Bb: el muchacho mira la pantalla de su celular inundada de los característicos rectángulos verdes de la conversación. Pero sólo una persona habla ahí, él, porque el otro lado se encuentra mudo, tendrá los dedos o la boca ocupada; él sigue ahí, hilando una conversación sentimental, como si estuviera escribiendo una novela para ganarse el Tierra Adentro. “Bb”, dice, una y otra vez, “te amo, Bb”. El diccionario predictivo conoce al muchacho tan bien, que es la primera palabra que aparece sobre el teclado, en el centro de su mundo binario. “Te extraño, voy para allá. Bb”. Trato de imaginarme a la muchacha. ¿Tendrá el cabello teñido de rojo, será de piel canela y de curvas pronunciadas? ¿Por qué Bb está tan ocupada? “Ya te extraño, Bb”, pero ella no responde porque prefiero pensar que está muy atareada dándose sus frentones en el ombligo de algún viejo amigo. Eso no quita, por supuesto, que la muchacha tenga el celular en la mano y haga su propio juego lúdico-erótico de darle más duro cada vez que recibe un mensaje con su apelativo amoroso. Un pobre iluso está sentando el ritmo de la persona que más ama.
Chandigarh: un día apareció esta palabra en mi teclado predictivo. Normalmente insiste chandigarh, perdón, quise decir cuando; me explico: chandigarh reemplaza los “cuando” con sus sílabas incomprensibles y su sonido animal. Creo, sin lugar a dudas, que un dios antiguo se ha apoderado de mi teléfono. Espíritu frenético del mal entendido y el gruñido. Intercambia algunas situaciones de tiempo para joder la continuidad de mi universo. Pero no es un dios estridente y mamón, como los de H.P. Lovecraft, sino uno más sincero y casual. No quiere devorar el universo, sólo quiere fregar y eso, pienso, es algo admirable.
Olakeasear: el viejo meme hecho verbo. Saludar a la persona que está sumergido en la procrastinación o el ocio con ese tonito de superioridad moral al saberse más procrastinador u ocioso.
Khé: al principio las q no lo tomaban a mal, pero su reemplazo por las k les dio un bienvenido descanso. Por fin un respiro de ser llamadas las inquisidoras y las inquebrantables (quién no ha visto una q bailando un pasito perrón en el palenque y se ha conmovido por su hermosura al apreciar la finura estética de sus curvas atrabancadas). Las q suponían que en los talleres literarios les evitarían culpas, como la cacofonía y las cuestiones estériles en vez de la irreverencia necesaria para el nacimiento de un movimiento literario. Pero ahora se les ve un poco preocupadas porque la juventud, siempre la juventud, persiste con la anquilosada idea de economizar la escritura (lenguaje bara bara, mae) retirando la u. Los jóvenes, décadas atrás, cuando yo formaba parte de sus huestes, utilizaban el sonido más puro y directo de la k: ké, kien, kiero, kiosco. Pero hoy es peor, las q se miran aterradas sin saber qué hacer o cómo pedir paz, porque el lenguaje de los memes y el internet ha añadido un giro irónico a la situación: khé. La h, si uno la mira con atención, es una u invertida con un mohawk punk. Khé cosas: khizás podemos suponer que Bb, khien todavía no responde a un muchacho ansioso en el camión México-Puebla, está muy ocupada tragándose la economía del lenguaje.
Todxs: reconozco mi culpa y mi falta de sensibilidad en el diccionario de mis sistemas operativos y cognitivos. Al imaginarme a Bb estoy aludiendo a mi condición de heterosexual CIS género cuando existe la evidente posibilidad de que Bb sea un muchacho o un perrito entrenado para responder el teléfono (que sadomasoquista estáis, Rocinante). Para resolver mi error, procuraré hacer ejercicios diarios de sensibilidad y entender los 24 géneros románticos que existen para definir a las personas según una lista de un reconocido grupo LGBQTTTI. Yo mismo, en esta tarde como cualquier otra, me defino como un bicurioso pansexual cuando normalmente soy sapiosexual heteronormado. Incluirlos a todos no será una tarea fácil y es mejor dejar al futuro en el futuro; no pensemos en qué pasará cuando un género que todavía no existe (cuando los bots sexuales se revelen) marcará su falta de representación dentro del lenguaje, lo cual, más bien, significa que exige buenamente su derecho de inmiscuir su individualidad en el pensamiento de los hombres (ay). Quizás acabaré por romper todos los diccionarios de mi celular, pero no importa: la celebración del lenguaje no sólo incluye su belleza tradicional pero los desparpajos eventuales que nos permiten encontrar la existencia de los ocultos, los perdidos y los mudos. Si algo es cierto, no importa lo que diga uno y las luchas del pensamiento, es que la humanidad sola, a través de accidentes y necedades, acaba por esculpir sus propias ruinas.