Lunes: sé que les desee prosperidad en la columna anterior, así como se desean las calcetas calientes y los encuentros con las hadas, pero no tomé en cuenta que el primer día de enero caía en lunes y si ese va a ser el tono del 2018, mejor vamos a respirar profundo y encender los memes del amiga-date-cuenta; no todos podemos ganar la lotería, así que chiflando y aplaudiendo como los monitos de cuerda, gente, hay que partirse el lomo, hay que demostrarle a la nación y a nuestros padres que el trabajo duro es rey. Hay que demostrar a la vida que la voluntad humana puede destruir los sistemas financieros e inventemos nuestra propia criptomoneda apasionada. Pero a dios gracias, gracias dios mío, ningún lunes es eterno: sabemos al menos de una persona que se irá a descansar este año al panteón de los presidentes mexicanos, imperatur máximus del chilitum et nopalum, y no sé ustedes, cuento las horas para decirle que siempre sí aplaudimos.
Noviembre: mis ambiciones se han limitado, en parte gracias a la nación pero también debido a mi humor lacónico de temporada, a pedirle a los dioses que me ahorren el paseo por alguna escena del crimen. No quiero abundancia, fortuna, hijos o más libros. Si los amigos, la familia, los vecinos deben irse que lo hagan por otra cosa.
1985: extraño el ritual de esconder las revistas pornográficas. Ya no hay necesidad de hundirlas en telas y cajas de zapatos cuando probablemente posees un teléfono que te ayuda en las búsqueda de los alivios. Una vez encontré una tarjeta micro usb en la calle y no pude resistirlo, al explorarla encontré imágenes y videos y sentí pena por el muchacho que dejó atrás su amuleto para la puñeta. No puedes hacer una conexión con el aparato como con las hojas de papel, la abstracción de sus elementos impiden los recuerdos táctiles, no puedes distraer la mirada vidriosa y apartarla del ritual mientras lees los nombres de los actores, del fotógrafo y la historia de alguien: por qué están ahí, por qué está pasando esto, por qué debo esconderlos. Te involucras. Lo mismo que pasa con los libros físicos pero aumentado por los impulsos de la carne. Debes ser rápido porque escuchas que alguien ya despertó, alguien está moviendo cristales en la cocina, alguien entrará a la habitación. He empezado a idealizar ese proceso porque los ochenta no sólo son las luces neón y los cabellos voluminosos; ahorrar el dinero para comprar un botín de lujuria y luego acariciar esos colores deslavados por el uso, por las miradas, por todo el movimiento que significa llevarlas de un lado a otro (de la recámara al baño, del baño a la oficina, de la oficina al cajón de los calcetines). Quizás la enseñanza es que la evolución es el desapego.
3 PM: el último videojuego del 2017 fue una combinación de novela visual, simulador de citas y una colección bastante común, pero tierna, de waifus (!). Qué decir, uno se sube al barco, se le pegan cosas y pasan los años en que dejan de ser placeres culpables para ser simplemente placeres. Un día me compraré una almohada con la efigie impresa de Sayori Kiddo y mi esposa, si tengo suerte, lo entenderá así cómo ha entendido otra serie de pasatiempos extravagantes. En fin, el juego se llama Doki Doki Literature Club, se puede jugar gratis y lo que uno pensaba era una historia común de escoger a una de cuatro chicas para enamorarlas, se convierte en un creepypasta, una historia inquietante y terrorífica. No digo más porque este videojuego es una experiencia única y es mejor descubrirlo por sí mismos.
7 minutos: cada vez son más comunes las historias de los fantasmas en la máquina y persiste la obsesión de trascender el cuerpo físico al copiar la consciencia en un cacharro de metal y circuitos. La inteligencia artificial de Facebook tiene suficientes datos para convertirse en nuestro doble si así lo quisiera, la copia ya está hecha, sólo tienen que admitirlo y apretar el botón rojo. Pero en caso de que existiera un proceso sumamente esperanzador, caro y complicado para transmitirse en los servidores de un multimillonario para vivirse el GTA, yo no lo haría. Hoy tomo la decisión de hacerme polvo, junto con los pájaros, los árboles y las moscas en el suelo cenizo de un paraje en llamas. Apuesto por la perpetuidad del negro o la reencarnación, me llevo todas estas sensaciones físicas conmigo: las caricias, las risas, los dolores y las taquicardias por el miedo de una muerte inminente. Que así sea.