Julio llegó a casa de su hijo. Tocó la puerta y, retador, exigió verlo. Se dispuso a jugar con él un rato. Sabía que lo extrañaba, pero el niño le resultaba enfadoso después de un tiempo. Si tu mamá estuviera aquí cuidándote no serías tan berrinchudo, le dijo, quién sabe dónde anda y con quién. Para Julio, Imelda es una puta. Lo abandonó, lo dejó solo y se llevó a su hijo. Se lo quitó. Si tan chingona se cree, que ella lo mantenga, si estuviera aquí conmigo yo me haría cargo de lo que Julito necesitara, pero así no, que se joda, si lo que siempre quiso fue andar de puta con uno y con otro, por eso se fue.
No recuerda las veces que llegó borracho a casa. Entre flashazos, alcanza a vislumbrar las luces de una patrulla el día que incendió la sala para obligar a Imelda a que le abriera la puerta, pero no recuerda bien el fuego ni su calor. Por la ventana quemó con el encendedor una cortina que se iluminó rápido y a través de esta vio cómo Imelda comenzó a gritar desesperada con el bebé en brazos. Alguno de los vecinos habrá llamado a la policía, pero como ella dijo que fue un accidente no lo arrestaron. Perdóname, es que me desespero porque te necesito. No me imagino sin ti y sin él. Si ya sabes que siempre he estado solo, que a mí nadie me ha querido más que tú, lloriquea. Esa será su apuesta ante el mundo: sus padres lo abandonaron, nunca contó con una familia. Me tuve que volver duro para que no me lastimaran, aprieta los puños mientras lo dice.
Para Julio, todas las personas son unas mediocres. Yo lo pude haber hecho mejor. Mi patrón era un pendejo que no le gustaba que le dijeran sus verdades. No sabe si todas las mujeres lo desean, pero él desea a todas esas tetas y esos culos. Yo, como Juan Camaney, masco chicle, bailo tango, tengo viejas de a montón y me tocan mínimo siete. El llorar o mostrar sentimientos equivale a debilidad y a homosexualidad. No llore, mijo, no sea joto, no chille como vieja. Julio está convencido de que es el amo del universo. Su verdad es única e indivisible por eso no ve, no comprende, por qué Imelda no quiere estar más con él, por qué lo hace sufrir con su ausencia, por qué le arrebató a su hijo.
Al principio fue el mejor novio, el más atento, el cautivador, el romántico. La llenó de besos y flores, le prometió el cielo y las estrellas y cuando Imelda quedó embarazada no dudó en querer formar la familia que nunca tuvo, aunque no supiera cómo. Tampoco sabía tener un trabajo estable, siempre faltaba dinero en casa y el bebé no dejaba de llorar, así que Julio optaba por irse a la calle para no escucharlo. Al regreso demandaba comida caliente y serenidad, ropa limpia y una Imelda que lo recibiera dispuesta.
Si tu mamá estuviera aquí cuidándote no serías tan berrinchudo, le dijo, quién sabe dónde anda y con quién. Con este pensamiento rodando en la cabeza, Julio salió a buscarla. Después de tantos años aún tenía celos. No te pongas esa blusa. No vas. Yo te acompaño. Quién es ese. Mírate esas lonjas y esas greñas. Quién te va a querer a ti con un hijo. Imelda es una puta. La esperó afuera de su trabajo y cuando salió la fue siguiendo por toda la ciudad. Iracundo, estaba seguro de que se encontraría con otro hombre. Él no sería su burla ni el hazmerreír de nadie. Llegó pateando puertas y gente. Mentando madres. Amenazando con matarla y matar a todos los que se acercaran a ella. Se resistió a subirse a la patrulla y en la celda lloró por Imelda, por Julito, por él y su triste vida. En lo que luego consideró un momento de debilidad, ahí gritó que sería el próximo en la lista de los suicidios, que ya no quería vivir de esa manera.
Cuando por fin salió de la ministerial fue directo a casa de ella. Tiene una explicación. La ama tanto. Pero Imelda es egoísta y está loca. No quiere saber nada de él y no lo entiende, Imelda es suya, como su hijo. Imelda no le puede decir que no. Julio no comprende. No sabe por qué las cosas no son como él quiere si es el más chingón de todos, el más hombre. Reconoce que debe buscar un empleo, tal vez ser menos enojón, pero es que nadie entiende por lo que ha pasado, lo que ha sufrido. Mira mis lágrimas, no son de joto, son verdaderas, regresa conmigo. Nadie le ha dicho cómo hacerle. Nadie le dijo que así no deben ser las cosas. En su camino no sabe del otro. Solo importa él. Imelda es suya y ya. Si no se atreve a matarse, tal vez la mate a ella, por egoísta y por puta. Abandonará a su hijo como a él lo abandonaron. No escucha lo que Imelda le dice. Aléjate, Julio. No entiende lo que le está pidiendo. No recuerda las borracheras, los golpes, las amenazas, o tal vez sí, pero son normales para él, así son los hombres, se lo dicen las canciones, los amigos, la televisión. Julio está convencido de ser el amo del universo. Todo debe caer a sus pies. Y nunca entenderá qué es lo que esperan que haga. Mientras, aprieta los puños.
@negramagallanes