El muro del silencio y la disidencia sexual de las mujeres / Un cuarto propio - LJA Aguascalientes
21/11/2024

 

La historia de las lesbianas ha sido una historia de silencio, exilio y clandestinidad. Desde la huida de Safo a Sicilia a principios del siglo VI a C, este exilio material y simbólico de las lesbianas de la historia de Occidente ha persistido con tal fuerza al largo de los siglos, amputando un área importante del imaginario femenino.

Norma Mogrovejo

 

El muro del silencio es una película mexicana realizada en 1971 pero que se estrena hasta 1974, sin embargo usé ese título para esta columna refiriéndome más a una frase del texto Cómo pensar la genealogía lésbica de la doctora Norma Mogrovejo Aquise, lesbiana feminista que ha desarrollado un importante trabajo sobre teoría lésbica.

Cuando hablamos de lesbianismo es frecuente que lo definamos a partir de nuestra experiencia de cercanía o ausencia de las lesbianas, incluso de sólo una lesbiana que conozcamos. Si hemos logrado apartarnos de la lesbofobia también es posible que veamos a las lesbianas como víctimas por el contrario si predominan los prejuicios y la doble moral se sustenta que el desafío al biologismo es el alto costo traducido en discriminación y desigualdad social que debemos pagar por no vivir dentro del redil de la heterosexualidad obligatoria.

Foucault ha nombrado la importancia de la irrupción de la biología en la política de las sociedades occidentales a partir del siglo XVII conformando una teoría y práctica política en la que nociones científicas acerca de la naturaleza humana son utilizadas como instrumentos de poder -lo que actualmente se conoce como biopoder, un aspecto indispensable para la producción de los cuerpos y desde luego su control, incluyendo el de los deseos- sin embargo, es necesario reflexionar las circunstancias por las que pensamos que no hay lesbianas o que casi no existen y quizá entonces podamos entender la magnitud de la lesbofobia que intenta socavar la existencia de mujeres que no pertenecen ni serán conquistadas por varones y por más medieval que parezca esta noción de pensamiento sobre las mujeres en la actualidad es recurrente la práctica que busca mantener en el silencio a la disidencia sexual de las mujeres para favorecer la idea de “normalidad” que existe sobre las relaciones que estas entablan en forma de poder/dominio bajo el cobijo de las relaciones hombre/mujer que se enmarcan como “lo natural” anulando completamente la existencia y validez de la sexo política y el planteamiento feminista que busca desmontar las relaciones asimétricas de poder y para construir formas horizontales de convivencia amorosa entre otras cosas.

Pensar que hablar de mujeres es únicamente referirse a las que se relacionan con varones que además conciben la maternidad como un destino “natural e instintivo” que sólo a ellas les pertenece y creer que en la organización de la sociedad tenemos un escalafón inferior por ser físicamente menos fuertes y que al fin y al cabo nuestra gran fuerza es sólo el poder de amar incondicionalmente. Por más trillado que parezca el tema, por más plagado de estereotipos femeninos que suene, la idea actual de hacer políticas públicas en los gobiernos y el desarrollo de los derechos humanos continúan enmarcándose bajo estos añejos conceptos.

La idea del lesbianismo y de las lesbianas sigue siendo vista como una patología ya sea desde la lesbofobia o desde la misoginia entre los pasillos de las instituciones de gobierno, de los congresos locales o de las mismas organizaciones sociales y los medios de comunicación se sigue comentando sobre las supuestas raíces de la existencia lésbica, las enfermedades físicas o síquicas de estas mujeres que disienten de lo que es “natural”, así que aunque en pleno siglo XXI no se use en estos espacios ilustrados la palabra contra natura los actos siguen excluyendo o invisibilizando a las mujeres disidentes de la heterosexualidad.


La exigencia que hace el patriarcado a estos sectores señalados para mantener el orden de género es cumplida cabalmente, por ejemplo, crear una acción que parezca estar a favor de las mujeres pero que al mismo tiempo anule y silencie a algunas de ellas es acentuar los beneficios de la heterosexualidad, el premio al buen comportamiento que les permite hacerte sentir que tienes derechos aunque en lo cotidiano esos derechos estén muy lejos de que cualquier mujer los pueda ejercer. Sacar a las mujeres lesbianas, transgénero, transexuales, bisexuales e intersexuales de estos espacios y por lo tanto de estos debates es levantar ese muro de silencio que necesita aislarlas para mantener el control sobre los cuerpos y sus deseos de forma concreta pero también simbólica.

No hablar y omitir a estas otras mujeres disidentes es mandar el mensaje de que ellas no existen, no importan, como señala Norma Mogrovejo: cuando un tema se saca del currículo, se está transmitiendo un discurso subliminal que ese tema no tiene validez ni derecho a la existencia. En el currículo oculto de la sociedad pasa lo mismo. A las mujeres no se les reconoce el derecho a elegir opciones sexuales autónomas, por consiguiente, se elude hablar de ellas: al no reconocerlas, no es necesario discutirlas. Invisibilizarlas resulta más eficaz para neutralizar la potencia subversiva.

De esa manera se aseguran de que sigan sin salir a la luz, aseguran que sólo por las noches aparezcan y eso bastante disfrazadas la mayoría, el estigma que se ha construido en torno a las mujeres lesbianas como “sospechosas” de osar intentar conquistar a otras mujeres y eso se traduce como apoderarse de “aquello” que sólo pertenece a los hombres, ha justificado la discriminación, ha desatado mucha violencia lesbofobica y en casos extremos hasta penalizado esta decisión el desafío lésbico de amar a otra mujer; de no pertenecer a los varones y tampoco ser funcional al patriarcado arraigado en los patrones heteronormativos.

No es que no haya mujeres lesbianas o mujeres transgénero o transexuales, bisexuales o intersexuales y hombres trans, es que los costos que se pagan por salir de la oscuridad son altos porque el desafío al patriarcado establecido al que hicimos a un lado para tomar una decisión propia, autónoma, sobre nuestro cuerpo y deseos sigue siendo aún entre los lugares más lúcidos la traición que no se perdona y la única salida es mantenernos dentro de ese muro de silencio antes que lo estridente sea elegir tu sexualidad en un acto de verdadera libertad.

 

@Chuytinoco


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