Falta poco y son todavía muchos los ciudadanos que no han definido sus preferencias electorales rumbo al primero de julio. Este martes, en la conclusión de lo que fue el tercer debate entre candidatos a la Presidencia de la República, el sabor de boca para la mayoría de los que lo seguimos, sigue siendo amargo. Nuevamente se constató que no hay respuestas para la solución de las distintas problemáticas por las que atraviesa nuestro país, peor aún, confirmamos que algunos de los abanderados, solamente han hecho el ridículo nacional.
De acuerdo a las más recientes encuestas que se difunden en medios nacionales el candidato de la coalición Juntos Haremos Historia, Andrés Manuel López Obrador, sigue en el primer lugar de las preferencias electorales; muy por debajo y casi con los mismos porcentajes, se encuentran Ricardo Anaya y José Antonio Meade; y el que nada más no repunta, el candidato independiente Jaime Rodríguez Calderón.
Los porcentajes varían de un ejercicio a otro, pero para el caso de López Obrador, los sondeos determinan un nivel de preferencias un poco superior al 30 por ciento; en contraste los indecisos se encuentran en un nivel al menos del 20 por ciento, de tal forma que este sector del electorado finalmente tomará su decisión el mismo día de la jornada o simplemente no participe de ella.
Si dividiéramos a la mitad el número de personas que no han definido por quién estarán sufragando y lo sumáramos a cualquiera de los dos candidatos que abanderan a los partidos políticos mejor posicionados después de Morena (PRI y PAN), la contienda se pondría aún más interesante. Qué tan probable es esto, a lo mejor poco, y es que tal vez otros decidan sumar sus votos al exjefe de gobierno de la Ciudad de México, de tal forma que se hace muy difícil prever un ganador.
Es al mismo tiempo un hecho que las campañas políticas y los ejercicios democráticos no han servido para lo que en la teoría fueron creados: difundir cada una de las propuestas bajo términos y condiciones especiales que permitan una contienda más justa, más pareja y que proporcione la información que requieren los electores para una toma de decisión más pensada.
A lo anterior, habrá que agregar que el gasto para la organización de los comicios y para la difusión de cada uno de los mensajes de los abanderados, así como las estrategias que cada instituto político definieran para posicionarlos, es desmedido, a pesar de las justificaciones de la autoridad electoral.
De acuerdo con el Proyecto de Financiamiento Público para las actividades de campaña, aprobado por el Consejo General del Instituto Nacional Electoral (INE) se destinaron dos mil 148 millones de pesos para los gastos de campaña de los partidos que se integraron a la contienda.
Esta cantidad es 21.76% más alta que lo que se destinó a las campañas electorales durante 2010, cuando se otorgaron mil 680.5 millones de pesos. Asimismo, se entregaron 42 millones 963 mil 332 pesos para el financiamiento de las candidaturas independientes.
Los partidos recibieron además y para sus actividades ordinarias y específicas, franquicia postal y franquicia telegráfica 6 mil 702 millones de pesos. Increíble que ésta sea la elección más costosa de la historia de nuestro país.
Y en el tema local, no hubo atención ni promoción de los candidatos a diputados, quizás porque ya está definido que serán casi todos los que ya nos representaron en la actual legislatura los que permanecerán al frente de sus curules.
De dar lástima es la política mexicana. Si así como hoy estamos pendientes en el tema futbolístico a pesar de los pocos resultados a los que nos tiene acostumbrada la selección mexicana, estuviéramos más atentos en el tema electoral, posiblemente otro gallo nos cantaría, sin embargo y a pesar de lo que mucho nos quejamos, seguimos sin participar y exigir como ciudadanos candidaturas y elecciones a la altura de las necesidades que tenemos.