Salí a caminar al centro de la ciudad, pensaba en el término del año mientras alrededor me acosa toda esa propaganda acerca del amor y los buenos deseos que pululan en estas fechas, especulo que estos “lindos días” solo son posibles que existan por su contraparte “los malos días”, que son casi todos. La amenaza de los malos días siempre pende sobre nosotros; la violencia, la fiebre porcina, una salsa picosa, la gripe aviar, el triunfo de la derecha, el cáncer testicular, los impuestos, la caída del cabello, un mal cruce por la ciclovía y ser violentamente atropellado por un ciclista deslumbrado por las luces navideñas colocadas en las calles. Y ahí todo se acabaría. ¿Qué sentido habría tenido todo si ese ciclista me atropella por no haber mirado correctamente el cruce peatonal?
Creo repetidamente que todo carece de sentido ¡todo! nuestras vidas, el trabajo, los regalos, las estúpidas lucecitas, el sexo -bueno, no siempre-, la religión ¡el mundo entero carece de sentido! Nacemos, lloramos, somos amamantados, crecemos como podemos, nos reproducimos también como podemos y morimos. En el intermedio pueden pasar algunas cosas interesantes como ver al Necaxa campeón, dormir con una mujer hermosa o tener un buen corte de cabello, pero al final todo se reduce a eso. Creo que el observar durante tanto tiempo y fijamente las cándidas lucecitas navideñas me esta trastornado ¿qué sentido tienen estos adornos, estas luces? ¿solo en esta época son posibles? Me imagine la parafernalia colocada durante todo el año, sería escalofriante, solo cobra sentido en esta época desde la irrealidad y el espectacular montaje de la negación ¡todo está bien, hay luces en la plaza!
El montaje -casi escenográfico, casi mágico- altera mi realidad, la disloca, me empuja a no poder andar ahí por la plaza de amargado, de hostil, malhumorado y cabizbajo pensando en la miseria del mundo, la violencia infernal que nos consume, la decadencia social, los feminicidios, los desaparecidos, mis propios delirios, el desmoronamiento del país. Las luces con su vaivén, con su cadencia y destello me llevan hipnóticamente a ilusionarme, adherir entre fulgores a esta realidad artificial del montaje temporal, al menos veo a todos en ese estado letárgico de sonrisas, fotos y abrazos ¿esto tiene sentido? ¿Tiene sentido el celebrar el nacimiento de un niño judío con osos polares, focas con gorros rojos y luces en los árboles? ¿tiene sentido que cantemos villancicos, demos regalos y escribamos buenos deseos?. Lo dudo todo.
Tal vez el efecto convulso de las luces me hace enfrascarse ¿no será que todo el mundo ama el sinsentido, las ilusiones? ¿qué esto es la base de la vida misma, lo que nos hace seguir adelante, o atrás o hacia donde se quiera ir? Tal vez el raquítico oso polar, la carismática foca, el globito de colores led, los enanitos explotados por el tipo gordo con diabetes de la refresquera gringa y las lucecitas prendiendo y apagando generen ondas expansivas que atraviesan nuestros cuerpos en la plaza y nos llevemos a casa radiaciones de paz, amor y buena voluntad, que pensemos en el prójimo y en nuestra propia existencia, que nos acerque a Jesús, Buda, Alá o “chicharito” Hernández, la aparente calma fabricada del montaje del escenario navideño me da una oportunidad de tranquilizar el pensamiento y conectar a la falsa armonía y buenaventura decembrina.
¿Entonces tanta luz artificial es solo para dispersar la oscuridad de la realidad?
Mientras me como un algodón rosa, veo a los niños y a los viejos disfrutando por igual, la gente patinando sobre hielo contrahecho, hay cajas de regalo vacías debajo de árboles de plástico gigantes coronados por campanas, la plaza esta llena, todos sonríen, la catedral está iluminada, me doy cuenta de que tal vez estos días tan solo se traten de creer, de fantasear, de pensar en la magia de la ilusión que no soporta cuestionamiento y se edifica en el dogma.
Es tarde en la plaza, se hace de noche y hay frío, sin embargo siento el deseo irrefrenable de quedarme aquí, al menos estos días en este mágico mundo falso, escondiéndome de la realidad protegido por los renos y las luces que tapan la oscuridad con una estrella gigante, una Navidad que de tan roja se vuelve negra.
Sí todo es falso, pero lo bello y hermoso de esta vida es su irrealidad porque nos mantiene en alerta y asombrados, puesto que tanto tú como yo somos entes falsos y creados por esa irrealidad y nos esfumaremos en la nada con toda realidad. Así que sigamos viviendo la irrealidad de la vida, que seguro sí será real porque sino, esa falsa realidad no existiría. Continuemos con la tradición de caminar en estas fechas por el centro de Aguascalientes, mientras esa irrealidad exista, viendo las sonrisas y los abrazos que se da la gente y disfrutemos de esa falsa realidad, ya que al margen de los sentimientos que nos evoquen, ese hecho es una evidencia tangible de nuestra propia realidad.