Fui al catecismo católico cuando tenía 8 años, para mi primera comunión. Había varias cosas que desde entonces me llevaron a pensar que tal vez este sacramento religioso, junto a la confirmación, debían ser en una edad donde uno tuviera más comprensión de los temas tratados. Dos conceptos me resultaron particularmente espeluznantes: el apocalipsis y el más allá. Y en sí, la idea de que si existe un final-final para lo que va después de la vida.
Lo que más me causa ruido de Coco, la última de Disney/Pixar, es que toma la tradición del Día de Muertos un poco de pasada y como paro para entrar a una especie de mundo de los muertos, donde toda la existencia para los difuntos gira alrededor de la celebración del 2 de noviembre. Yo esperaba que fuera alrededor de los muertos en la tierra y Miguel (el niño) con la misión de solucionarlo todo. Más bien, y entramos a uno de los problemas, llegamos al más allá y el 85% de la historia transcurre ahí.
Es una visión un tanto decepcionante de la vida luego de fallecer. Vienen spoilers. Y duros. Pasa que Héctor, una especie de alma en pena a la cual nadie recuerda en Día de Muertos, vive en la miseria debido a que no es recordado por nadie. En realidad, fue asesinado por Ernesto de la Cruz; su antiguo compañero de recitales e ídolo de Miguel. A pesar de eso, en el más allá a nadie parece importarle el crimen cometido en su contra y su otra familia difunta (incluída su esposa) siguen furiosos con él ya que piensan que abandonó a los suyos. Es decir, no hay un poder divino que haga justicia. La moneda de cambio es que tanto te recuerdan los vivos, aunque sus razones para odiarte sean más bien culpa de un tercero, como en el caso de Héctor, quien fue envenenado y sus canciones fueron robadas.
Otra crítica a Coco que he visto en Facebook o Twitter es el pésimo gusto de los creativos de Pixar al poner una analogía de la migra y la border patrol. Eso no me irritó tanto, pero sí que comenten que hay quienes se quedan atrapados en el otro lado. En 2017, los tiempos de Trump, con apropiación de cultura mexicana y viniendo de un estudio gringo, carajo. Es una falta de tacto un poco grande.
El tema del padre ausente, no es algo nuevo y tampoco le veo algo malo. Es una herramienta algo huevona de la narrativa, pero nada más. No es algo que particularmente apele a la cultura mexicana o nos vulnere como país. E insisto, la figura paterna en Coco estaba ausente sólo porque lo mataron. No es un cabrón que abandonó a su familia por irse a formar otra. O por pedo.
Y Coco puede ser hasta transgresora ya que en la familia Rivera las mujeres mandan, los hombres son poco menos que peleles y es super interesante como no son una familia convencional, ya que mientras a la bisabuela le daba un poco igual la prohibición a la música, a la abuela (influenciada por su propia abuela) sí. Nos habla de la importancia de los adultos mayores en algunas configuraciones familiares, incluso más que en los mismos padres.
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