- Entrevista a Carlos Manuel Álvarez sobre La Tribu. Retratos de Cuba
- Un acercamiento a la vida cotidiana de los cubanos, de los habaneros, de sus amores, sus sueños, sus frustraciones, sus anhelos, sus necesidades, sus alegrías, sus desasosiegos
El libro La Tribu conjunta 23 crónicas escritas por el periodista cubano Carlos Manuel Álvarez (Matanzas, 1989) que nos cuentan la vida cotidiana de la isla tras la muerte del viejo dictador revolucionario Fidel Castro. El libro, publicado en México por la editorial Sexto Piso, lleva por subtítulo “Retratos de Cuba”, y es que en realidad estas crónicas funcionan justo como eso: como un acercamiento a la vida cotidiana de los cubanos, de los habaneros, de sus amores, sus sueños, sus frustraciones, sus anhelos, sus necesidades, sus alegrías, sus desasosiegos. La Tribu es así un libro que paso a paso se va acercando a la vida de distintos personajes cotidianos, para contarnos su historia, su vida.
La muerte del viejo revolucionario devenido en dictador y en dueño de los destinos y las vidas de los habitantes de la isla parecían llevar nuevos aires. Unos aires que refrescaban el ambiente. Un ambiente desgastado por años de control social, político, cultural por parte de las autoridades del Partido Comunista. Estos cambios, pequeños, a veces ambiguos, a veces imperceptibles, de donde ha surgido una nueva corriente periodística cubana, en el que se enmarca la obra de Álvarez, quien entre otras actividades fue fundador de la revista digital El Estornudo, centrada en la crónica sobre la cotidianidad de Cuba.
Sabemos que sobre Cuba todos tenemos una opinión. Algunas veces más razonada y más informada, pero la gran isla antillana, con su diversidad, con su riqueza cultura, por la brillantez de sus artistas, de sus músicos, de sus poetas, de sus escritores. Cuba es un faro cultural, lo sigue siendo a pesar de las condiciones económicas y políticas, es un foco cultural intenso, brillante, contradictorio, en donde los artistas viven en condiciones complejas, precarias, difíciles. Las crónicas de Carlos Manuel Álvarez se internan en la vida cotidiana de músicos, por ejemplo, en la Juan Formell, director y fundador de la orquesta Los Van Van, grande como pocos, popular en la isla y más allá de las fronteras rumberas de América latina. La crónica titulada “La muerte del maquinista”, inicia tras el fallecimiento de Formell, y tras el funeral que congregó a cientos de habaneros para despedir al ídolo, Álvarez reconstruye la vida del músico y de su banda, de sus canciones y sus amores, de sus excesos y sus necesidades, en una crónica que debería ser acompañada por una buena selección de música de una de las bandas más importantes de la historia reciente de la música cubana.
Pero el cronista no se detiene en la historia de gente famosa, que nos muestra sin duda, las contradicciones y las dificultades de la vida en la isla. También nos cuenta la historia de los habitantes de uno de los basureros más grandes de la ciudad de La Habana en la crónica “Danzando en la oscuridad” el periodista se interna a este desolado y aparentemente abandonado rincón de la isla, que por algunos momentos, parece lograr zafarse del férreo control que el estado mantiene en todos lados. Álvarez nos contará la historia de sus habitantes, que tienen que buscarse la subsistencia todos los días entre la basura, el abandono, la locura. Álvarez nos contará la historia sin falsos matices, pero también sin falsas moralidades, por lo que podremos acceder a uno de los lugares más depauperados de la ciudad de La Habana. Una crónica brutal pero no exenta de cierta ternura, pues no pierde de vista que la historia que nos cuenta es la historia de seres humanos golpeados y atropellados por la realidad.
Pero además de la visión humana con la que el periodista se acerca a sus historias, también hay un elemento para entender y disfrutar de las crónicas incluidas en La Tribu, que es el amor por el lenguaje, por la palabra. Son pocos los periodistas que se acercan a la poesía, y eso sin duda, es algo que hay que agradecerle a Álvarez, cuya penúltima crónica está dedicada justamente al poeta Raúl Alcídes, poeta que ha vivido defenestrado desde hace años, olvidado por la burocracia cultural de su país, y que sin embargo ha logrado mantenerse incólume, incorruptible en su crítica, tanto que puede afirmar que “No nos hemos dado cuenta, pero hemos vivido una gran tragedia. Treinta mil o cuarenta mil ahogados en el mar. Hoy la palabra Patria no existe. Tenemos el drama. Y la literatura, la poesía, se hacen con drama, con dolor. Esto se está acabando. Ha llegado la hora de empezar a contarlo.”
Y contarlo es lo que hace Carlos Manuel Álvarez en este libro La Tribu, sobre el que platicamos vía correo electrónico:
Javier Moro Hernández (JMH): Carlos, lo primero que quería preguntarte cómo nace la revista digital El Estornudo
Carlos Manuel Álvarez (CMA): El Estornudo surge, y existe, como un gesto de defensa. Es la respuesta directa a una atmósfera intoxicada, una prensa moralmente corrupta. Si no estornudas, te enfermas, el germen de la obediencia y la cobardía te atrapa. Lo ves en todos esos jóvenes periodistas que por estos días andan repitiendo sin asomo de vergüenza que las elecciones en Cuba son un ejemplo de democracia. Por otra parte, la revista también intenta reconocer un hecho inevitable. Cuba es un país que te estornuda, un país que te expulsa y te esparce. El núcleo subversivo de tu felicidad, la conspiración entre los amigos jóvenes, queda tempranamente desecha. Una revista que se arma desde tres o cuatro países es un intento político de frenar la dispersión personal.
JMH: ¿Las crónicas que se incluyen en el libro fueron publicadas ahí antes de ser incluidas en el libro? O ¿Cómo se dio el proceso de escribir las crónicas y después hacer el libro?
CMA: Algunas fueron publicadas en la revista, otras no. Un libro es una idea que cristaliza. La cartografía de la idea que es La tribu puede trazarse entre muy distintos medios y revistas que permitieron, con honorarios y viáticos, que yo me moviera dentro de Cuba, o por el sur de México, o por la frontera entre Panamá y Costa Rica, para encontrar los personajes y los conflictos que necesitaba encontrar.
JMH: La primera crónica que viene en el libro sobre el pitcher José Contreras, por supuesto nos abre dos puertas interesantes sobre Cuba después de Fidel: la posibilidad del regreso de los cubanos que salieron de la isla ¿Cómo se ha dado este proceso después de Fidel? ¿La llegada de Trump cambiará en algo el proceso, lo detendrá o crees que este proceso continúe con Trump?
CMA: Hoy los cubanos entran y salen de Cuba con más facilidad que hace diez años. Trump no va a cambiar el curso natural de ese proceso. Si es un escollo, lo es temporal. No va a quedarse cincuenta años en la Casa Blanca, asesorado durante todo ese tiempo por rapaces congresistas y senadores cubanoamericanos.
JMH: La segunda puerta que nos abre esta crónica tiene que ver con el Beisbol, con la pelota, que es uno de los deportes en donde la isla ha brillado a nivel internacional ¿Sigue siendo un deporte que le interesa a la gente?
CMA: Sigue interesando, creo. Interesaría aún mucho más si los cubanos pudieran seguir de modo normal, y no cuasi clandestino, a los ídolos nacionales que juegan en las Grandes Ligas y en otros torneos profesionales de la región, pero el gobierno lo prohíbe.
JMH: ¿Qué papel crees que juega el periodismo, la crónica, en este momento para los países de América Latina?
CMA: La crónica debe jugar un papel dentro del bosque del lenguaje; una narrativa en estado de alerta que se ajuste, como un guante en la mano, a la constante invención traumática que es lo real. Y ese es todo el papel que la crónica debe y puede jugar para América Latina.
JMH: El subtítulo de tu libro es “Retratos de Cuba”, y me parece un título muy acertado, porque lo que los lectores logramos ver es cómo es el país a través de los retratos de distintos personajes. Lo cual me parece muy importante ¿Cómo trabajas el acercamiento con las personas de las que quieres contar su historia? ¿Qué te atrae de sus historias?
CMA: Uno se acerca a los personajes por muy distintas razones, y creo que ese contradictorio impulso inicial es lo que puede garantizar la diversidad de registros en un libro que, sea como sea, tiende a girar sobre un espacio cerrado, como todo espacio nacional. Algunos personajes me inspiraban respeto o devoción, otros curiosidad, otros un rechazo velado, otros, incluso, sentido del deber. Ninguno de estos sentimientos es en principio más potente que el resto.
JMH: Una de las crónicas que más me gusto es la de Juan Formell, el fundador de Los Van Van, me parece que en esta crónica logras retratar cómo se van dando algunos cambios del país a partir de la música y de una orquesta que se vuelve un símbolo musical ¿Cómo te acercaste a su historia?
CMA: Cumplo a cabalidad un par de estereotipos cubanos. Uno de ellos es que soy vanvanero. Los escucho siempre, los bailo con cierta destreza. No me acerqué a esa historia, ya la traía en el cuerpo, digamos.
JMH: Quería preguntarte por último por la poesía. Me da la impresión, gracias a la crónica que realizas sobre Rafael Alcides, que es un tema que te interesa. Me parece súper fuerte además la frase que te dice de “No nos hemos dado cuenta, pero hemos vivido una gran tragedia [..] Ha llegado la hora de empezar a contarlo” ¿Qué es la poesía para ti?
CMA: Es Philip Larkin escribiendo: “La muerte no distingue si suplicas o resistes”.
JMH: Por último, quería preguntarte sobre el Malecón de La Habana ¿Qué simboliza ese lugar, ese espacio para ti, para los cubanos de tu generación?
CMA: A mí no me gusta el Malecón especialmente, pero viví muchos años orbitando alrededor de él, como otro joven hambriento más. No sé qué pensar de eso.