No había querido creerlo, pero a estas alturas, esta es la única explicación posible: los políticos mexicanos no son humanos, creo que son alienígenas. Si te pones los lentes, revelarás su rostro (They Live, John Carpenter, 1988). No tengo otra explicación para que el líder supremo invite al pueblo a seguir donando mientras viste su ferragamo de 18,000 varos; es la única manera en que puedo tolerar que gobernantes mediocres y mordaces peguen su estampa en lo que dio la gente; de cien mil varos mensuales que te paga el erario (uy, no le vamos a rascar a sus empresitas, compa, hoy no), sólo así entiendo que dones mil pesitos en una plataforma, sí, también gubernamental y por qué no tienen vergüenza de extender la mano como pordioseros, ¡por qué! Inolvidables, finalmente, los tuits de instituciones oficiales donde decían que necesitaban más bolsas de basura y lápices, ¡bolsas de basura y lápices! ¡Se compran por kilo en China, mi valedor y se las pides a la gente!
El líder supremo ha enmarcado esos tuits y ha pedido colgarlos en los pasillos de la nave nodriza.
Pero al principio del temblor: calladitos y asustados. Me los imagino: entre todas las cosas que podían pasar, tenía que ser esta. Otro pinche temblor. Así de arrogantes son los políticos y los corruptos; creen que nunca les tocará a ellos, que no tendrán que ver de cara a cara a la desgracia y rendir cuentas. Reptilescos, pues, se regresaron a sus casas y empezaron a escoger bien sus batallas. Platicaron entre ellos, deshicieron sus diferencias. Echaron los dados e hicieron cálculos mientras una población asustada hacía lo mejor posible para recuperar fragmentos de su vida, la tranquilidad de su familia y sus amigos.
Sólo los monstruos harían algo así, sólo los cíclopes que se han alimentado con carne humana y siguen esperando a los héroes nombrados para darles la vuelta. Afortunadamente, su mejor estrategia es insistir en que “van a donar” un porcentaje (mínimo) del “presupuesto de los partidos” para ayudar a la reconstrucción “porque sin humanos ya no tenemos qué comer, qué fustigar, qué torturar”. Corte a: gente bendita que hace las cuentas y las sumas demuestran nada más que cuatro años de un presupuesto de comercialitos solventarían la reconstrucción. Enójese más, hace falta. El mexicano es un grito mudo perpetuo y mudo porque no podemos escucharnos con todos esos jingles brillantes de gobierno, otro remix de JuanGa para confundir a la gente. No dudo que la directora de cierto colegio, cuyas irregularidades se tradujeron en tragedia, teatro y muerte; la misma que está exigiendo los pagos puntuales de las colegiaturas; será admitida dentro del club de Toby y le den chance de pedir una gubernatura para el siguiente año.
Exagero, no en el enojo, sino en quitarles la humanidad a estos payasos. Al final son gente. Somos nosotros en oportunidades de cumplir los deseos más triviales y de obtener más de lo que pudimos soportar. Somos nosotros en ambientes hostiles, generados constantemente con el propósito de despreciar sistemáticamente a los gobernados, pero alguna instrucción dice que los necesitamos, maldita sea, son necesarios y bastan unas pocas palabras, unas pocas acciones, unos cuantos tratos con estos grupos criminales. Sí, es la humanidad en sus peores momentos, las manos metidas en sistemas de oscuridad y descorazonados, sistemas que destruyen, a la menor oportunidad, a las mismas mentes y cuerpos que los crearon. Son el infierno, pero sin diablitos, porque aquí están, entre nosotros, pensando igual en cómo no pueden dormir por temor a que se rompan sus casas de marfil porque las construcciones, ah chirrión, qué tal si se las aplicaron a ellos.
Esos hombres también piensan que somos monstruos: ese enjambre de enojo y de murmullos que no deja de hablar, no deja de señalarlos, no deja de apuntar sus fallas por más mínimas que sean. Pobrecillos, ¿cómo pueden dormir? El otro día leí que unos jóvenes políticos, muy enojados, fueron a expresarse a no sé qué cámara que ya estuvo bueno de las críticas de la gente, que la clase política ha hecho lo mejor que pueden hacer. No lo creo. Si no pegan el ojo para echarse una pestañita, si le piden a su guarura que revise debajo de la cama o abren el closet para ver si no hay nadie ahí, es porque temen los miles de ojos del monstruo común y corriente, la humanidad que está del otro lado y sufre las consecuencias de sus robos, sus trampas, su mezquindad y su ocio. Lo he dicho antes y lo repito ahora: no los dejen dormir, quizás eso los obligue a ser buenas personas.