La política es un acto de equilibrio
entre la gente que quiere entrar y
aquellos que no quieren salir
Jacques Benigne Bossuet
Si bien es cierto que la mayoría de nuestros jóvenes en posibilidad de votar se encuentran desencantados por el tema de la política y han decidido no participar en la contienda del mes de julio, es un hecho también que, aunque todavía pocos, cada vez son más los que están despertando, conociendo el escenario real, diferenciando además las campañas de estrategia, de lo que se ha convertido en guerra sucia.
El actual proceso electoral no se ha escapado de la denostación entre los candidatos, pero al mismo tiempo y gracias a este filtraje en la información, ha sido posible conocer algunos de los asuntos de los que nuestros políticos no podrán escapar llegado el momento de la rendición de cuentas.
Bajo este escenario, preguntaba un joven universitario a su maestro respecto de la información que ha fluido para desprestigiar a un candidato que, de ganar las elecciones, llevaría a nuestra nación a un futuro nada alentador, como el que hoy viven los habitantes de Venezuela, por ejemplo.
El asesor respondió al alumno que esto formaba parte de una estrategia de campaña implementada desde años atrás para hacer ver, en este caso a la corriente izquierdista, como un riesgo nacional, una maniobra basada en la descalificación y que tiene como objetivo central infundir miedo.
Aquel joven reflexionó entonces sobre el sistema político mexicano. Es cierto que mucho del peso en la toma de decisiones nacionales recae en el ejecutivo federal, pero no es exclusivo del presidente de la República el implementar acciones o tomar determinaciones como lo haría la antigua monarquía.
Es el Poder Legislativo quien tiene justamente sujetados con más fuerza los hilos de todos los que como títeres vivimos en este México. Pero nuestros diputados y senadores tampoco trabajan solos, atrás de ellos se encuentran las estructuras de los partidos a los que representan y con ellos los intereses que se mueven entre el poder por el poder y la riqueza.
El chico finalmente reflexionó con sus compañeros de clase: sería casi imposible entonces que un personaje como Andrés Manuel López Obrador pudiera llevar a México a niveles de control, de autoritarismo y violencia como los que se viven en algunas naciones, particularmente en Sudamérica.
Sería el caso como el que vivió Vicente Fox, ex presidente panista, que enfrentó a un Congreso de la Unión con mayoría priista, y a pesar de sus “buenas intenciones por cambiar al país”, pues simplemente no lo dejaron gobernar.
El desconocimiento que la mayoría de los mexicanos tenemos respecto de la legislación y particularmente en el tema electoral es tan grande que no actuamos en consecuencia.
Otro ejemplo: está estipulado que un partido político podría desaparecer. Si una institución no alcanzara el nivel de votación que señala la legislación, simplemente perdería su registro y con ello sus derechos y partidas presupuestales.
La Ley General de Partidos Políticos señala en su artículo 94 que dentro de las causas para la pérdida del registro se encuentra no obtener en la elección ordinaria inmediata anterior, por lo menos el tres por ciento de la votación válida emitida en alguna de las elecciones para diputados, senadores o presidente de los Estados Unidos Mexicanos.
Tenemos las armas, pero no las utilizamos, nos manifestamos cansados de los políticos, pero tampoco les quitamos el poder. De forma contraria, los mantenemos y peor aún el sentido de nuestro voto a veces está orientado al “menos malo”. ¿Quién tiene entonces la sartén por el mango?