Estamos muy cerca de la conmemoración del 8 de marzo, Día Internacional de las Mujeres, aunque en sus orígenes se nombraba también de las mujeres trabajadoras y seguro veremos anunciado por todos lados la “alta cantidad de logros” a favor de la igualdad de las mujeres, serán días de estruendosos para publicitar los “avances” logrados en materia de equidad de género e igualdad sustantiva.
Las preguntas son necesarias ¿Por qué con tanto avance siguen cometiéndose, tantos feminicidios? ¿Por qué la violencia contra las mujeres en espacios públicos y privados o domésticos ha rebasado el poder de atención de las instituciones de gobierno y sociales? ¿Por qué se ha desatado el abuso y el feminicidio contra las niñas?
Sólo tres preguntas que demuestran que hay una incongruencia o desajuste entre los avances que el mundo y la sociedad ha tenido frente a las condiciones actuales de las mujeres, tal parece que mientras el mundo y su tecnología avanzan las condiciones de vida de las mujeres y niñas van retrocediendo, la ruptura entre el discurso y los hechos nos quedan debiendo muchas explicaciones que nos hagan entender la cantidad atroz de mujeres de todas las edades asesinadas.
Desafortunadamente miles y miles de casos se siguen sumando, historias reales hechos concretos, contundentes que han acabado con la vida de las mujeres sólo del año 2000 al 2014 fueron asesinadas 26 mil 267 mujeres, según cifras oficiales del Inegi, sin embargo organizaciones nacionales como el Observatorio Nacional contra el Feminicidio ha señalado que aún esos números resultan conservadores, pues hasta un 40% de los asesinatos de mujeres no son considerados feminicidios o se documentan con otro móvil alejado de esta terrible realidad en muchos casos por negligencia de las instituciones de justicia y en otros por franco desconocimiento en materia de criminología.
Respecto a los feminicidios cometidos contra niñas, cabe señalar que fueron 83 los cometidos tan solo en 2017, pero no perdamos de vista las denuncia que hacen las organizaciones sociales al respecto sobre lo conservador de estos números cuando se toca el tema de feminicidio.
Como inicié está columna de opinión sostengo que necesitamos entender mejor lo que está pasando y creo que necesitamos entenderlo para desmontarlo y no sólo reaccionar en la denuncia y luego aplaudir en eso que sentimos como las pequeñas batallas ganadas por las mujeres. Explicarnos por qué hay esa ruptura entre “los logros” anunciados y la violencia cotidiana a la que sobreviven la enorme mayoría de las mujeres.
Algunas feministas han señalado que la entrada del Tratado de Libre Comercio (Nafta) en 1994 aceleró la violencia contra las mujeres en la frontera norte de México, principalmente en Ciudad Juárez, en 1993 los feminicidios ya se elevaban pero no cabe duda que a partir del 1994 Juárez marcó un antes y un después para las mujeres de México y de América Latina y el Caribe, con un sentido principal en los países de Centroamérica.
Y es entonces que parece que comienza a tener sentido la ruptura de la falsa idea de desarrollo sustentada sólo por los avances tecnológicos omitiendo las condiciones sociales de hombres y mujeres en todo el mundo pero para este caso particular en México.
El Tratado de Libre Comercio de América del Norte abrió la puerta al traslado de los productos y mercancías que para algunas empresas representaron grandes ganancias, no así para la el grueso de la población y en un sentido de franca polarización de la exclusión y el lujo el estado se fue borrando y con ello sus posibilidades de incidir en el negocio del consumo de cuerpos racializados y digo el estado es su sentido original, porque en un momento se transformó en corrupción para poder operar y gozar de las ganancias del Nafta no estoy diciendo que sea a partir de 1994 que surge la corrupción en el estado, sino que es por estas fechas que se transforma en una empresa más en su totalidad para construir una imagen pública de democracia, derechos humanos y progreso y en su práctica se une y forma parte de eso mismo que se ha resistido a reconocer cómplice del feminicidio como un efecto del sistema del capitalismo neoliberal y patriarcal para el que los cuerpos de las niñas y las mujeres pueden generar plusvalía.
La fuerza que ha tomado el conservadurismo y la resistencia para terminar con los roles de género y los estereotipos son justo la materia prima que genera la riqueza de la desigualdad, la expresión cada día más violenta de la masculinidad busca invisibilizarse, pero no hace falta más que ver la saña y el odio con el que ocurren los crímenes cometidos contra mujeres y contra varones, la exposición de la violencia que hacen los grupos de crímenes organizado para controlar territorios a fin de cuentas es la forma que tienen de imponer nuevos patrones de masculinidad, porque además una de sus características es la competencia para dominar y el proceso para lograrlo en la lógica de un sistema económico como el actual los hace mirarse a sí mismos como mercancía que vale o no vale, dependiendo del reconocimiento que tienen en el grupo social de varones. Entonces la violencia también adquiere un valor dentro del mercado con el que se puede comerciar.
Para este 8 de marzo escucharemos muchas propuestas y bueno la verdad es que algunas ya muy recicladas, pero hay una que viene sonando, el de construir la igualdad modificando algunos obstáculos como la masculinidad tradicional, pero vale el esfuerzo preguntarse ¿se puede construir una nueva masculinidad? No. Principalmente porque no se puede resimbolizar la violencia y sus componentes estructurales, el concepto de nueva masculinidad sólo ha buscado aminorar el impacto que tiene la explicación de la violencia en la responsabilidad de los hombres protegiéndose en al principio de que no todos los hombres son violentos, refiriéndose a que no todos son feminicidas, pero como lo explica elocuentemente Rita Segato en su libro, La escritura del cuerpo de las mujeres asesinadas en Ciudad Juárez, aquellos feminicidas tampoco nacieron siéndolo pero a lo largo de su vida tuvieron una serie de pensamientos y actos aparentemente inofensivos que nunca cambiaron, que nunca se cuestionaron y que un día asesinaron a una mujer, porque se probaron que lo podían hacer, porque creyeron que ella les pertenecía y esos pequeños actos misóginos y sexistas que nunca nadie quiso señalarles un día estallaron todos al mismo tiempo.
Creo necesario hacer un mayor esfuerzo para no buscar la siempre justificación femenina con tal de no hacerlos sentir mal, de no ofenderlos, de no hacerlos sentir que las mujeres somos sus enemigas y a cambio de eso protegerlos y ahora decir que quizá “el otro sí lo sea pero que él (en particular) no lo es”. Necesitamos terminar con la incongruencia discursiva sobre la violencia y los avances para las mujeres, porque hay algo innegable, estos modelos de masculinidad atroz diariamente asesinan a miles de mujeres y hombres, ¿Cómo podemos resimbolizar a quienes cometen esos crímenes?
No podemos hablar de desarrollo si sólo nos referimos a los nuevos productos que venden las empresas tecnológicas, es necesario mirar y reconocer el impacto que tiene la violencia en la vida de cada persona y entender que es no es algo natural, trabajar muy duro para cambiar esas cosas de fuerte impacto pero también ese conjunto de pequeñas cosas que la componen.
@Chuytinoco