Nuestro sistema electoral se basa en conceptos que resultan fundamentales para su buen funcionamiento. Solamente puede votar una persona que, previo registro que haya hecho ante la autoridad electoral, posea una credencial que lo acredite como votante; habrá de instalarse un centro de recepción de los votos en un lugar público al que se pueda acceder fácilmente y que se encuentre presidido por ciudadanos residentes en esa demarcación, que fueron sorteados utilizando para ello los meses del año y las letras del alfabeto.
A cada votante corresponderá una boleta en cada elección y los votos valen lo mismo; para hacerlo efectivo, el ciudadano habrá de apersonarse en la casilla, y de manera libre y en secreto, marcará su boleta que depositará en una urna transparente. Para evitar que vote más de una vez le será marcada su credencial y, además, se le pondrá una marca visible en su pulgar. Todo lo anterior bajo la estricta vigilancia de los propios partidos políticos protagonistas de la disputa, quienes se asegurarán de que las condiciones de la contienda se mantengan en la equidad e imparcialidad necesaria, por parte de las autoridades electorales.
Una vez que las boletas han sido depositadas en las urnas, transmutan en votos, mismos que habrán de ser contabilizados en la propia casilla y cuyos resultados finales se agrupan en las circunscripciones por las que se vota, para determinar al candidato que ha resultado con la mayoría de los votos. Si bien es cierto que existe un margen de error, debido a que los funcionarios de casilla no son expertos electorales, también es cierto que el propio sistema tiene la posibilidad de ratificar o, en su caso, enmendar dicha situación en los consejos distritales, siempre bajo la mirada vigilante de los representantes de los partidos.
Aquí me gustaría trazar una distinción: el sistema prevé que los resultados oficiales se den a partir del miércoles siguiente al día de la elección, en la sesión que para tal efecto se realice en los consejos distritales. Sin embargo, la costumbre ha dictado que sea el propio día de la jornada electoral cuando se den resultados preliminares.
Las razones para ello transitan por un camino histórico. La sociedad ha exigido de la autoridad electoral una respuesta casi inmediata a la parte fundamental del proceso, que es precisamente la elección. La institución electoral ha hecho un esfuerzo considerable por atender esta inquietud desarrollando por lo menos dos instrumentos que implican un esfuerzo considerable, pero que por otro lado, cumplen a cabalidad la situación antes planteada.
El primero de ellos es el Programa de Resultados Electorales Preliminares, mejor conocido por sus siglas como PREP. A través de este programa, un ejemplar de la misma acta de resultados levantada en la casilla, y de la que todos los partidos poseen una copia, se procesa digitalmente para ser sumada de manera electrónica, conforme va siendo remitida de la casilla a la autoridad, de tal manera que al llegar el último de los paquetes, casi inmediatamente, se han sumado los resultados que, en teoría, serán los mismos que se sumen tres días después.
El otro, menos conocido por no ser aplicado en todas las elecciones y por fundamentarse en un procedimiento científico nada fácil, es el conteo rápido. En lenguaje llano, de acuerdo con un estudio estadístico es posible seleccionar un determinado número de casillas, no la totalidad como en el método censal del PREP, a las cuales, una vez obtenidos los resultados y aplicando una serie de fórmulas, arroja un resultado con una precisión similar al resultado oficial.
Ambos significan la posibilidad de conocer una tendencia, en muchos casos irreversible, acerca de los resultados electorales. Sin embargo, de ninguna manera pueden considerarse resultados oficiales.
Ante este escenario, qué puede hacer el elector: la reflexión a la que invito es a la misma conclusión a la que hemos arribado en otras participaciones, y que dada la mitología que rodea a la materia electoral, podemos concluir que la única forma de contrarrestarla es la información.
Las autoridades electorales habrán de proporcionar datos al término de la jornada electoral, y aunque esto pueda ser utilizado por los partidos políticos y candidatos como la posibilidad de erigirse como triunfadores tras un anuncio de carácter oficial, no debemos perder de vista que estaremos hablando de resultados preliminares, puesto que los definitivos se harán a partir del miércoles siguiente al domingo de elecciones.
Otorguemos la confianza necesaria de que serán nuestros mismos vecinos quienes cuenten los votos, alejados de prejuicios y subjetividades. Y tengamos la suficiente paciencia como para esperar que la autoridad brinde los resultados finales en los momentos establecidos para ello por la ley.
/LanderosIEE | @LanderosIEE