El reciente “destape” del aspirante a la candidatura presidencial del PRI, José Antonio Meade, vino a acelerar el proceso de selección de candidatos al interior de otras fuerzas políticas, pero también dejó ver que, en el 2018, reinará las consabidas guerras de lodo, descalificaciones y los chamusques de candidatas y candidatos a los diversos puestos de elección popular en juego.
En cada proceso electoral, las condiciones sociales y políticas se transforman rápidamente, de tal suerte que, los métodos que emplean partidos y candidatos para llegar al electorado, ya no son los mismos que hace una o dos elecciones anteriores, por citar un ejemplo.
Las formas de consumo de información del electorado se han transformado tan o más rápido que los avances tecnológicos y los medios de recepción y transmisión de información. La era de la “espotización” está llegando a su fin, y se abren nuevos canales y nuevas formas de construcción de mensajes que los aspirantes a gobernar, deben entender y retomar rápidamente si es que en verdad quieren ganar elecciones.
Sin embargo, algunas de las viejas prácticas de nuestro sistema político y electoral han perdurado a través del tiempo y una de ellas, es la estrategia de la calumnia, la descalificación y la denostación de candidatos, frente a un electorado que, hoy más que nunca, se muestra crédulo hacia mensajes que, intuyendo que son mentiras, los dan por buenos y permiten obrar conforme las descalificaciones se van presentando.
Ante estas añejas prácticas, el electorado muestra también signos de desgaste y contrario a lo que afirman mercadólogos en cuanto a que los electores no razonan, solo sienten, hoy es posible ver a una nueva generación de voto joven que busca y privilegia la información sobre la descalificación.
¿Cuál será la dosis de lodo y de guerra sucia que los electores están dispuestos a consumir en este 2018? Esa respuesta seguramente se irá respondiendo conforme el propio proceso se desarrolla, pero lo que es un hecho es que, estos nuevos electores, que representan cerca del 40% del padrón electoral, urgen a los partidos y candidatos, a que les muestren fehacientemente las propuestas y compromisos concretos, y sobre todo, promesas que sí se puedan cumplir.
Líderes de opinión se suman a esa exigencia de campañas de ideas y propuestas, y demandamos evitar recetarnos la misma fórmula de cada elección en cuanto a guerra sucia se refiere.
Es tiempo de que cobren conciencia que, hoy en política el juego no solo es ganar sino perdurar. Los mecanismos de transparencia y rendición de cuentas van avanzando y aunque tarde, llegarán para quedarse y para regular las relaciones que los gobernantes tienen con sus gobernados.
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