Ya lo hemos venido advirtiendo, de tiempo en tiempo, que México, en cuanto estado nacional, no ha atinado en establecer un orden general de servicio civil de carrera – a excepción de las áreas ya consabidas donde este prerrequisito se hace absolutamente indispensable: la seguridad nacional y pública, el servicio diplomático, el Poder Judicial y áreas estratégicas de la Hacienda Pública-, por lo que la conformación de las nuevas plantillas laborales se hace al calor de sombrerazos, “cañonazos de treinta o cincuenta mil pesos /alias reciente: moches”, la simulada legalidad de la exigencia de cartas de renuncia prefabricadas y firmadas de antemano, para obsequiar a las nuevas administraciones el terso relevo de sus cuadros.
Este cuadro esquizofrénico instituido como fórmula, perfectamente funcional al sistema hace crucialmente necesario el recurso a procesos -desafortunadamente inéditos todavía para las bases de trabajadores burocratizados de México-, para afrontar con destreza y dignidad su inevitable desocupación tan instantánea como anticipada. En este preciso sentido, el estado mexicano representado en sus tres órdenes de gobierno, actúa como el padre tradicional mexicano que nos pinta maravillosamente la picaresca popular y es herencia social del paternalismo más recalcitrante: – autoritario, borracho, pendenciero, infiel, jugador y –yo añado- dicharachero y aconsejador…”¡Te lo dije!”.
Su contraparte social es la del hijo echado a la calle, Quien no atina sino a jugar el role de hijos desobedientes de este padre irresponsable tradicional mexicano, pues no le queda otra sino ponerse a trabajar asiduamente en los inéditos procesos que proponen los visionarios instructores corporativos de la Tercera Ola (1980) –recuerde usted a Alvin Toffler, autor de Shift of Power: Knowledge, Wealth, and Violence at the Edge of the 21st Century. Mass Market Paperback – November 1, 1991). Me refiero a expertos de cómo “re-encarrerarse” y que tienen precedente hacia fines de los ochenta y década de los noventa; puedo citar al respecto al autor de: “Carrera y Re-encarrerarse”, primicia del autor Ronald L. Krannich, PH.D., “Careering and Re-careering for the 1990’s –The complete guide to planning your future-“ / Guía completa para planear su futuro/, 1989. Manassas, VA. USA.
El chiste es que estos episodios -despido y re-contratación de recambio gubernamental- corresponden a una especie de malhadada historieta que sintetizan bien los sonidos de una onomatopeya: “Wham!, pow!, sock”, como efectos sonoros del golpe contundido sobre la frágil humanidad de los servidores públicos que habrán de ser sustituidos, en el próximo relevo institucional del Gobierno Federal, Senado, Cámara Federal de Diputados, Congresos Locales del país y algunas importantes gubernaturas, cuyos procesos electorales estamos por presidir.
El otro saldo social, sobre el que debiéramos reflexionar en este periodo inter-campañas, de “engarróteseme ahí”, es el correspondiente al desmedido incremento de la violencia e impunidad concomitante en el todo social de México que nos deja el año 2017, el cual ya se presagiaba al término del primer bienio de la actual Administración. Recordemos (Nota mía. LJA. México a revisión. Sábado 25 de Octubre, 2014).
Entonces, apareció un cartón firmado por Mike Sandoval, bajo el epígrafe: “Slaying Mexico”/ Masacrando a México, del articulista Michell Crowlly, enmarcado en la portada de la revista Time y que representa al presidente mexicano personificando a la muerte con atuendo e imagen conocida, rostro descarnado y guadaña cruzada al pecho. La narrativa sobre este tópico, es resumida en un blog, firmado por Jenaro Villamil, Homozapping. Que versa así: Del Mexican Moment al Mexico Murder. Así se pueden resumir los tres artículos más recientes de tres medios impresos de referencia entre las élites norteamericana y anglosajona frente a la crisis de las narcofosas, las matanzas de Tlatlaya e Iguala y la desaparición de los 43 normalistas. Primero, The New York Times publicó en su primera plana hace dos días que su mandato pasa por una crisis de decadencia en materia de derechos humanos. El viernes, The Economist fue más duro en un artículo titulado “Cuando la Crisis Sale de Control” en el que relaciona las matanzas de Tlatlaya e Iguala. The Washington Post hizo suya la frase de que ante la proliferación de fosas, el gobierno peñista vive el Mexico Murder. (https://goo.gl/TWi5jq ).
Punto de quiebra que mereció contrastarse con aquel celebrado “momento mexicano”, que tuvo resonancias mundiales todavía en la sede de la ONU, pero que hoy pasa en ominoso silencio, para dar paso al Murder Mexico (Asesinato de México). Esquizofrenia pública que exige explicación, so pena de que sea la absolutización de índole mediática, la que prevalezca como careta simuladora de una real satanización intencionalmente sembrada.
Si se pretende hacer de veras un análisis pre-electoral que se respete, entonces es nuestro deber tomar un poco de distancia y repensar críticamente ese tránsito instantáneo de la glorificación cuasi-divina de la Presidencia de la República a la satanización más abyecta. Pase de la muerte que no es comprensible sin que lo atribuyamos a una buena dosis de esquizofrenia. Y esto con fundamento en sesudos ensayos sociopolíticos.
Recordemos aquello de que el ciudadano “Atrapado entre la tendencia democrática hacia la política y la tendencia despolitizadora de la sociedad liberal, el ciudadano del capitalismo tardío desarrolla una esquizofrenia política”, así lo afirma Alan Wolfe en su ensayo ya clásico de “Los límites de la legitimidad” (1980.Siglo XXI Editores). Y precisa su análisis diciendo: “la condición desdichada del ciudadano esquizofrénico puede advertirse en dos áreas importantes del interés individual: el desarrollo de las actitudes políticas y el ámbito de participación política”.
Lo que puesto en blanco y negro, de un drama actancial simbólico, implica lo siguiente: – mientras nuestro arcángel patrio nos inspira al ejercicio democrático, nuestro demonio siniestro nos aconseja no participar en política. Y entiéndase que el demonio opera magistralmente en el entramado del mercado capitalista. “The devil is in the details” (el diablo está en los detalles), frase atribuida al arquitecto de origen suizo y nacionalizado francés, Le Corbusier (1887-1965), significando que el éxito de un gran proyecto, depende del éxito de sus componentes más pequeños. Presupuesto del que podemos, lógicamente, inferir:
Por las evidencias presentes, entonces, el gran proyecto de Nación articulado en el Pacto por México, cuajado en reformas estructurales de prístina arquitectura neoliberal que mereció los elogios del capitalismo dirigente global, se ha derrumbado ominosamente bajo la guadaña inmisericorde de la ola de muerte. Lo que en opinión de la revista The Economist, constituye el reto de Peña Nieto: “impunidad, rendición de cuentas y gobernabilidad”. En donde es preciso afirmar que no debe relativizarse tota la culpa y toda la responsabilidad en el solo Titular del Ejecutivo, sino distribuirse proporcionalmente a todos los partidos y dirigentes involucrados en este proceso, que igualmente forman las coaliciones contendientes por la silla presidencial. He aquí el detalle. ¡He aquí el reto a reflexionar, antes de votar!
Y aunque suene a terca insistencia, el tercer punto a ponderar, ruminar/o rumiar es el relativo a que los tiempos que hoy vivimos y consumimos no son los idílicos evos del pleno empleo, en que privando un boom económico global, hiciera de la Tierra un auténtico planeta económico, es decir, la Eico-Nomía, o sea la casa de todos en donde la norma normante es que hay todo para todos; y por tanto dentro de la cual no hay penuria, no hay escasez alguna, todas las necesidades están satisfechas; los proveedores conocen perfectamente los requerimientos a satisfacer y sus demandantes expresan claramente los satisfactores que colman sus anhelos y expectativas a cabalidad.
De manera que, en ese hogar global, nadie carece de lo necesario y hasta lo suntuario es colmado con magnificencia por las sabias leyes del mercado de élites y super-élites del capital central. Supuesto que evidentemente es un mero desiderátum, incumplido a todas luces. Por ello, desde mi punto de vista, el tema del salario debiera insertarse –en cualquier plataforma electoral- como la principal variable independiente. Y entiéndase éste como acceso universal al salario que, en un contexto tan virtuoso como virtual, debería ser efectivamente: digno, justo y remunerador.
Digno porque cubriría con solvencia total las necesidades inherentes a la persona humana, vista en su totalidad y complejidad, tal como es el elenco completo de su pleno desarrollo: físico-químico-biológico, psico-social, de pertenencia a grupos humanos calificados, del conocimiento, de expresión y productividad, y finalmente de trascendencia, metafísica o espiritualidad. En donde prevalece el ser sobre el tener o poseer.
Sería un salario justo, porque cumpliría el principio fundante de que: “a cada quien lo suyo o que le corresponda”, o “a cada cual lo que se merece”, o bien “a cada quien lo que necesita para su cabal desarrollo”; entiéndase que la justicia no es un rasero universal, sino una distribución sabia y equitativa de acceso y satisfacción de las necesidades esenciales del ser humano.
Aquello de salario remunerador, queda todavía en un ideal perennemente insatisfecho, debido a la escasez sistemática de bienes y satisfactores cada vez más esenciales a la vida moderna, urbana e hiper-consumista que hoy formamos como sociedad mundial; lo que ha hecho de nuestro mundo un infierno desigual-asimétrico y empobrecedor. Por lo que es imperativo demandar a nuestros posibles gobernantes ¿Qué necesitaría hacer México, para que su salario fuera remunerador? Un supuesto esencial que atajaría frontalmente la ya infinitesimal desigualdad, que trae consigo el pomposamente llamado: Salario Mínimo.
En esto se resumen los auténticos saldos del miedo.