El 5 de diciembre de 1945, catorce aviones torpederos Avengers de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos desaparecieron de manera misteriosa. Despegaron desde Fort Lauderdale, en Florida, para cumplir una misión de entrenamiento de rutina, y nunca volvieron a la base. Otro avión, con trece tripulantes, salió a buscar a los desaparecidos y no sólo no los encontró, también se desvaneció. En 1953, George X. Sand publicó un artículo sobre el caso en la revista Fate, y con ello dio inicio al difundido mito del Triángulo de las Bermudas.
Desde entonces, las historias de buques y aviones desaparecidos en la zona, se han multiplicado. Por supuesto, la suma se ha hecho también hacia atrás en el tiempo, y se han encontrado registros de hundimientos de barcos desde tiempos de la Colonia. Programas seudocientíficos, revistas de escándalo y medios de todos colores han reportado y especulado acerca del origen de las desapariciones. El asunto ha resultado tan atractivo que hay por lo menos quince películas que lo toman como asunto, pretexto o ambiente. Monstruos, viajes en el tiempo, thrillers sexy-paranormales y hasta caricaturas de Scooby-Doo han habitado la ficticia y misteriosa región de cerca de cuatro millones de kilómetros cuadrados (más del doble del territorio mexicano) que tiene como vértices Miami, Puerto Rico y las Bermudas.
Hace algunos años se construyó en nuestra ciudad la ciclovía que acompaña en paralelo a la avenida Gómez Morín. Y, a pesar de algunos defectos (como el hecho de que se inundaba, y se sigue inundando), lo cierto es que resultó una obra bastante aceptable y práctica, además de que confirmó una idea surgida muchos años antes en Ámsterdam: si las construyes (las ciclovías), ellos vendrán (los ciclistas), que fue inspirada por la película Campo de los sueños, (en la que un granjero aficionado al béisbol escucha la frase “if you build it, he will come”).
Recientemente, la ciclovía fue remozada. Se trazó una trotapista a su lado, se instalaron pequeños descansos, se agregaron bancas al camino y se instalaron luminarias alimentadas por energía solar. A los deportistas eventuales y a quienes nos transportamos en bicicleta para ir a trabajar, se nos han sumado familias que sacan a pasear a sus perros, trotadores en busca de salud y gente que entrena para carreras de fondo. Las bancas, en su mayoría desprovistas de sombra, también han comenzado a recibir visitantes. Sin muchos aspavientos, la vía es ahora una zona de convivencia y un discreto parque lineal.
Casi inmediatamente después de que se concluyeron las obras recientes, una de las luminarias apareció de la noche a la mañana (literalmente) caída. Días después, los paneles solares, las lámparas y la batería habían desaparecido. En menos de una semana, el poste también se evaporó (metafóricamente). Quizá había un problema, quizá no funcionaba, lo habrían quitado para cambiarlo, ¿se lo robaron? La conducta se repitió, otra luminaria, y otra más sufrieron el mismo destino: un día, una tuerca de fijación ya no estaba; después las demás; otro día caía la luminaria (siempre hacia el lado de las vías del tren, sin llegar a ellas); casi de inmediato perdía sus componentes tecnológicos y, por último, desaparecía.
El misterioso caso provocó que aparecieran notas en algunos medios, y hubo también respuestas oficiales: vandalismo, irresponsabilidad, ladrones que se refugiaban en la noche, la gente mala, que dicen que son tales, o que tales otros. Lo cierto es que las luminarias continuaron escapando. Una, luego cuatro. Ya van veintiséis. Lo repito, en unos pocos meses han desaparecido veintiséis luminarias prácticamente nuevecitas. Y recalco, no pasó de un día a otro, fueron yéndose de una en una, de dos en más cuando mucho.
El Triángulo de las Bermudas ha sido desmitificado decenas de ocasiones. El área que abarca es enorme y, además, por ella transita una cantidad importante de aviones y barcos; las cifras permiten deshacer el misterio, la tasa de accidentes cuyos accidentados no aparecen es similar a la de cualquier otra región del mundo de tamaño similar y tráfico equivalente. El misterioso Triángulo de las Bermudas es, pues, mero bulo. El Triángulo de las Tres Centurias, por su parte, no ha sido resuelto. Seguimos sin saber quién se ha llevado las luminarias. Podrían ser los vándalos, los malos, los extraterrestres, el magnetismo, la Naturaleza, un hoyo negro, una singularidad, o un caso nunca antes visto de óxido súper destructivo. Además, no se trata de un caso único. En la Alameda (también dentro del Triángulo), hace otros ayeres, se colocaron algunos péndulos de Newton (la fila de bolitas de metal que sirve para demostrar la ley de la conservación de la energía y para adornar los escritorios de abogados y médicos). Y también éstos se desvanecieron, fueron reemplazados y se desvanecieron de nuevo.
El enigma se intensifica pues ninguna respuesta lógica parece entrar a cuento. No puede tratarse de un vil caso de robo pues, por supuesto, cualquier autoridad atenta a lo que ocurre habría sabido desde el primer momento que algo así sucedía y nunca habría dejado pasar meses y meses sin asignar a alguien la tarea de encontrar a los maleantes, averiguar dónde vendían lo robado y echarles el guante. Constituiría una total falta de seriedad argumentar que como los hechos ocurrían de noche resultaba imposible vigilar; o que el caso de los péndulos no alertó de lo que podía pasar con las luminarias. En fin, ahora contamos con un nuevo atractivo turístico; en nuestra ciudad las cosas desaparecen, así, nomás, porque sí.