Mi buen amigo y compañero de trabajo en Radio y Televisión de Aguascalientes, a donde tuve la oportunidad de regresar después de 6 años de ausencia, Héctor Ramos Esparza a quien conocemos familiarmente como Kircho, me comentó algo acerca de lo que sucedió en estos días, me preguntó: ¿qué fue lo que sucedió en un día como hoy de 1989?, eso fue ayer jueves, antes de que yo escribiera lo que ahora amablemente estás leyendo, le contesté, con cierta inseguridad: “La caída del muro de Berlín”, y sí, efectivamente, así fue, por lo que decidí dedicar estas líneas a tan importante acontecimiento.
El impacto de la caída del muro de Berlín no fue solamente político, trascendió más allá de las fronteras de este territorio, llegó, por supuesto al mundo de las artes. Algunos grupos de rock empezaron a incluir en sus giras los países de Europa del este y a tocar en la mismísima Unión Soviética, hoy en día esto es normal, pero en aquellos años de principios de los 90 era todo un acontecimiento.
Yo creo que el gran momento en el que el arte celebró la caída del muro que dividía, no sólo al ciudad de Berlín, sino a todo el mundo en dos hemisferios aparentemente irreconciliables, fueron los conciertos celebrados en la Postdamer Platz, punto neurálgico del centro de la ciudad de Berlín, en 1990 Roger Waters ejecutó en este lugar íntegramente la música del álbum The Wall, publicado por Pink Floyd en 1979 acompañado por algunas de las más grandes luminarias del rock, entre ellos, Van Morrison, los alemanes metaleros de Scorpions, Cindy Lauper, en fin, convocó a una buena cantidad de amigos músicos para celebrar con él este acontecimiento con un espectacular derroche de técnica y música, esto fue el 21 de julio de 1990, unos meses después de la caída del muro de la vergüenza. En algún momento de su vida Roger Waters había comentado que jamás volvería a tocar The Wall a menos que cayera el muro de Berlín, lo dijo como una posibilidad tan remota que parecía imposible, sin embargo, cuando esto sucedió, cumplió con su promesa.
También en Berlín se efectuó un concierto que cumplió con la utopía del poeta alemán Friedrich von Schiller, quien por cierto, nació un 10 de noviembre, pero de 1759, utopía que propone en su Oda a la alegría y que Beethoven llevó a la música incluyéndola en el cuarto movimiento de su monumental Novena sinfonía. Ninguna obra en la siempre inconclusa historia de la música tendría más merecimientos para ser interpretada con motivo de esta gran celebración que la majestuosa Coral del genio de Bonn, no sólo por el elocuente texto de Schiller: “¡Abrácense millones de seres! ¡Este beso para el mundo entero!, hermanos. Sobre la bóveda de estrellas habita un padre amante. ¿Se postran millones de seres?, mundo, ¿presientes a tu Creador? ¡Búscalo por encima de las estrellas, sobre las estrellas ha de vivir!”. De qué manera tan intensa cobran vigencia las palabras de este poeta alemán del siglo XVIII y contemporáneo de Beethoven, me imagino a aquel monumental coro cantando la sublima Oda de Schiller en la Schauspielhaus de Berlín, mientras, en la plaza de la Gedaechtniskirche en el centro de la ciudad, con un frío intenso y bajo una fuerte lluvia, más de 6000 personas se congregaron para ver el concierto a través de dos pantallas gigantes y unirse a esta celebración que definitivamente involucraba a todo el mundo. Esto fue el día de Navidad de 1989. Esta sala de conciertos, la Schauspielhaus de Berlín, que no es, por supuesto la Philharmonie, casa de la Filarmónica de Berlín y una de las mejores, quizás la mejor, sala de conciertos del mundo, es emblemática por su historia; en este sitio, en el año de 1826, se realizó la primera ejecución en Berlín de la Sinfonía Novena de Beethoven.
El director de aquel memorable concierto fue el estadounidense Leonard Bernstein, en esos tiempos, hablamos de 1989, director titular de la Filarmónica de Nueva York. Para esta ocasión se reunieron algunas de las mejores orquestas del mundo representantes de países que ocuparon Alemania después de la Segunda Guerra Mundial con el fin tocar juntas la Novena que cierra el corpulento y robusto corpus sinfónico de Ludwig van Beethoven. La interpretación fue de la Orquesta Sinfónica de la Radio de Baviera, además, integrantes de las Filarmónicas de Berlín y Nueva York, la Sinfónica de Londres, la Orquesta de París, la Staatskapelle de Dresde y de la orquesta del Teatro Kirov de Leningrado, hoy San Petersburgo. Los coros convocados fueron el Coro de la Radio de Baviera, miembros del Coro de la Radio de Berlín, el Kinderchor, o coro infantil, de la Filarmónica de Dresde, todos ellos dirigidos por el maestro Wolfgang Seeliger. El cuarteto de solistas estaba integrado por la soprano June Anderson, la Mezzosoprano Sarah Walker, el tenor Klaus König y el bajo Jan Hendrik Rootering, como ya lo hemos comentado, toda esta impresionante masa de músicos estuvo dirigida por la batuta del maestro Leonard Bernstein.
El 12 de junio de 1987, el expresidente de los Estados Unidos, Ronald Reagan, dijo en un discurso en la puerta de Brandenburgo en Berlín Tear down the Wall (derriba ese muro) a Mijail Gorbachov, en ese momento secretario general del partido comunista de la Unión Soviética. Recientemente, en la frontera de Tijuana con California, la Orquesta Sinfónica de Dresde, Alemania, convocó a un concierto con músicos mexicanos en esta frontera para pedir al gobierno de Trump lo mismo que hizo Reagan en 1987, Tear down the wall.
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