Quizá pasó desapercibido por la mayoría de los ciudadanos el sorteo celebrado este miércoles por el Consejo General del Instituto Nacional Electoral por medio del cual obtuvo uno de los meses del año que permitirá seleccionar, de entre los nacidos en él, a quienes tendrán la nada fácil responsabilidad de clasificar y contar nuestros votos el próximo primero de julio en las elecciones que nos servirán para renovar al poder legislativo de la entidad.
Por si usted no lo sabe, el sistema electoral que nos rige, es un sistema que se va renovando proceso tras proceso, hasta hacerlo prácticamente inmune a la posibilidad de un fraude en casillas, quizá porque está basado en un factor muy arraigado en la sociedad mexicana: la desconfianza.
Históricamente se nos ha dicho que los muertos votan, que las urnas al llegar a la casilla ya contienen boletas marcadas en su interior, y otras un poco más inverosímiles como aquella leyenda urbana de un supuesto anillo con una especie de marcador adherido que se le da al secretario de la casilla para que al contar las boletas sobrantes marque estratégicamente el recuadro de un partido en específico, o el mito que cuenta que por procedimiento todos los boletas sobrantes de una casilla van a dar invariablemente al partido que más votos obtuvo en esa demarcación.
Para acabar con esta mitología, más producto del desconocimiento acerca del funcionamiento del sistema y de la historia mil veces contada pero nunca vista, el sistema que nació con la ubicación de centros de votación en lugares de alta confluencia, con registros de votantes en papel y atendidos por funcionarios gubernamentales, ha trascendido poco a poco a no dejar resquicio alguno a los tramposos y a privilegiar la voluntad popular.
El padrón electoral se ha convertido en un instrumento confiable basado fundamentalmente en su constante actualización. El pasado 31 de enero venció el plazo para aquellos que, me incluyo, debieron haber realizado un trámite de actualización de los datos, alguna corrección en el nombre, la vigencia de la credencial, pero por encima de todo, la referencia al domicilio, puesto que de esta manera se construye la lista nominal. Al asociar mi persona a mi domicilio, la autoridad electoral estará en condiciones de enviar a la casilla en donde me toque sufragar la cantidad exacta de boletas para el mismo número de votantes, ni más ni menos, y terminar con la suspicacia de tener más boletas que electores y a la vez garantizar el hecho de que si todos fuéramos a votar, habría una papeleta para cada quien.
La ubicación de los centros de votación requiere de una especialización en el trabajo que involucra a muchas personas y a varias instituciones. Desde hacer estudios demográficos y probabilísticos para saber en dónde instalar una casilla, hasta obtener la anuencia, equiparla con mobiliario adecuado, responder por los daños en ocasiones, y sobre todo, establecer los mecanismos para que el ciudadano pueda acceder fácil y libremente a ejercer su voto. Ya no resulta prioritario ubicarlo en la escuela primaria del sector, sino buscar edificios públicos o hasta domicilios particulares que privilegien la equidistancia con los puntos de la sección; en resumidas cuentas, en estos tiempos la autoridad no pondría un centro de votación en un callejón oscuro y desolado, sino en un edificio que eventualmente esté bien ubicado y cumpla con la normativa en la materia. Para ello, desde ya, se trazan rutas y recorridos en todo el país para avisar a propietarios y poseedores de inmuebles que, si bien no es seguro, es probable que tengamos que molestarlos el domingo de elecciones.
El caso que nos ocupa es el de los funcionarios de casilla. Y es que si bien pudiera pensarse que lo ideal sería que funcionarios gubernamentales recibieran y contaran los votos en la casilla volviendo esta actividad una especialización en la que, de hacerla tantas veces, se convirtieran en expertos, la verdad es que, basados nuevamente en la desconfianza que impera, dejamos todo en manos del azar.
El Consejo General determinó que por suerte fueran los nacidos en el mes de febrero, y me vuelvo a incluir, quienes recibamos a un capacitador electoral para que nos informe el procedimiento a seguir. Es importante acotar que no por el hecho de recibir a tal funcionario electoral en nuestro domicilio ello nos convierta en automático en funcionarios de casilla, pues hay que analizar un doble aspecto de aptitud y disponibilidad, que permite seleccionar solamente a los mejor evaluados, para que en ellos recaiga la responsabilidad de que se respete la voluntad ciudadana.
El sistema está listo y probado. De aquí al primer domingo de julio serán visitados millones de prospectos en toda la República para detectar los mejores perfiles de una tarea que se antoja difícil. Para unos queda la reflexión de recibir al capacitador en su domicilio y asistir a las capacitaciones y simulacros que se impartirán. Para otros, la reflexión de estar atentos al proceso electoral en cuanto al seguimiento a los candidatos a los diversos puestos de elección. Para todos, reflexionar acerca del título de esta columna. La democracia no solo es una forma de gobierno, sino que encuentra su perfección al vivirla, desde cualquier trinchera, teniendo siempre presente cada uno de nosotros que, así como yo, tú eres la democracia.
/LanderosIEE | @LanderosIEE