El miedo es una de las emociones básicas esenciales en los seres vivos. A mayor nivel de desarrollo, el miedo adquiere grandes proporciones y muy diversas manifestaciones. Una amiba huye ante la presencia de un macrófago y eso puede interpretarse como miedo o instinto de conservación. Una gacela corre velozmente al olfatear la presencia de un león y recurre a estrategias como saltar hacia los lados, cambiar de rumbo o buscar la maleza para ocultarse. Es un miedo mejor elaborado, pero una vez terminado el peligro lo más probable es que se dedique a mordisquear el pasto sin estar pensando en que hará cuando el león aparezca de nuevo. Los seres humanos, los más evolucionados del planeta somos los más miedosos. Y nuestro miedo puede adquirir una gran variedad de intensidades y formas, así que le llamamos cautela, precaución, temor, miedillo, susto, terror o pánico, dependiendo de aquello que nos está ocasionando el miedo y de la inminencia de peligro. Solo que también tenemos la facultad de asustarnos de aquello no conocemos, pero lo suponemos. Los hombres somos los únicos que nos paralizamos de miedo ante lo que imaginamos, como las películas de terror y la elección de un candidato. Elegir, seleccionar y decidir en asuntos importantes siempre ha provocado parálisis o respuestas viscerales o ambas. Ante la necesidad de tomar una decisión, muchas personas se quedan mudos, o sordos, o tienen dolor de estómago, o les estalla la cabeza, pierden el sueño o tienen que salir corriendo al baño porque ya les anda. Esas son medidas que nuestro organismo toma por nosotros para darnos un poco de tiempo para pensar y evitar que decidamos de inmediato. No vaya a ser que nos equivoquemos. Actualmente todos los mexicanos nos encontramos en esa disyuntiva. Dentro de cuatro meses estaremos todos juntos, como uno solo, como nación tomando la decisión de quien regirá los destinos de nuestro país ¿Quién será el próximo presidente de México? Y la verdad resulta muy fácil analizar los síntomas para ver que la emoción que ha estado prevaleciendo es el miedo. Los ataques mediáticos entre los candidatos acusándose de corrupción, peculado y deshonestidad, los retos ante los micrófonos sobre si habrá o querrán debate, las ofertas magnánimas de una vida mejor que yo sí te ofrezco y los demás no. Todo ello es muestra del miedo que se tienen entre ellos. Pero el susto entre los candidatos no se equipara en lo más mínimo al terror que se siente en el electorado. Las continuas discusiones entre grupos de amigos, la invasión de memes en las redes sociales, las caricaturas, los chistes y los chismes no revelan otra cosa que el paralizante pánico que tenemos los mexicanos a elegir. Tal vez es un resultado de nuestra historia, durante muchos años no tuvimos que hacerlo. No había ningún susto en elegir al candidato único o al candidato del partido que siempre ganaba. Nuestros primeros pasos como demócratas, han sido torpes, nos hemos equivocado, nos hemos lamentado y nos hemos arrepentido. Todavía no alcanzamos la madurez cerebral para elegir sin miedo. Los síntomas muestran el claro nivel de desarrollo infantil o en el mejor de los casos adolescente que tiene nuestra capacidad para decidir al candidato y quedarnos satisfechos. Pero bueno, nos encontramos en un proceso evolutivo. Algún día alcanzaremos la madurez.