La bronca del Bronco en realidad es nuestra, porque lo grave de la fraudulenta admisión de don Bronco como candidato a presidente de la República en el proceso electoral en curso, no es su folclórica personalidad ni sus prácticamente nulas posibilidades de ser presidente, sino que ofrece una clara idea del precario o de plano inexistente estado de la legalidad en el país, o como dirían algunos especialistas en el tema: del estado prevaleciente del no-derecho evidente ahora en materia electoral, siendo, como somos, un país con un sistema político atrasado y cuestionado, que gasta tanto dinero público (28 mil 022.5 millones de pesos, calcula la consultora Integralia) y produce resultados tan desalentadores, caracterizados por su baja credibilidad, su autoritarismo congénito y la corrupción sistémica de sus instituciones públicas y privadas.
Así, el Bronco es ya candidato a presidente de la República –haiga sido como haiga sido, para citar a un clásico de las trampas- y estará en la elección por la vía “sin partido”, que mucho sería decir independiente. Véase al respecto “Sin partido no es Independiente”, en Yerbamala, LJA, 11 de marzo de 2018 (https://goo.gl/5j6M1E).
Todo se lo debe Jaime Heliodoro Rodríguez Calderón a la gracia e indulgencia de un Tribunal Electoral venal que por desgracia tiene decisiones terminales en materia electoral; lo que rebasa lo meramente anecdótico para situar al Bronco justo en medio del proceso electoral en curso.
Pero como decíamos, el asunto de don Jaime Heliodoro, gobernador –tal vez sea mucho decir- del estado de Nuevo León con licencia (¿qué pensarán los ciudadanos regios de que su folclórico “gober” deje tirado el Gobierno del Estado, use a su personal para recabar firmas apócrifas y pretenda así ser presidente con unas cuentas y resultados más que dudosos en su estado, con casi nulas posibilidades de conseguirlo?) es paradigmático porque premia y no sanciona, como sería lo dable, la ristra de actos ilegales cometidos para ponerlo en la boleta electoral de julio, al igual que en el caso de la señora Zavala de Calderón, donde ya de por si la credibilidad de las instituciones públicas, construidas con mucho esfuerzo durante décadas ha sido demolida decididamente por nuestra kakistocracia “reinante”, tal como lo atestiguan diversos estudios de opinión que dan cuenta de la bajísima credibilidad del gobierno, las policías, los diputados, los partidos, o de los jueces en general. Véase por ejemplo al respecto: “Se mantiene baja la confianza en las instituciones”, El Economista, 1 de febrero de 2018: https://goo.gl/ydGoc8
Es así que la admisión tanto del Bronco como de la señora Zavala de Calderón como dudosos candidatos sin partido y sin posibilidades, tiene una significación electoral parecida: la pretensión de un régimen capaz de cualquier cosa en sus estertores finales con tal de retener el poder. Fragmentar el voto opositor a costa de su escasa credibilidad con tal de cumplir su afán de restar fuerza al candidato puntero en todas las encuestas por amplio margen. Y por si hubiera alguna duda ya lo dijo el propio Bronco, muy consciente de su papel menor pero claramente aspiracional en el proceso electoral: “Voy a echarle ganas contra López Obrador, pues a Meade ya lo rebasé: El Bronco”, Proceso, 16 de abril de 2018.
La buena noticia para la elección de 2018 es que a un gobierno extraviado, y desfondado políticamente, nada parece estarle saliendo bien en materia electoral, pues hasta el momento su estrategia fallida para dividir el voto opositor, de la cual el Bronco es destacado protagonista, surte justo el efecto contrario al deseado, puesto que la intención de voto para el candidato puntero no sólo no disminuye con la señora Zavala de Calderón y El Bronco ya incluidos en el proceso electoral, sino que aumenta.
Así las cosas, es pronto para decir quién ganará una elección presidencial tan cuestionada que es sin duda la más importante en la historia moderna de México, pero toda la información disponible apunta a una ventaja sólida e irreversible de la única alternativa realmente opositora al régimen, lo que hace mucho más difícil un fraude electoral como los de elecciones presidenciales pasadas.
@efpasillas