En la actualidad, los alcaldes deben lidiar con retos importantes que resultan de fenómenos globales como el cambio climático, la innovación tecnológica, la transformación económica y los cambios demográficos. Además, deben contribuir a atender dinámicas complejas como prevenir la violencia y la delincuencia y promover el desarrollo económico; y al mismo tiempo deben asegurar la prestación de servicios básicos como agua, drenaje y recolección de basura. Pero no sólo eso, generalmente se espera que los alcaldes ofrezcan un liderazgo político sólido y visionario; que ejerzan una comunicación clara sobre los objetivos y las prioridades de su ciudad; que administren de manera profesional los activos locales; que equilibren la planificación de largo plazo con acciones de corto plazo; que impulsen la innovación en la gestión pública; que sean receptivos y responsivos a las necesidades de los ciudadanos; que desarrollen estrategias para ser competitivos en un mundo globalizado; que promuevan un gobierno transparente y financieramente responsable; y que representen los intereses de su ciudad en otros niveles de gobierno.
En este contexto, debemos preguntarnos ¿cómo pueden los alcaldes gobernar de manera más efectiva en entornos extraordinariamente complejos? En un estudio reciente (Leading beyond limits: mayoral powers in the age of new localism) acerca de la efectividad de distintos alcaldes del mundo, el Instituto Brookings sugiere que un gobierno municipal exitoso cuenta principalmente con instituciones públicas sólidas que toman decisiones transparentes, rápidas y responsables, y que tienen una intención real de lograr resultados. Asimismo, un gobierno municipal efectivo se asegura de brindar servicios de calidad de manera eficiente; y colabora con empresas locales y organizaciones sin fines de lucro para responder a las necesidades cambiantes de sus ciudadanos y para crear las condiciones necesarias para promover el desarrollo económico local.
Más aún, para responder a los desafíos de un mundo cada vez más complejo y dinámico, los gobiernos municipales no sólo deben ser capaces de analizar, coordinar, regular e innovar, sino también, y especialmente, de construir, mantener y activar redes profesionales; y de operar la ciudad como una organización de aprendizaje que absorbe y digiere información acerca del entorno y el desempeño de las distintas funciones de la ciudad. Veamos.
En primer lugar, los alcaldes más efectivos gobiernan mediante redes, es decir, articulando y coordinando inteligentemente una amplia diversidad de actores, recursos y activos públicos, privados y sociales para implementar estrategias que permitan solucionar los problemas de una ciudad; pues difícilmente una sola persona podría ejecutar todas las responsabilidades y funciones de un gobierno local. Las redes también pueden permitir mayor cooperación intergubernamental, es decir, con otros niveles de gobierno, una característica clave del liderazgo efectivo de un gobierno municipal. La efectividad de un alcalde para coordinar y articular múltiples esfuerzos es fundamental para gestionar una ciudad, pues muchos problemas se extienden más allá de los límites geográficos de un municipio, como la planificación del transporte y la vivienda o la reducción de los niveles de contaminación.
En segundo lugar, el estudio sugiere que los alcaldes exitosos entienden la operación de sus ciudades como organizaciones de aprendizaje, que no es más que la creación, adquisición y transferencia de conocimiento, y la modificación de su comportamiento para reflejar nuevos conocimientos y perspectivas. ¿Por qué importa el aprendizaje en la gestión pública local? Porque la magnitud y la velocidad de los cambios provocados por la tecnología -por ejemplo, a partir del uso de vehículos autónomos-, aunado a la transformación estructural de las economías y la incertidumbre política derivada de tendencias como el aislacionismo y el nacionalismo, han agudizado la necesidad de que los líderes del mundo aceleren su ritmo de aprendizaje y adaptación. En este sentido, según el Instituto Brookings existen cinco capacidades clave: resolución sistemática de problemas; experimentación con nuevos enfoques; aprendizaje de experiencias propias; aprendizaje de experiencias y mejores prácticas de otras ciudades; y transferencia de conocimiento de manera rápida y eficiente dentro de la misma organización. Una organización de esta naturaleza además tiene la capacidad de planificar, implementar, evaluar, mejorar e innovar continuamente en programas, proyectos y servicios, tanto a largo como a corto plazo.
Por último, el estudio sugiere que la complejidad de los desafíos que enfrentan las ciudades en la actualidad exige que hagan más con menos, lo que implica ocupar puestos en el gobierno municipal con personas talentosas y con la capacidad técnica para movilizar recursos de forma creativa para asegurar la prestación de servicios de calidad, la gestión eficaz y la innovación.
En resumen, gobernar una ciudad implica una gestión compleja y sofisticada que evidentemente no todos los alcaldes suelen lograr. Por lo tanto, deberíamos analizar cómo otros alcaldes han logrado avanzar hacia una gestión más exitosa aún con las restricciones propias de la gestión pública local.
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