Escribo esta columna -celebrando dos años de participar con este espacio en La Jornada Aguascalientes– haciendo un balance de las lecturas que hice este año. A diferencia del año anterior, este año sí me di espacio para leer novedades: una tarea kamikaze, una empresa suicida que puede conducir a la muerte por asfixia o aplastamiento. La industria editorial en ciertos sectores se desboca, mientras en otros, por desgracia, muere por causas electorales (esperemos que el Fondo de Cultura Económica renazca el año que sigue con un presupuesto respetable).
Las tres novedades cuya lectura disfruté más este año son dos novelas y un libro de relatos. Temporada de huracanes (Literatura Random House, 2017) de Fernanda Melchor es una proeza narrativa: desamparo, pesadillas, abandono, todo a un ritmo maníaco y electrizante. El monstruo pentápodo (Tusquets, 2017) de Liliana Blum es un espléndido estudio de la mente del psicópata, una novela construida con sumo cuidado para lograr un efecto emocional en el lector que se cuela hasta los huesos. Por último, La vaga ambición (Páginas de Espuma, 2017) de Antonio Ortuño -ganador del V Premio Ribera del Duero- es uno de los libros de relatos que he disfrutado más en los últimos años.
Este año Editorial Almadía -proyecto editorial oaxaqueño y ya con un prestigio indudable- publicó nuevamente algunos volúmenes de la saga Casasola, y este mes lanzó el más reciente: Inframundo. Bernardo Esquinca es un escritor que se mueve con audacia entre la nota roja, la novela negra y el terror. Sus novelas son, ante todo, pura diversión. Si no han leído La octava plaga, Toda la sangre y Carne de ataúd (todas publicadas por Almadía), es un buen momento, antes de hincarle el diente a Inframundo.
En cuanto a poemarios, no puedo no recomendar nuevamente en este espacio Fábulas e historias de estrategas (FCE, 2017) de Renato Tinajero, ganador del Premio Bellas Artes de Poesía Aguascalientes 2017: un poemario asombroso, que nos recuerda, al hilo de las piezas y las batallas en el ajedrez, la profunda contingencia de la naturaleza humana. Con una música y sensibilidad análogas, Vivir de oído (Almadía, 2017) de Andrés Neuman nos recuerda que es el oído justamente el órgano central de nuestra sensibilidad.
En cuanto a ensayos, me gustaría destacar un par. Otra modernidad es posible (MalPaso, 2017) de Humberto Beck es una detallada y brillante exploración del pensamiento de Iván Illich, de enorme trascendencia para nuestro tiempo. En segundo lugar, Para combatir esta era (Taurus, 2017) de Rob Riemen es una especie de panfleto civil que nos pone en guardia ante el fascismo latente en muchas de nuestras sociedades democráticas.
Por último, pero no por ello menos importante, disfruté muchísimo la lectura de algunas novelas gráficas, tiras cómicas e historietas. A la cabeza, El mapa de mi lonja (Grijalbo, 2017) de Betinorama explora, con un hilo autobiográfico, las maravillas de la comida mexicana. Con El instante amarillo (Océano, 2017) y Uncle Bill (Sexto Piso, 2017) Bernardo Fernández “Bef” se consolida como el portavoz de la novela gráfica mexicana. Diario de un solo #1 y #2 (Tusquets, 2017) de Catalina Bu son una hilarante meditación sobre la soledad en tiempos de Netflix. Y Cosas que te pasan si estás vivo (Anagrama, 2017) de Ricardo Liniers pone nuevamente al argentino en el mapa principal de la tira cómica mundial: siempre melancólico, reflexivo y con un sentido del humor que hace eco de los calmos andares del Río de la Plata.
Respecto a libros infantiles y juveniles, me quedo con un par. Última escala a ninguna parte (FCE, 2017) de Ignacio Padilla es una muy amena y divertida exploración de los empeños inútiles, encarnada en el viajero frecuente de una aerolínea que consigue más y más millas para seguir viajando sin un rumbo fijo. Y Sombras en el arcoíris (FCE, 2017) de Mónica Bronzon vino a llenar un espacio necesario en la literatura infantil: hablar con sensibilidad y sin tapujos de la diversidad de preferencias sexuales a los más pequeños.
Lejos de las novedades, y de la impotencia lectora de estar más o menos al día con lo que uno cree que es importante, tuve dos experiencias memorables. Leí Distancia de rescate (Almadía, 2014) de Samanta Schweblin, cuya traducción inglesa fue finalista este año del Man Booker International Prize. En este espacio recomendé la novela hace algunos meses, pues pienso que Schweblin es una de las mejores narradoras de nuestra lengua. La lectura de Distancia de rescate es una experiencia difícil de describir. También me sucedió algo similar con Satin Island (Pálido Fuego, 2016) de Tom McCarthy, novela finalista del Man Booker Prize 2015, cuya lectura es quizá una de las experiencias literarias más profundas que he tenido en los últimos años.
2017 termina. ¿Qué lecturas le marcaron este año?
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