En el último año, en este espacio, mucho se ha escrito acerca de por qué la movilidad urbana debería ser un tema central en la agenda pública y por qué una ciudad más justa, incluyente, competitiva y sostenible es aquella en la que todas las personas por igual pueden desplazarse libremente por el territorio para acceder a las oportunidades económicas, sociales, culturales y recreativas que ofrece la ciudad. En este sentido, se ha hecho énfasis en la relevancia de disminuir la dependencia del automóvil, pues el uso excesivo de este modo de transporte genera costos sociales como tráfico, accidentes y contaminación que reducen los beneficios de la urbanización. Igualmente, se ha argumentado por qué el transporte público, la bicicleta y la caminata son modos de transporte que precisamente mitigan esos costos para dar paso a un modelo de ciudad de mayor calidad. Sin embargo, algunos tomadores de decisión y parte de la población suelen subestimar y minimizar la movilidad urbana sostenible a una cuestión exclusivamente de preservación del medio ambiente, y tienden a tratarla con desprecio al percibirla como moda, recreación o retroceso. Por supuesto, una razón fundamental para avanzar hacia un nuevo paradigma de la movilidad en la que peatones, ciclistas y usuarios del transporte público estén primero, es reducir el impacto negativo de la motorización en la calidad del aire y los recursos naturales, además de desacelerar la expansión urbana y el consumo de suelo natural. Pero existe una razón adicional que debería ser suficiente para posicionar la movilidad urbana sostenible como asunto prioritario en el imaginario colectivo y la agenda pública de Aguascalientes: el desarrollo humano. Veamos.
La movilidad urbana se refiere al movimiento físico que realizan las personas para desplazarse en la ciudad utilizando un sistema de transporte: automóvil, autobús, bicicleta o a pie. Estos sistemas ayudan a crear accesibilidad, es decir, la medida en que las personas pueden alcanzar actividades, destinos u oportunidades de empleo, educación, recreación, entre otras. Por tanto, la movilidad no es un fin sino un medio para acceder a esas oportunidades; la accesibilidad es el beneficio de la movilidad, y ésta aumenta con mejores servicios de transporte a precios asequibles que permitan acercar a las personas a más y mejores empleos, escuelas, clínicas, parques, tiendas, etc.
En este contexto, la accesibilidad tiene relación directa con la teoría del desarrollo del Premio Nobel de Economía Amartya Sen, quien sugiere que el éxito de una sociedad debe evaluarse por las libertades individuales que gozan los miembros de esa sociedad para ejercer sus derechos y acceder a oportunidades que faciliten su propio desarrollo humano. Para ello, se deben garantizar la libertad política para elegir quién y bajo qué principios debe gobernar; el acceso a oportunidades económicas que aseguren un sustento; el acceso a oportunidades sociales como salud y educación; el acceso a información para evaluar a las autoridades; y el acceso a seguridad social y protección ante desastres naturales, guerras y epidemias.
Pero ¿cómo se relaciona con la movilidad? Amartya Sen define dos conceptos que inciden en esas libertades y en el acceso a oportunidades. Primero, sugiere que existen “funcionamientos”, es decir, todo aquello que una persona desea ser o hacer, como trabajar o estudiar; y segundo, que existen “capacidades” que permiten a las personas realizar esos funcionamientos (Zegras 2011). Así, los funcionamientos pueden ser considerados los motivos para desplazarse en la ciudad, como ir al trabajo o a la escuela, mientras un sistema de transporte, en conjunto con los usos del suelo -que definen la ubicación geográfica de destinos, actividades y oportunidades-, pueden entenderse como las capacidades que determinan, en parte, la libertad o habilidad de una persona para realizar esos funcionamientos. Por ejemplo, una persona que habita en una zona sin disponibilidad de empleos o escuelas de calidad y sin una alternativa de movilidad asequible, segura y eficiente, podría no tener acceso adecuado a un trabajo mejor remunerado o a una educación de mayor calidad, pues difícilmente podría desplazarse con entera libertad en la ciudad, con lo cual sus oportunidades para el desarrollo humano se verían limitadas.
Por esa razón, las autoridades deberían impulsar políticas, programas y proyectos serios de movilidad que permitan revertir un modelo de ciudad cada vez más orientado al automóvil, el cual, a través de más tráfico, accidentes y contaminación; mayores costos, distancias y tiempo de traslado; y menor calidad del espacio urbano; reduce las oportunidades no sólo de peatonales, ciclistas y usuarios del transporte público sino también de los propios automovilistas. En conclusión, la movilidad urbana debería ser un asunto prioritario en Aguascalientes simplemente porque de su calidad dependen en gran medida las posibilidades actuales y futuras de las personas de alcanzar una vida mejor.
Nota: En este espacio, el 22 de marzo se mencionó que el Ayuntamiento de Aguascalientes había comenzado la ejecución de algunas ciclovías en la ciudad -como se había anunciado; no es así, esos proyectos por ahora se encuentran detenidos.