Quiero superar en el primer párrafo el dilema acerca de los dotes actorales de Adam Sandler. Todos sabemos que los mejores actores son aquellos que pueden y, principalmente, realizan comedia. En ejemplos no tan recientes ni novedosos están Bryan Cranston, Bob Odenkirk, James Franco, Jason Bateman y Adam Driver. John Hamm está hecho a la medida para Don Draper pero ha encontrado una segunda vida con personajes bobos en comedias de Tina Fey. Entonces, Sandler tiene dos películas buenas. Puede ser oscuro. A Ben Stiller se le considera mejor actor porque va más seguido a ese lado oscuro y más bien tragicómico. Total que ahora Sandler tiene tres películas buenas. Esta se llama Meyerowitz Stories.
Aparte de ser un evento por ser de las películas no bobas de Sandler y, de alguna manera, enfrentarlo con Ben Stiller (cosa que no pasa seguido), pasa que Meyerowitz es dirigida por Noah Baumbach, un genio de las indie y padrino del movimiento mumblecore, que es la base de cómo se realizan el grueso de las películas ancladas en personajes, hoy en día, sin olvidar lo mucho que maman del Woody Allen clásico. Girls, por ejemplo, es la meca del mumblecore porque los montajes son personajes hablando o personajes hablando y caminando. No como Aaron Sorkin, con discursos grandilocuentes que nadie diría, sino charlando sobre cualquier cosa.
Dustin Hoffman, en la trama, es el patriarca de los Meyerowitz y un ejemplar para la galería de pésimos padres en el cine. No puede conectar con sus hijos debido a que aparenta que no los escucha. De hecho sólo escucha a uno (el personaje de Stiller), pero solo le habla para desaprobarlo, debido a que es contador y él es un escultor y catedrático retirado. Con los otros dos, la cosa es un tanto peor. Viven de las migajas de su atención, a pesar de ser cuarentones. Soy ajeno a dicha edad y más bien me entra la duda de si el grueso de la población lleva sus daddy issues hasta dicha etapa. Y es que, las películas de Baumbach (el mismo un hombre blanco, privilegiado y cuarentón) dan vuelta a ese tema cada vez.
Es sencillo verse reflejado en pedazos de los tres varones protagonistas. Sandler, el hermano mayor, guarda una serie de resentimientos [a su hermano que si es querido, pero en secreto] que conforme se revelan, uno pasa de la empatía a la lástima. Stiller, el medio hermano y menor, se sabe desaprobado y piensa que (maldito ego, he pecado) la gente lo odia su elección de carrera. Y que tiene que pedir perdón a aquellos menos favorecidos. Hoffman, el papá, está obsesionado con su pináculo profesional y las razones por las que no dio el salto a ser un escultor consagrado.
El final, viene el spoiler, es un rayo de esperanza para aquellos que por nuestro carácter vivimos los problemas ajenos (y usualmente de familiares) en carne propia. Es, básicamente, aprender a mandar a la chingada todas aquellas cadenas puestas en nuestra crianza.
Meyerowitz Stories está en Netflix.
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