Historias hay muchas, seguramente usted como yo ha escuchado o ha tenido la mala fortuna de tener que enfrentar los abusos de elementos de las corporaciones policíacas que con prepotencia y lujo de violencia, imponen su autoridad, al margen de los protocolos para las detenciones y la garantía de los derechos humanos.
El pasado fin de semana en el marco de la elección de la reina de nuestra verbena abrileña, sucedió un acontecimiento que no podemos dejar de señalar justamente por la molestia que a muchos nos provocó el incidente ocurrido en la isla San Marcos y al que por cierto se dieron cita miles de personas.
En una de las zonas de alta concurrencia en el lugar, se encontraba un grupo de personas esperando el show que se ofrecería posterior a la coronación, cuando y justo antes de comenzar el espectáculo, se acercó un elemento de la Secretaría de Seguridad Pública Estatal que, con la prepotencia que les caracteriza, les exige a estos jóvenes tomaran sus asientos.
Las personas a las que se dirigió le reprochaban que empezaría el concierto y que les permitiera estar de pie para poder disfrutar mejor un espectáculo de este tipo, de pie, ante lo cual el policía reaccionó y con lujo de violencia empezó a agredir físicamente a uno de los que ahí se encontraban. Ante los reclamos de los demás pidió apoyo a sus compañeros y al lugar se acercaron otros tres elementos.
Cuando el enojo de la gente por tal abuso parecía desbordarse, los policías decidieron a empujones arrastrar al joven con el que habían desquitado su furia hasta su vehículo para transportarlo al Complejo de Seguridad Pública.
Nunca imaginaron que este chico tenía una condición delicada de salud por lo que unos minutos después empezó a desvanecerse. Finalmente se acercó personal de primeros auxilios para constatar la gravedad de su situación física a lo cual el agente ya muy molesto, reprochaba su intervención y le exigía que se callara y a la brevedad se retirara.
Finalmente lo trasladaron al C4, lo mantuvieron incomunicado y en esa condición de salud delicada por espacio de 5 horas. Cuando sus familiares lo pudieron sacar tenía las manos totalmente hinchadas por la forma en que apretaron las esposas, con algunos golpes y lo más grave, con niveles de azúcar que ponían en riesgo su vida.
En la reflexión, este incidente es uno de los cientos que ocurren todos los días a ciudadanos que tienen el infortunio de toparse con esa clase de elementos de “seguridad”.
No hay protocolos de actuación, no hay criterio, no hay garantías, no hay respeto a la condición de las personas. El panorama es complejo, es cierto, más cuando hay una alta incidencia de delitos. Pero es precisamente por esta falta de discernimiento de quienes integran las corporaciones policíacas, que se cometen grandes injusticias.
Los verdaderos delincuentes siguen en las calles, mientras se encierra a los ciudadanos por someras circunstancias, pero eso sí, dándoles el trato que los primeros merecieran.
Escuchábamos esta semana el mensaje del Gobernador del Estado Martín Orozco Sandoval en el pase de lista a elementos de seguridad, donde recalcaba las bondades de un policía, la trascendencia de su labor y la cercanía que debieran mantener con los ciudadanos, todo ello sin duda alejado de la realidad.
El elemento que protagonizó este incidente, por supuesto no ha recibido sanción alguna, la pregunta es ¿cuántos ciudadanos más tendrán que sufrir sus abusos para que se actúe en consecuencia? Y ojala que ni usted ni yo nos lo topemos en el camino.