Este jueves, estimado lector, quiero compartirle una anécdota de un gran amigo que me parece digna de destacar y analizar. El buen Alex Solís, de esos mexicanos como pocos, realmente comprometido con la nación, luchador incansable a favor de la democracia y mire que lleva toda la vida trabajando en esos menesteres con el mismo entusiasmo. Seguramente muchos de nosotros desde la trinchera que escogimos buscamos el bienestar de México, el cambio que necesitamos para poder dar el siguiente paso y convertirnos en lo que hemos estado esperando desde siempre. Leyendo por ahí me encontré que la democracia se le puede entender como una forma de gobierno del Estado donde el poder es ejercido por el pueblo, siempre y cuando existan esquemas auténticos de participación ciudadana como el sufragio libre, directo, secreto e instituciones que garanticen que la elección de sus representantes sea legítima; a final de cuentas, sí el poder es ejercido por el pueblo, el mismo pueblo debe estar al pendiente de la transparencia de los procesos. Entonces, mi querido amigo Alex, promotor de la democracia, se topa en la sala de espera de la línea del caballero águila con dos actores políticos vigentes, cada uno con una historia que impactó, impacta e impactará a esta nación independientemente del rumbo que tomen las aguas este próximo domingo 1 de julio. Iré citando la relatoría de Alex, aquí comienza Las salas de espera de los aeropuertos son ese pequeño mundo en donde un Cronopio (o sea yo) puede acceder a los Famas (o sea ellos). Haciendo alusión a aquella magistral obra de Julio Cortázar Historias de cronopios y famas, con tendencias surrealistas el autor identifica a los primeros como seres marginales, poetas, sin miedos, como el mismo Cortázar, como muchos de nosotros, como el mismo Alex (o sea él). Los Famas en cambio son identificados o catalogados como seres importantes que defienden el orden establecido, como los políticos, los habitantes de la cúpula o el Big Brother de Orwell tal vez. También aparecen los Esperanza que son los que se dejan llevar por ambos, veletas diría yo.
Seguimos con Alex Y en una muestra de civilidad los saludas y te devuelven el saludo. Y en un pequeño diálogo te preguntan ¿Cómo estás? ¿Para dónde vas? ¿De dónde eres?
Y los Famas intentan tomar el pulso de la sociedad a través de una muestra representativa que día a día recaban a lo largo de su peregrinar por la nación. La charla inicia de manera espontánea o al parecer eso denota y haciendo alarde de la cultura cívica nuestro amigo aplica el paradigma básico de la comunicación para no ser imprudente tal vez. Cuántas cosas pudieras decirle a los Famas cuando están frente a ti, esperando la descarga de cuestionamientos, halagos, reproches, injurias, de todo; pero como buen caballero, hombre culto y amante de la civilidad Alex pregunta y responde los básicos de la comunicación, se prepara para el siguiente paso.
De nuevo Alex Luego, de forma civilizada les pides tomarte una foto con ellos, y gentilmente acceden. Y así fomentamos el civismo con la civilidad. Y México, es más, y abonamos a la cultura cívica.
Entiendo que más que la foto es la evidencia de que dos personajes como Andrés Manuel López Obrador y Otto Granados Roldán, no juntos, claro está, cada quien, en un momento distinto dentro de un espacio, coincidiendo con el mismo relator, es decir Alex, pueden apostar por la cultura cívica, claro fuera de los reflectores y la estridencia de los medios.
Cierra Alex GRACIAS a Andrés Manuel López Obrador y GRACIAS a Otto Granados Roldán. Citados en estricto orden cronológico justo como se dieron los encuentros.
Pero y entonces la pregunta obligada, y si usted quiere hasta con morbo para el personaje principal de esta anécdota ¿Realmente es agradable Andrés Manuel, es buen conversador, o es un “señoritingo”? ¿Es realmente auténtico, tiene una doble identidad, es bravo frente a los medios y ecuánime en el encuentro casual? Tal vez mi querido Alex tiene una fotografía con el próximo presidente de la República o con el hombre que la historia lo juzgará desde muchas aristas.
Siempre será un enigma para mí, un misterio sin resolver eso de la personalidad de un político y más la de Andrés Manuel, un individuo de contrastes que acepta la alianza con Encuentro Social con toda y cada una de sus líneas cristianas, con el Partido del Trabajo y con quien se deje, priistas y panistas expulsados, separados por cuenta propia, personajes públicos que se vuelcan hacia la figura de Andrés Manuel mientras su discurso en lo particular no me alcanza a hacer voltear. Terco para poner fin a la corrupción, aun y cuando Napoleón Gómez Urrutia candidato al senado de Morena por vía plurinominal no tenga aun aclarado el origen de los 55 millones de dólares que de pronto aparecieron en su cartera.
Será un camino largo de aquí al primero de julio, con una absurda exposición mediática de los tres principales contendientes, con anuncios propagandísticos que no tienen un fin definido creo yo, pues hoy en día estoy seguro que un spot no cambiará la decisión del voto.
Apuesto a la civilidad y la cultura cívica, siguiendo a Alex Solís, el camino no está pavimentado y los raspones en la terracería dolerán, es cuestión de pedir a los Famas que asuman la verdadera responsabilidad que la democracia les confiere, y a los Cronopios no adular, no caer, si analizar, si buscar la verdad, si exigir para que la democracia quede garantizada y en manos de todos, el problema ya lo visualizó Octavio Paz en su afamado Laberinto de la soledad, somos un pueblo con muchas máscaras.
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