA) hay una selección de poemas de Pablo Neruda, León Felipe, Nicolás Guillén y César Vallejo transcritos por Guevara en lo que tal vez era una antología personal de sus poetas predilectos.

Poemas como “Farewell” de Pablo Neruda, “Mulata” de Nicolás Guillén, “Idilio muerto” de César Vallejo y “El cántaro” de León Felipe son algunos de los textos que aparecen de manera intercalada como una selección personal que llevaba el guerrillero en su mochila y que tal vez fue transcribiendo a lo largo de los años.


Resulta significativo que es precisamente “Los heraldos negros” el poema de César Vallejo con el que Guevara de la Serna abre esta selección personal que especula Taibo II en el texto introductorio pudo iniciarse en su copiado a mano seguramente desde 1965 en su estancia en Dar es Salaam, después de la campaña en el Congo en ese año o en su posterior periodo en Praga o incluso en su etapa de entrenamiento en Pinar del Río, en Cuba antes de su partida a Bolivia.

Sin embargo, su mayor cercanía con la poesía fue al escribir algunos textos, Taibo II comenta que algunos de esos poemas fueron escritos seguramente en Guatemala entre 1954 y 1956, aunque también hay otros que se hicieron evidentemente en fechas posteriores.

Luego del triunfo de la Revolución en Cuba, la revista Verde Olivo publicó algunos de esos poemas y el Che le mandó una nota indignado al director de esa publicación donde le expresaba que no podía publicar sus poemas sin su permiso y mucho menos “esos versos que son horribles”. Hubo otro intento de Pardo Liada de publicar o leer en la radio algunos de esos poemas, pero Guevara de la Serna lo desautorizó. Taibo II comenta que Guevara seguramente siguió escribiendo poemas, pero fueron textos que decidió no darlos a conocer por ser más bien personales.

En los meses finales de 1988 llegó a mis manos en Aguascalientes un ejemplar de la revista cubana Bohemia dedicada a Ernesto Guevara con motivo del aniversario de su nacimiento en la que reproducen nueve poemas escritos por el revolucionario.

Publicado el 10 de junio de 1988, la revista incluye bajo el título de “Poemas del Che” los textos “De pie el recuerdo caído en el camino”, “Autorretrato oscuro”, “El mar me llama con su amistosa mano”, “Y aquí”, “Canto al Nilo”, “Despedida de Tomás”, “Palenque”, “Canto a Fidel” y “Vieja María, vas a morir”.

A manera de una muestra de lo que salió de la pluma de Ernesto Guevara comparto su poema “Palenque”:

“Algo queda vivo en tu piedra / hermana de las verdes alboradas / tu silencio de manes / escandaliza, las tumbas reales. / Te hiere el corazón la piqueta indiferente / de un sabio de gafas aburridas / y te golpea el rostro la procaz ofensa / del estúpido “¡oh!” de un gringo turista. / Pero tienes algo vivo.

Yo no sé qué es, / la selva te ofrenda un abrazo de troncos / y aun la misericordia araña de tus raíces. / Un zoológico enorme muestra el alfiler / donde prenderá tus templos para el trono, / y tú no mueres todavía.

¿Qué fuerza te mantiene / más allá de los siglos / viva y palpitante como en la juventud? / ¿Qué dios sopla, al final de la jornada / el hálito vital de tus estelas? / ¿Será el sol jocundo de los trópicos? / ¿Por qué no lo hace un Chichén- Itzá? / ¿Será el abrazo jovial de la floresta / o el canto melodioso de los pájaros? / ¿Y por qué duerme más hondo a Quiriguá? / ¿Será el tañir del manantial sonoro / golpeando entre los riscos de la sierra? / Los incas han muerto, sin embargo”.

 


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