El estilo de vida sedentario que se ha vuelto una costumbre para las personas en todo el mundo ha traído en consecuencia un aumento en las cifras de obesidad y sobrepeso y con ello, de las principales enfermedades crónico degenerativas que veíamos en la población adulta, pero que lamentablemente hoy afectan a niños y a más tempranas edades.
De acuerdo con un estudio que posteriormente se presentó como documental en uno de las principales cadenas internacionales que ofrece contenidos vía streaming, el escenario no es nada alentador, especialmente en Estados Unidos, una de las principales potencias económicas en el mundo.
La información indica que los norteamericanos basan su consumo de alimentos en proteínas y grasa, principalmente cárnicos, embutidos y lácteos, que justamente son los que han elevado la incidencia de personas con diabetes, enfermedades coronarias o que presentan altos niveles de colesterol en sangre y órganos, así como cáncer.
Carolina del Norte es uno de los estados que más producción de carne de cerdo genera para ese país y hacia otras naciones. En las granjas porcinas se crían unos 10 millones de animales, una población casi igual a su número de habitantes, lo que deriva en un problema sanitario que además es creciente.
Quienes residen en ese estado, se quejan de las condiciones poco sanitarias en las que estas granjas operan, sobre todo por el nulo protocolo para desecho de residuos orgánicos y el pestilente olor que se genera, lo que ha provocado que la gente se enferme.
La incidencia de casos de cáncer y asma es exponencial, los habitantes han presentado denuncias sin eco, ya que el gobierno no ha podido o no ha querido regularlos.
La gente allá, no consume esta carne, mucho menos embutidos. Se narra que los cerdos son depositados en contenedores y permanecen expuestos, a la intemperie, incluso a altas temperaturas y por horas, hasta que llegan los camiones recolectores para su traslado y posterior procesamiento.
La investigación fue más allá y llegó a las instancias que se supone “vigilan” la salud de la población. Expone el patrocinio de empresas de alimentos de comida rápida y refresqueras principalmente, que mediante la entrega de recursos matizan la información y recomendaciones hacia los habitantes.
Por ejemplo, respecto del consumo de pollo. Casi nadie sabe que estos animales son criados también en granjas, engordados bajo un proceso de inyección de hormonas, pero también de sodio.
La recomendación que se hace a quien conoce esta información es evitar el consumo de estos productos que forman la base de la alimentación en México. Al enterarnos de esta información seguramente usted como yo se preguntará, si esto sucede en aquel país, ¿cómo andaremos aquí?
Seguramente mucho peor, pero la reflexión no va en el sentido de promover un estilo de vida vegetariano o vegano, sino más bien en considerar un cambio integral de vida, pero sobre todo de consumo.
De acuerdo con la información que ha dado a conocer en esta semana el IMSS, se estima que tan sólo las enfermedades crónicas no transmisibles constituyen 81.8 por ciento de las consultas en el primer nivel de atención, 15 por ciento en el segundo nivel y 3.2 por ciento en el tercer nivel.
Además, el cuidado de estos padecimientos es complejo y de alto costo y llegan a absorber altos porcentajes de gasto: 25.6 por ciento en el primer nivel, 53.4 por ciento en el segundo y 20 por ciento en el tercero.
Tratar a un diabético en descontrol, por ejemplo, representa unos 38 mil 338 pesos al año y con su insuficiencia renal crónica el gasto sube a 152 mil 453 pesos. Además, el paciente sólo tiene una esperanza de vida de 62 años. Para los cuatro males, el IMSS calcula que se destinan 85 mil millones de pesos y de no apostarle a la prevención, la cifra se podría multiplicar en los próximos años.