Para mí la fidelidad no es otra cosa que una imposición de origen católico aplicada a las relaciones de hombres y mujeres, donde a partir de un dictado supremo te haces dueño-a de otra persona, hombre o mujer. La fidelidad solo encubre un discurso y pone de forma absolutamente autoritaria a disposición el cuerpo y el pensamiento de una persona para otra. En nombre de la fidelidad nos adueñamos del cuerpo de la otra (o el otro) así como si fueran esclavos, y mandamos sobre sus pensamientos y sus deseos. Quien no se sujeta a la fidelidad, quien se atreve a romperla es una traidora o traidor.
El argumento de la traición igual tiene tanto peso en el origen religioso, no hay nada peor que un traidor, ni el enemigo es peor que un traidor. ¿Qué es la traición? Es la ruptura de la fidelidad. Y la fidelidad no es más que la obligatoriedad de lo que se debe y tiene que ser. De mandatos y supuestos acuerdos tomados de una tradición religiosa, familiar, nacional, parejil. A menudo la palabra traidor es usada por los fanáticos, los pragmáticos. Todo aquello diferente a un mandato autoritario es una traición. Y el amor no se queda reservado a este pensamiento, la monogamia se dice que es el estado perfecto y armónico entre dos personas, una verdad impuesta pues como sabemos la pareja tiene enormes desigualdades, y no es posible seguirse planteando una relación convencional de pareja pues sabemos en lo que terminará, tarde o temprano, ya lo sabemos.
El amor sublime, incuestionable y ciego me dio mucha rabia, la suficiente para que sólo por disidencia yo no volviera a decir sí a la pareja. Después de un tiempo esa disidencia solo de oposición vino transformándose en algo más consciente, más pensado, empecé a dar mis propios pasos, a enfrentar mis miedos y descubrí el dolor. La importancia del dolor, del miedo al dolor. En este camino de hacer relaciones más libres amorosamente, me encontré con una mujer que ya tenía rato en estas prácticas y todo era tan bueno, poder experimentar el amor con mis propios espacios, con mi propia autonomía, la libertad de desear a otras mujeres, la complicidad de hablar del amor como una fuerza revolucionaria, atrás había quedado ese romanticismo que me daba cierta seguridad pero que me obligaba hasta el asfixio a no pensar y decidir por mí misma. Parecía bien, hablábamos de la heteronormatividad, de los hilos que tejen a la pareja y del poder que los va moviendo. El dolor aquí vino de otra forma. Cuando ella me dijo que amaba a otra mujer. Creo que igual sentí algo en el pecho, algo que me oprimía que realmente pensaba que me iba a morir de tanto dolor, porque eso yo lo sentía como un adiós. Cómo el amor libre me podía causar tanto dolor que me golpeaba el cuerpo hasta no poder controlar ni el llanto ni la respiración. ¿Por qué una propuesta tan revolucionaria me lastimó tanto?
Con el tiempo y mucha lectura, con largas horas de pláticas y a veces con el dolor de mis amigas/hermanas también pude comenzar a elaborar mi propio pensamiento sobre el amor libre. Creo que una propuesta revolucionaria no es suficiente para cambiar el mundo, necesitamos cambiar nosotras mismas para poder ser congruentes con esa propuesta. La revolución no es algo abstracto, una varita mágica que cambia todo, porque principalmente lo que tenemos que cambiar esta en nosotras mismas, en nuestras prácticas y pensamientos. Yo crecí con la idea de dios, crecí y aprendí que hay mujeres que se pueden amar porque son amables y hay otras que son muy complicadas porque son descorteses y ese fue un tremendo error, porque había aprendido que esas niñas de las que me enamoraba eran las mismas de las que se enamoraban mis compañeros de primaria, que yo las miraba con los mismos ojos que ellos o sea con los ojos del patriarcado. Eran buenas, lindas, femeninas y yo aprendí que esas eran las ideales para amar. Y lo seguí arrastrando por muchos años, no era la propuesta revolucionaria feministas del amor libre lo que estaba mal, lo que no funcionaba, solo que esa propuesta implicaba un verdadero cambio en las prácticas y pensamientos y no solo en el discurso. Demoler en nuestro pensamiento, en nuestro imaginario y en nuestro cuerpo la heterosexualidad es un trabajo arduo, de constante revisión, poder identificar cuándo nos estamos situando en el lugar de la feminidad o de la masculinidad y que da lo mismo porque ambos son construcciones del patriarcado, pero saber que en ese momento nos tenemos que mover de ahí, quitarnos, si es que verdaderamente queremos mantener la propuesta del amor libre vigente.
Viví ambos lados del amor, el de amar y el de ser amada y ambos me dolieron, en ambos perdí mucha energía para recuperarme. He hablado con amigas y amoras y les he preguntado sobre el amor libre primero siendo lo más honesta posible conmigo misma me he respondido y luego comparo nuestras respuestas. ¿Qué es lo que te da miedo del amor libre?
YO: Que la otra decida retirarse, irse de mi vida.
ELLAS: Que la otra llegue a amar más a la tercera y me deje de amar a mí. La incertidumbre.
¿Y si eres tú la que se enamora de otra, que es lo que más te da miedo?
YO: Ya respondí.
ELLAS: Lastimarla. Dejarla de querer tanto y sobre todo perderla.
No hacer la mejor elección y perderla y que con otra la cosa dure muy poco.
¿Crees posible hacer un acuerdo y organizarnos, y compartir el amor?
YO: Sí.
ELLAS: Suena muy lindo, pero no conozco a nadie que lo haya logrado y… quizá no sea posible. No sé, no sé si pueda aceptarlo.
Cuando llevo esta misma conversación con mi compañera amorosa ella me pregunta ¿Si tú te enamoras de otra mujer qué harías? Respondo, no sé, creo que me da miedo decírtelo y que te enojes y te vayas. Ella a la misma pregunta me responde que ella sí me lo diría porque es importante que yo lo sepa a tiempo y que si me voy es algo que ella está decidiendo, la posibilidad que pase. Porque hacer el intento tiene esa posibilidad. Eso me da una buena lección. Si al menos hacemos el intento de amar de forma más libre quizá perdamos la seguridad de que la otra esté siempre a nuestra vuelta a casa, o que nos llame por teléfono, o recibir un correo de ella, pero si hacemos el intento puede que sea menos doloroso y malo de lo que nos han dicho que es, hay un mar de posibilidades si hacemos el intento de amar libremente, y si no amamos libremente sino tradicionalmente, heterosexualmente solo hay una posibilidad y es que el amor se muera de asfixia.
Amar libremente es un intento que se hace varias veces, que debe practicarse, y el amor libre sigue siendo una propuesta completamente revolucionaria hacia la que algunas estamos transitando. Ese amor profundo, desobediente de Ruth y Noemí con el tiempo quien sabe, pero me gusta pensar que puede hacerle un campito a Emma Goldman, aquella anarquista que escribió sobre el amor libre y los celos, al menos escucharla más allá de su dios, de su nación, de su biblia quizá ellas, nosotras, sobrevivamos al tiempo como mujeres libres que se amaron y eso sea el mayor alcance en nuestra historia.
*Texto propuesto en la Maestría en Promoción de los Derechos Humanos Seminaria Feminismos del Abya Yala. Programa 2017-1 Hacia una teoría radical del pensamiento amoroso: Una propuesta política del contra-amor. Universidad Autónoma de la Ciudad de México.
@Chuytinoco