¿Podemos mejorar nuestra conciencia ambiental? - LJA Aguascalientes
23/11/2024

 

Movimiento ambiental de Aguascalientes A.C.

 

Los seres humanos tenemos por naturaleza una conciencia espacial y temporal muy corta ante el peligro. Esto se debe en gran medida a nuestro condicionamiento evolutivo natural que nos impide ver más allá de los peligros próximos inmediatos, es decir, sólo entramos en estado de alerta cuando percibimos un daño directo inminentemente que se avecina en contra de nuestra persona. Esto se debe a que, explica el psicólogo Daniel Goleman en su libro Inteligencia ecológica, “nuestro cerebro está sintonizado de manera agudísima para identificar con precisión y reaccionar de inmediato a una variedad determinada de peligros, todos aquellos que se encuentran dentro del campo de mira del periscopio de la naturaleza. La naturaleza conectó los circuitos de alarma del cerebro para detectar de manera instantánea los objetos que vuelan en nuestra dirección, las expresiones faciales amenazantes, los animales que gruñen y otros peligros inminentes semejantes en nuestro entorno inmediato. Esas conexiones nos han ayudado a sobrevivir hasta el presente. Sin embargo, ningún elemento de nuestro pasado evolutivo ha preparado nuestro cerebro para detectar amenazas menos palpables como el progresivo calentamiento del planeta […]. Si bien el cerebro se muestra muy alerta a las amenazas que puede sentir, no está adaptado a las derivadas de la ecología, pues se trata de amenazas graduales, microscópicas o globales” (2009:40-41).

Esta neuroprogramación natural, evidentemente útil, se vuelca por contraste en contra de nosotros hoy en día porque nos impide ver como peligros directos muchos de los problemas ambientales que nos amenazan local y globalmente. Cada uno de ellos por sí mismo, y más aún en su conjunto, representan una grave amenaza mundial, pero se les da poca o nula importancia en las actividades cotidianas, es decir, no se les pone atención y no se están haciendo cambios individuales ni colectivos porque no se perciben éstos como amenazas inminentes inmediatas.

Algunas personas han desconectado su neuroprogramación natural de protección ante el daño inmediato, por una de daño ante lo inminente si no se hace algo, es por ello que hoy en día están empezando a modificar su alimentación, su manera de transportarse, poniendo más atención en que lo que compran sea orgánico y haya sido producido a través de comercio justo. Este tipo de personas, a los ojos de algunos “raras”, han tomado consciencia de la necesidad de hacer un mejor uso de los recursos del planeta, lo que podría permitir la continuidad de la vida en la Tierra en el futuro, por eso están cambiando su estilo de vida. Pero la gran mayoría no hace nada, no ha tomado consciencia de que muchas de sus prácticas de consumo son insostenibles y que con ellas agravan los problemas ambientales. Esto podría justificarse a partir de lo que se ha dicho, que la gente no actúa precavidamente debido a nuestra neuroprogramación natural de estar alertas, sólo en caso de un peligro inminente hacia nuestra persona.

El punto que me interesa resaltar es que dada esta neuroprogramación natural nos cuesta trabajo reaccionar ante situaciones que no se ven como una amenaza personal o para mi comunidad, en la que debemos incluir el propio ambiente y territorio geográfico dentro del cual se encuentran los recursos naturales que nos proveen de sustento e identidad regional.

Podríamos pensar que gracias a los avances tecnológicos en el área de la comunicación e información (radio, televisión, internet) tenemos un mayor conocimiento de los problemas ambientales y estar haciendo algo ya; no obstante, me parece que, a pesar de estar informados de catástrofes ambientales que ocurren en otras partes del mundo y que podrían replicarse en nuestra región, seguimos viviendo nuestras vidas cotidianas sin poner atención a éstos y a como cada uno de nosotros contribuye a que se agraven. Es por ello que los problemas ambientales que no nos amenazan o afectan, de manera directa e inmediata, no los hacemos conscientes, no los consideramos un peligro que ponga en riesgo nuestra vida o la de nuestra comunidad; por tanto, los ignoramos. La única manera de ponerles atención es cuando nos amenazan de manera directa (cuando no tengo agua en mi casa, gasolina para mi coche, espacio en el contenedor cercano a mi casa, etc.).

De acuerdo con lo dicho, podríamos decir que nuestra neuroprogramación natural es la responsable de nuestra omisión ante grandes peligros o desastres futuros, por ello somos incapaces de disminuir el impacto antropogénico que se está provocando en la naturaleza. También, según lo dicho, mientras estos fenómenos ocurran en otras partes del mundo, no se experimenten y no afecten directamente ni a mí, ni a mi comunidad suelen ser irrelevantes, por lo tanto, omitimos actuar y realizar acciones personales y colectivas que ayuden a frenar o reducir el impacto de los problemas ambientales que se vaticinan.


En la actualidad, el mundo entero enfrenta problemas ambientales comunes que no respetan ningún tipo de frontera territorial. Es por ello que debemos comenzar a ver allende nuestras fronteras geográficas e intentar frenar o evitar, en la medida de lo posible, los pronósticos que se hacen acerca de lo que puede llegar a ocurrirnos (escases de agua potable, agotamiento de suelos, extinción de especies, etc). Para ello necesitamos revisar nuestras prácticas y conductas ambientales, las cuales deben ser analizadas desde el plano de nuestra consciencia epistémica (¿qué sabemos?) y, a partir del reconocimiento del problema, generar una toma de conciencia moral (¿qué debemos hacer?) de nuestras obligaciones y compromisos con el entorno natural, esto ayudará a generar un cambio de actitud y una conducta ética ambiental más responsable.

En suma, aunque no estemos neuroprogramados para protegernos de peligros que no vemos, sí podemos mejorar nuestra consciencia ambiental y generar los cambios necesarios, individuales y colectivos, para evitar o aminorar las amenazas ambientales que se ciernen sobre nosotros, de las cuales somos responsables de que se cumplan y que tan pronto, de que se pospongan por tiempo indefinido, o mejor aún que se logren evitar.

 

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