Cuando en esta columna se han tocado temas relativos a otros países, se han recibido críticas, principalmente bajo el argumento de que una persona que no vive en el país donde se encuentra sucediendo el problema o tema del que se escribe, no tiene autoridad moral para poder expresar una opinión al respecto. Lo anterior es, cuando menos, inexacto. Es tanto como decir que el aumento del dólar no afecta a los mexicanos, es tanto como pedirle a la NASA que deje de hablar de marte, porque no son marcianos.
Pero particularmente, existe un sector de la población (mayoritariamente de izquierda, mayoritariamente lopezobradorista) que se siente directa y personalmente aludido y atacado cuando se habla del tema de Venezuela. Existe una susceptibilidad enorme por parte de algunas personas cuando se critica a Venezuela, al chavismo y a la situación que dicho país transita, puesto que lo consideran como un ataque directo (o por analogía) al Movimiento de Regeneración Nacional que encabeza Andrés Manuel López Obrador.
Por eso me gustaría aclarar algo antes de comenzar: en esta columna se hará una crítica directa y contundente en contra del chavismo, del régimen de Nicolás Maduro, de las irregularidades que se actualizaron a lo largo del pasado domingo 20 de Mayo en la “elección” presidencial de Venezuela donde (con un abstencionismo histórico) resultó reelecto Nicolás Maduro. En esta columna no se está atacando a López Obrador, ni se está sosteniendo que esto es lo que podría pasar si Andrés Manuel gana la presidencia, ni se hace una analogía entre el Partido Socialista Unido de Venezuela y el Movimiento de Regeneración Nacional. Solo se acotan hechos, que nadie se sienta aludido, ya si quieren ponerle el saco, es asunto aparte.
Todo mundo sabe lo que sucede en Venezuela: una dictadura de un grupo político socialista que desde 1999, con Hugo Chávez al frente, se hizo del poder de la república bolivariana; en donde se hacen filas de espera de cuatro años para comprar un automóvil nuevo, donde no hay papel higiénico en los supermercados, donde hay una inflación estimada del 1500%, donde se han encarcelado diversos opositores al régimen, donde la moneda ha perdido prácticamente cualquier valor adquisitivo, donde han existido decenas de miles de protestas en los últimos años y donde se sitúa la ciudad más violenta del mundo, Caracas.
La noticia más reciente de este país ha sido que el pasado domingo 20 de mayo se llevaron a cabo comicios en los cuales se eligió al nuevo presidente de la república, que de nuevo no tuvo nada, puesto que resultó reelecto Nicolás Maduro, del chavismo.
La pregunta natural es, si Venezuela está tan mal como dicen, ¿por qué reeligieron a su presidente actual, exponente del grupo político que los tiene sumidos en la miseria?, ¿es que acaso no están tan mal en el país y todo lo que se dice son mentiras de la propaganda imperialista de los Estados Unidos? La reelección de Maduro se explica como sigue.
Vayamos un tiempo atrás, a 2015 para ser exactos. En el año 2015, el Consejo Nacional Electoral de Venezuela reestructuró el sistema electoral venezolano frente a las elecciones de la Asamblea Nacional que se llevarían a cabo ese año. El CNE dividió a la nación en 87 secciones a las que denominó circunscripciones electorales, las cuales tenían un sistema de elección complejo entre las que existían circunscripciones uninominales y circunscripciones plurinominales. Lo curioso de estas circunscripciones plurinominales era que existían regiones que podían tener tres diputados otras solo un o dos. Naturalmente la división electoral fue realizada de manera milimétrica: las circunscripciones con más diputados eran las regiones más socialistas y chavistas mientras que las que tenían más habitantes de la oposición, tenían derecho a menos diputados.
Al chavismo no le bastó lo anterior puesto que la oposición logró tener un espacio considerable en la Asamblea Nacional (que es un órgano unicameral que antes de Hugo Chávez se componía de una cámara de diputados y otra de senadores), llegando incluso a controlarla y declarar a Maduro en abandono de funciones en 2017.
La solución del chavismo fue desconocer a la Asamblea Nacional por desacato y construir su propia asamblea con nuevas circunscripciones electorales donde siempre ganara el chavismo y crearse un nuevo congreso denominado Asamblea Nacional Constituyente, con el propósito de tener un congreso chavista a modo. La Asamblea Nacional, el congreso legítimo elegido por los venezolanos y con mayoría opositora, fue desconocido de un plumazo, a mano alzada, por consulta.
Entonces, llegó el mayor desencanto de los venezolanos respecto de su sistema electoral, se volvió imposible ganarle al chavismo por la vía electoral con el surgimiento del llamado “carné de la nación”, que es una especie de identificación a través de la cual el chavismo daba beneficios a los votantes del partido socialista, lo que constituye una compra indirecta de voluntades.
Ese descontento provocó que la elección del domingo pasado tuviera la participación más baja en 60 años. La oposición convocó a no ir a las urnas ante un proceso a todas luces maleado y sin garantías democráticas. Salieron a votar las personas que tenían el carné de la nación o el punto rojo y solo por no perder beneficios asistencialistas asistieron a votar, a favor del chavismo
El G7, diversas organizaciones multilaterales y la propia oposición venezolana han desconocido los resultados de dicha elección y condenado las violaciones a las garantías democráticas. Solamente El Salvador, Bolivia, Cuba e Irán han felicitado a Maduro por el “triunfo” en las urnas.
Venezuela entregó las instituciones y perdió la esperanza en la democracia, ¿cómo saldrá de la debacle la república bolivariana? ¿habrá golpe de estado o será una Cuba más en la historia del planeta? El tiempo lo dirá.