La pastilla azul más famosa del planeta fue descubierta del mismo modo que América, por serendipia. El sildenafilo (C22H30N6O4S) -nombre genérico del compuesto comercializado como Viagra– fue desarrollado por Andrew Bell, David Brown y Nicholas Terrett mientras andaban en busca de otra cosa: un medicamento para atender la angina de pecho. Ocurrió que, durante las pruebas experimentales realizadas en Gales, el investigador a cargo, Ian Osterloh, reportó un sorpresivo efecto secundario: erecciones, varias y contundentes. Hoy, y desde hace años, el Viagra es, con mucho, la droga que más se vende en todo el orbe (durante los últimos diez años, 2008-2017, la presentación original le ha reportado a Pfizer ventas por 17.8 mil millones de dólares).
Hace seis años, su Comisión de Vocabulario Científico y Técnico sometió al buen juicio de la Plenaria de la Real Academia Española (RAE), para su incorporación formal a nuestro idioma, la palabra serendipia. La propuesta tuvo éxito, y desde 2014 el vocablo aparece en su diccionario:
Adapt. del ingl. serendipity, y este de Serendip, hoy Sri Lanka, por alus. a la fábula oriental The Three Princes of Serendip ‘Los tres príncipes de Serendip’.
- f. Hallazgo valioso que se produce de manera accidental o casual.
Además, aporta un ejemplo, por cierto, también farmacológico: “El descubrimiento de la penicilina fue una serendipia”.
Casi dos siglos antes, en 1825, apareció por primera vez en un diccionario de nuestra lengua (Diccionario de la lengua castellana de Manuel Núñez de Taboada) la palabra chiripa, misma que siete años después la RAE incorporaría a su propio diccionario. De ahí se desprende, de entrada, que quienes aseguran que el origen etimológico de chiripa está en serendipia sostienen una sandez. La procedencia de chiripa no es europea, tampoco asiática como la de serendipia, sino americana, particularmente quechua: chiripá -de chiri, frío, y ppacha, ropa o vestido; vestimenta para cubrirse del frío- (Domingo A. Bravo, Etimología de la palabra chiripa. Universidad Nacional de Tucumán). ¿Y el brinco al campo semántico de las causalidades? Porque, ciertamente, hoy chiripa significa “carambola” y “casualidad favorable”. En el sitio web de etimologías de deChile.net se aventura: “Al parecer, el sentido que se usa en billar de suerte, ‘casualidad favorable’, vendría de ‘pegar de chiripa’, en sentido de pegarle desde el área de los genitales, por casualidad”. A saber…
Ahora, ¿es lo mismo una chiripa que una serendipia? Sin contradecir a las tres acepciones que aporta la RAE en su diccionario, doña María Moliner define chiripa con precisión sintética: “acierto casual o casualidad favorable, rara, que ocurre particularmente en el juego y especialmente en el de billar”. Un término que da luz acerca de la naturaleza de una chiripa es la palabra chambonada, cuya segunda acepción señala: “ventaja obtenida por chiripa”. Así que resulta lógico, pues, que un chambón sea alguien “que consigue por chiripa algo”, pero ¡ojo!, en su primera acepción, la RAE establece que tal personaje es alguien “de escasa habilidad en el juego, caza o deportes”. O sea: Si Fulano, que es una piedra para el arte de chutar, metiera un gol, sería sólo de chiripa. La frontera entonces comienza a notarse, ¿no? ¿O va usted a decirme que podríamos tildar de chambón a don Cristóbal por haber llegado al Nuevo Continente de la manera en que lo hizo?
En junio de 2015, el escritor y filósofo Félix de Azúa Comella (Barcelona, 1944) ingresó a la RAE. Le tocó la silla “H”. En la ceremonia de ingreso (13 de marzo de 2016) discursó en torno a la creación de palabras y a las casualidades, sobre las cruzadas y los personajes que han influido en su formación… De aquella intervención destaco, porque viene a cuento, el inteligente deslinde que plantea entre casualidad y serendipia: Una serendipia “se trata… de andar uno buscando algo y encontrarse, de pronto, con otra cosa tanto o más valiosa que la buscada. Es verdad que teníamos ya la palabra chiripa, pero pertenece al ámbito técnico del billar y designa un éxito casual, sin fundamento alguno. Andaba uno buscando una carambola y de pronto se la encuentra por pura chiripa. Muy al contrario, la serendipia es el resultado de una búsqueda consciente que conduce al investigador a un lugar inesperado y distinto, no de carambola, sino casi de milagro”.
Ruy Pérez Tamayo (Tampico, 1924) lo explica así: “Serendipia y chiripa comparten el elemento casual, de accidente, pero mientras serendipia requiere además sagacidad, lo que no se menciona en chiripa, serendipia no se refiere a que la suerte sea favorable, mientras que esa característica forma parte esencial de la chiripa.” (Serendipia: ensayos sobre ciencia, medicina y otros sueños. Siglo XXI editores).
De lo anterior debo concluir que hace un par de años empleé de manera imprecisa el vocablo chiripa cuando conté cómo era que había llegado a la lectura de Los platos más picantes de la cocina tártara, de la rusa Alina Bronsky (1978). Escribí: “La novela me salió al paso de chiripa; irónicamente, tomé el libro con la intención de distraerme un rato de tanta barbarie, de tanto cinismo”. ¿De chiripa? Contaba que busqué qué leer con la expectativa de hallar algo ligero y el ánimo dispuesto para reír, y que entonces los paratextos del libro, especialmente la ilustración de la portada, me engatusaron… “Craso error: resultó ser una de las narraciones más tristes que haya leído. Un gran texto”. Es decir, encontré algo muy bueno…, que no estaba buscando. Aquello, pues, no fue un chiripazo, sino una serendipia.
@gcastroibarra